Empate en los sondeos, pero Cameron es el favorito
Arranca en el Reino Unido la campaña más reñida desde 1992, marcada por la crecida del nacionalismo escocés y de UKIP
Banderazo de salida en la campaña de las elecciones británicas más reñida desde 1992. David Cameron ha mantenido su última audiencia con la Reina y el Parlamento ha quedado disuelto. A 37 días para la votación todo está en el aire, con conservadores y laboristas incapaces de abrir brecha, empatados entorno al 33% de los votos en las encuestas. Sin embargo la foto demoscópica no concuerda con el pulso de la calle, donde pocos dudan de que David Cameron continuará en el Número 10 de Downing Street pasado el 7 de mayo. Aunque lo haríaen minoría y sustentado probablemente por el DUP norirlandés, que puede obtener unos ocho escaños,y con apoyos puntuales de los Liberal Demócratas, su socio actual, en caída libre, y hasta del xenófobo UKIP. El populista NigelFarage tiene mucha más alma torie que laborista y cuando toque retratarse ya ha anunciado que jamás sostendrá a Miliband.
En un país donde se apuesta por todo, un buen indicio son los pronósticos de Ladbrokes, una de las principales casas, que recoge que las posibilidades de una mayoría conservadora se pagan 6/1, frente a 12/1 de un triunfo laborista (una victoria de UKIP sería una apuesta de alto riesgo, porque marca un remoto 100/1).
El dinero concuerda con los apostantes. Por ejemplo un observador frío, el importante banco japonés Nomura, pronostica una victoria conservadora y que Cameron seguirá en el poder, aunque «con una mayoría débil». Como su principal baza, señalan que «sus planes económicos están muy lejos de las alternativas». Traducido: que el laborismo no es fiable para el bolsillo, algo que remacha Cameron cada día, alertando de que Miliband traería «el caos económico». Esas intuiciones continuistas coinciden con las que se palpan a pie de calle, con la línea de pensamiento que hemos captado en las charlas de pub, o con lo que nos decía hace unos días el propietario de una tienda de ropa del barrio de Mayfair, un judío setentón y listo, que ha visto de todo: «Cuando llegue el momento de la verdad mucha gente volverá corriendo a los tories, Cameron va a seguir».
Puede que siga, pero va a sudar hasta el último minuto para lograr igualar la victoria en minoría -307 escaños- que logró hace cinco años (la mayoría en la Cámara de los Comunes son 326 y a los conservadores se les calculan a día de hoy entre 290 y 295 diputados). Lo que lo ha cambiado todo es el ascenso de UKIP, el partido eurófobo del extrovertido populista Nigel Farage, que pinta en mano y estigmatizando a los inmigrantes, puede llevarse el 14% de los votos, con gran daño para los conservadores. Si UKIP no existiese, probablemente la victoria de Cameron sería clara. Para tranquilidad de los tories, se espera que en las última semana mucho voto útil deserte de UKIP, que ya tuvo más gas del que tiene, y vuelva a la vieja casa madre del conservadurismo. Con una metáfora gráfica, el primer ministro ha advertido que «si te vas a la cama con Nigel Farage te levantarás con Ed Miliband».
En el caso de Miliband, su cruz es el Partido Nacionalista Escocés, el SNP, con una inmensa popularidad tras el referéndum, que ha disparado la afiliación a sus siglas. El apoyo que disfrutan atiende a que se les ve como garantes de la devolución de poderes a Escocia, prometida durante la campaña de la consulta.
Premiado por un sistema electoral donde quien gana en una circunscripción se lo lleva todo, el SNP podría arrasar, con 40 de los 59 escaños de Escocia en el Parlamento de Westminster. El damnificado sería el laborismo, que hoy tiene 41 escaños escoceses y pasaría a ser residual allí. La fortaleza del SNP puede convertirlo además en el insólito árbitro de la política nacional, porque ha prometido que si a Cameron no le salen las cuentas lo vetará y hará primer ministro a Miliband. El Partido Conservador juega con esa amenaza, la de un partido independentista que quiere destruir el país entronizando aMiliband. Los tories han encargado vallas publicitarias con un pequeño Miband metido como un klínex en el bolsillo de la americana de un enorme Alex Salmond, el líder nacionalista en Londres y antiguo primer ministro de Escocia.
