En el museo de Túnez no había seguridad pese a las amenazas
Tras destituir a diez altos cargos, el Gobierno admite que hubo «fallos en cadena»
Las nuevas informaciones e imágenes sobre el ataque islamista del pasado miércoles en la capital tunecina elevaron ayer las críticas a las Fuerzas de Seguridad, a las que la prensa y los analistas acusan de haber cometido una larga cadena de errores.
El atentado se produjo el miércoles cuando un joven de unos 20 años abrió fuego contra un autobús de turistas hispanohablantes en el aparcamiento del museo, una zona vallada que supuestamente estaba vigilada. Tras la ráfaga, en la que murieron siete personas –entre ellas dos turistas españoles – los terroristas entraron en el museo y capturaron a un número indeterminado de personas.
En las imágenes de las cámaras de vigilancia difundidas por la televisión tunecina se observa cómo los atacantes se pasean con absoluta tranquilidad por el museo y en un momento se juntan en las escaleras.
A partir de ahí, la versión oficial asegura que dos de los terroristas se atrincheraron con los rehenes en una zona ajardinada compartida con el Parlamento después de intentar entrar en ese edificio.
En la operación policial posterior murieron acribillados dos terroristas y otras 14 personas, trece de ellas turistas extranjeros y una empleada del museo. Todos ellos podrían haber sido utilizados como escudos humanos, sin que se sepa cómo un tercer terrorista implicado pudo huir..
El nuevo relato dista mucho de la primera versión que dieron las autoridades tunecinas, que aseguraban que los terroristas iban vestidos de militar, que intentaron entrar en el Parlamento y fueron descubiertos y que solo entonces se dirigieron hacia los turistas. «Hay muchas cosas que deben ser explicadas, como la ausencia de vigilancia cuando se habían conocido las amenazas», explicó a Efe un periodista tunecino que prefirió no ser identificado.
«Y el hecho de que durante 24 horas dos turistas españoles estuvieran escondidos en un almacén de la parte de abajo y nadie los encontrara una vez muertos los terroristas es otra cosa inexplicable», añadió.
Ante esta cadena de fallos, el ministro tunecino del Interior, Mohamad Nayem Garzalli, relevó el viernes a los responsables de diez departamentos de seguridad y distritos de la capital «considerados sensibles». Asimismo destituyó al jefe de la dirección general para Asuntos de Fronteras y Extranjería, después de que se conociera que los autores de la masacre habían entrado en el país de forma clandestina desde Libia el pasado diciembre.
Detenciones
Además, ordenó abrir una exhaustiva investigación para esclarecer por qué no había guardias de seguridad ni en la puerta del Parlamento ni en el aparcamiento del museo en el momento del atentado.
Mientras, las fuerzas de Seguridad detuvieron ayer a otras dos personas en la ciudad de Ras Yebel, a 50 kilómetros al noroeste de Túnez, en posesión de documentos sobre las operaciones terroristas del Bardo, y en Bualabam, un pueblo en la región de Kasserin, fronteriza con Argelia, donde el pasado 18 de febrero miembros de la célula yihadista Uqba bin Nafi mataron a cuatro guardias nacionales.
Asimismo, les fueron incautados mapas de las regiones fronterizas y una lista con nombres y números de teléfono de un país vecino que no precisaron las fuentes de Seguridad.
El padre de uno de los terroristas abatido durante el asalto policial ya reveló el mismo miércoles que carecía de noticias sobre el paradero de su hijo desde hacía tres meses y que lo último que había sabido de su destino era que había viajado a Siria e Irak para sumarse a la lucha de Estado Islámico (EI). El grupo terrorista que encabeza Al Bagdadi, y que ha proclamado un «califato» en los territorios que controla en Siria e Irak, reivindicó el atentado de Túnez.
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