Erdogan pone en entredicho las negociaciones con el PKK
Nuevos incidentes, entre ellos el cambio de postura del presidente turco, señalan la vulnerabilidad del proceso de paz con la guerrilla kurda
A lo largo de esta semana, el ejército turco ha lanzado varias operaciones contra refugios y escondites de la guerrilla kurda del PKK en el sureste del país. El martes, las tropas turcas intercambiaron morteros y fuego de ametralladoras con los militantes kurdos en varios incidentes en el distrito de Hakkari, en la frontera con Irak. Y ayer, un tribunal turco sentenció a un joven kurdo a 13 años de cárcel por haber tumbado una bandera turca durante la oleada de protestas por Kobani del pasado verano, acusado de «cometer un crímen en nombre de una organización terrorista» e «insultar los símbolos de la soberanía del estado».
Aunque no se ha informado de que se hayan producido bajas mortales en los enfrentamientos, estos episodios evidencian que las conversaciones de paz, más que nunca, penden de un hilo. La atmósfera del proceso, en marcha desde 2012 , parece haberse enfriado enormemente en las dos últimas semanas después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan declarase públicamente que «nunca ha habido un problema kurdo en Turquía». «¿Qué más quieren? Lo tienen todo», afirmó ante sus seguidores. Una paradoja que no pasó desapercibida ante los ojos de la oposición. «Uno se pregunta: ¿por qué hay un proceso en marcha si no hay un problema kurdo?», le respondió el diputado Sezgin Tanrikulu, del Partido Republicano Popular (CHP).
Poco después, el mandatario desconcertó a todo el mundo al desautorizar públicamente a su propio gobierno por haber anunciado el establecimiento de un comité independiente para monitorizar el proceso de paz, una de las demandas kurdas. «No tengo ninguna información al respecto, lo he leído en la prensa», aseguró el pasado día 20 en una rueda de prensa. «Quiero dejar claro que no lo veo de forma positiva», añadió.
Un proceso crítico para el gobierno
Los comentarios del presidente turco parecían echar por tierra el trabajo de negociación de estos últimos años, y que es considerado crítico para el gobierno turco. Tanto, que Erdogan montó en cólera cuando su principal arquitecto, Hakan Fidan, anunció el mes pasado su retirada como jefe de los servicios de inteligencia para participar en política. Erdogan no dejó de maniobrar hasta que Fidan se reincorporó al cargo apenas unos días después de haberlo dejado.
La posición de Erdogan, a priori, parece tan irracional que muchos observadores se han preguntado si no se trata de una agresiva postura para ganar tiempo antes de las elecciones, evitando perder votos entre la población turca de ideología nacionalista, contraria a la negociación. «El presidente Erdogan podría haber sido reticente a poner en marcha un verdadero proceso porque es políticamente arriesgado. El escepticismo turco sobre la necesidad de hacer concesiones significa que incluso el convertirse en ‘el líder que resolvió el problema kurdo’ podría ofrecer escasos beneficios electorales», indicaba Didem Akyel, analista del prestigioso think tank International Crisis Group, en un reciente informe sobre el proceso de paz.
Pero incluso de ser así, el presidente turco parece dispuesto a llegar hasta el final en su cambio de opinión. Erdogan se ha mantenido firme incluso después de que el encarcelado líder de la guerrilla, Abdullah Öcalan , aprovechase el Newroz (el Año Nuevo kurdo, celebrado el 21 de marzo) para pedir a la guerrilla el abandono de las armas. «Encuentro necesario que el PKK convoque un congreso para acabar con la lucha armada de cuarenta años de duración contra la República de Turquía, y para determinar estrategias y tácticas políticas y sociales de acuerdo con el espíritu de esta nueva era», pidió Öcalan en una carta leída por sus seguidores.
Pero en lugar de mostrarse conciliador, Erdogan respondió al gesto del líder kurdo asegurando que su gobierno no dará un paso más hasta que la guerrilla deje las armas. «No podemos seguir adelante en un entorno en el que se violan repetidamente las promesas a menos que veamos pasos concretos», declaró.
Temor a una guerrilla «legítima»
La situación tampoco es del agrado del ejército turco, cuyo jefe del Estado Mayor, el General Necdet Özel, ha mostrado su preocupación por la percepción cada vez más positiva que se tiene del PKK a nivel internacional. «La situación actual ha reforzado al Estado Islámico gracias al flujo de luchadores radicales en la región. Esto ha causado que el PKK y el PYD sean vistos como una fuerza legítima que lucha contra el Estado Islámico antes que se ponga el foco en su identidad como organización terrorista», afirmó en una entrevista publicada esta semana.
Öcalan, en prisión desde 1999, es sin duda el primer interesado en que el proceso de paz llegue a buen puerto: su puesta en libertad es una de las demandas del movimiento kurdo, algo que por ahora resulta inconcebible. Algunas voces han criticado este mantenimiento a toda costa de unas negociaciones que, desde el punto de vista kurdo, apenas han producido resultados, pero que para el cabecilla del PKK son la única oportunidad de salir vivo de prisión. Se sospecha que algunas facciones de la guerrilla abogan por volver a las armas, y que la negativa de Öcalan –que continúa siendo el líder indiscutido de la organización, y reverenciado como tal por la mayoría de los militantes- es lo único que se lo impide.
«El lento ritmo del proceso y las debilidades de sus estándares han impedido la creación de confianza mutua y han hecho al proceso vulnerable a los incidentes y sucesos en la región, lo que, como resultado, podría haber debilitado la autoridad de Öcalan», afirma la analista Pinar Elman, del Instituto Polaco de Relaciones Internacionales.
La autoridad de Abdullah Öcalan quedó firmemente establecida en 2013, cuando una orden suya fue lo único que consiguió detener la huelga de hambre masiva orquestada por varios centenares de presos kurdos. Pero sucesos como el asedio de Kobani, que provocó unos disturbios en las regiones kurdas de Turquía que dejaron varias decenas de muertos , o los cada vez más frecuentes incidentes armados , comienzan a poner a prueba la paciencia de ambas partes en un proceso de paz que amenaza con alargarse demasiado.
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