En el arranque de campaña se han reiterado los mensajes conocidos. Cameron ha puesto en valor que «tras cinco años de sacrificios y esfuerzos el país vuelve a estar en marcha». Ha reiterado el «peligro» económico de la alternativa laborista, lo que llama dramáticamente «caos». Sabedor de que el bolsillo vota, cifra en 3.000 libras (4.100 euros) lo que le costarían «a cada familia trabajadora» las subidas de impuestos de los laboristas.
Los datos económicos de la legislatura son el mejor aval de los conservadores: el año pasado el país creció ya un 2,6%, superando en 1,7 la previsión oficial, y la tasa de paro ha caído al 6,8, además se ha reducido el déficit. Pero parte de la población todavía no ha perdonado las heridas de la crisis. El 2014 fue el primer año bajo Cameron en que subió la capacidad adquisitiva.
Ed Miliband, que ha elegido para arrancar su punto débil personal y ha hecho una intervención económica, le ha devuelto el golpe a su adversario calificando a los conservadores de «peligro para las empresas», por su promesa de convocar un referéndum sobre la continuidad en la UE en el 2017. Los laboristas son europeístas y creen que esa consulta «supone un extraordinario peligro para el Reino Unido, que puede perder mucha capacidad de influencia».
«Conservador compasivo»
Parte de la decisión será al final una mera elección entre la credibilidad de dos personas: Cameron, de 48 años, y Miliband, de 45, ambos ex alumnos de Oxford y padres de dos hijos. Las similitudes se acaban ahí. Cameron atiende al prototipo de patricio inglés, hijo de un adinerado corredor de bolsa y con buena cuna, incluido un lejano parentesco con la Reina merced a una antepasada amante del Rey Guillermo IV. Cameron llegó al poder prometiendo «conservadurismo compasivo», pero sus detractores siguen viéndolo “posh”, a pesar de sus esfuerzos mediáticos por acercarse a la clase media.
Miliband es hijo de un profesor marxista judío que huyó del nazismo y se le considera lo que despectivamente la jerga de la política local llama «un socialista del Norte de Londres» (donde en efecto vive). Es decir, un laborista demasiado tradicional y escorado a la izquierda, que ha visto como Blair le afeaba su alejamiento del centro. Pero el principal problema de Miliband es su personalidad, extraña para el estándar inglés. No conecta con el británico tipo. Además, arrastra un divertido gafé, que hace que situaciones en las que busca apuntalar su lado humano acaben justo con el efecto contrario. La última, cuando recibió a la BBC para un reportaje en la espartana, pequeña y lúgubre cocina de su casa… para que acto seguido la prensa descubriese que en la primera planta de la vivienda ocultaba otra cocina de máximo confort.
Temas en danza en la campaña serán el control del déficit (capítulo en el que son más creíbles los conservadores) y la situación del sistema nacional de salud, el NHS, donde el laborismo vende, con éxito entre el público norteño y las mujeres, que los tories quieren mermarlo y privatizarlo. El laborismo ha prometido invertir 3.000 millones de euros más en el NHS. En política migratoria, Cameron es más duro, aunque ha ido aparcando el tema para centrarse más en la economía. Para buscar el voto joven, Miliband ha prometido bajar las matrículas universitarias de los 12.200 euros actuales a 8.200. Una oferta muy popular, porque en el sistema inglés los estudiantes sin posibles se pagan sus estudios con créditos que luego devuelven cuando empiezan a trabajar.
Al margen del ascenso de los nuevos partidos, todo será como siempre: los conservadores prometen libertad y más dinero en el bolsillo de los ciudadanos con bajadas de impuestos; y los laboristas, más y mejores servicios sociales, pero a costa de más intervencionismo y más carga fiscal.
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