«Cada vez que disparaban los dos nos abrazábamos con fuerza»
La pareja superviviente del atentado de Túnez relata las 24 largas horas que permanecieron escondidos en una sala del Museo del Bardo
Cristina y Juan Carlos creyeron por unas horas que eran los protagonistas de una película de terror. El miedo sigue todavía metido en sus cuerpos pese a que, por fin, ya están en casa después de haber sobrevivido al atentado yihadista en Túnez en el que murieron 23 personas, incluidos dos turistas españoles. Ahora reviven, en declaraciones a ABC, unos hechos que preferirían olvidar pronto.
Tras contraer matrimonio el pasado 8 de marzo, esta pareja de 27 y 32 años respectivamente y residente en la localidad valenciana de Sueca, emprendió su viaje de novios a bordo de un crucero que recorría el Mediterráneo. Una de las paradas era Túnez, donde atracaron para visitar diveros lugares de la ciudad. Entre ellos, el Museo del Bardo. Alrededor de las 12.20 horas del pasado miércoles, Cristina (embarazada de cuatro meses) y su marido se encontraban esperando en el recibidor del museo junto al resto del grupo de turistas para poder volver en autobús al barco. «De repente, escuchamos varios disparos y vimos a un hombre que era abatido cuando abría la puerta de entrada del museo para acceder a él», explican.
Su intuición en ese momento fue, lógicamente, la de salir lo más rápido posible de ese lugar. Corrieron hacia las puertas de salida, pero todas estaban cerradas. Juan Carlos recuerda cómo, en uno de esos intentos, Cristina encontró una puerta que conducía a una sala que parecía un cuarto trastero. Entraron allí para esconderse de los terroristas, con la esperanza de no ser encontrados. «En la habitación había piezas de estantería, así que las colocamos contra la puerta para impedirles el paso, o protegernos de los disparos si de alguna forma venían a por nosotros», relatan.
En alerta constante
Esta pequeña sala fue el escenario en el que permanecieron las siguientes interminables 24 horas, alerta y atentos a cualquier sonido que les diera una pista de lo que podía estar ocurriendo afuera. En un momento dado cesaron los tiros y los gritos. «Dudamos si salir o no. Ella me dijo que no y le hice caso», comenta Juan Carlos, satisfecho por la decisión.
Pero el peligro no había cesado. Empezaron a escuchar detonaciones y cómo retumbaba todo el edificio. Cada vez que oían disparos «Lo que hacíamos los dos era abrazarnos con fuerza». Parecía el último instante de sus vidas. Pero no llegó. Los sonidos de disparos y explosiones pararon, aunque siguieron escuchando pasos de personas que pasaban cerca de su escondite, además de diálogos en árabe cuyo contenido no podían distinguir.
En momentos así la mente puede ser el peor enemigo, y eso fue lo que les sucedió a ellos, según cuenta el joven: «Nos montamos una película en la cabeza y cada vez que escuchábamos ruidos de precintos, botones o a alguien acercarse pensábamos que estaban poniendo bombas por todo el museo o que incluso iban a inmolarse allí. Cuando uno está encerrado y habiendo visto atentados por televisión, al final esperas lo peor».
«Casi no hablábamos para que nadie nos descubriera»
Hasta horas más tarde no descubieron la realidad. Siguieron allí, tumbados en el suelo, abrazados para darse calor porque estaban «tiritando» de frío. Intentando pasar lo más desapercibidos posible. «Casi no nos movíamos ni hablábamos para que nadie nos descubriera. No veíamos apenas por lo oscuro que estaba», aseguran. Consiguieron conciliar el sueño cinco escasos minutos, aunque con todos los sentidos alerta de forma constante.
Se cumplía casi el día desde la irrupción en el museo cuando alguien abrió de repente la puerta de la sala. Les vio y se marchó. Otro de los momentos de más tensión para ellos. «Pensamos que era un terrorista y que se había marchado a por un arma para matarnos, así que nos despedimos creyendo que íbamos a morir». No era su verdugo, sino su salvador. Se trataba de un policía que inspeccionaba las dependencias y se había ido a por refuerzos. Llegó rápidamente con más gente, aunque la pareja no confiaba plenamente. «Tourist» fue la palabra clave que les hizo fiarse, dado que únicamente podían comprender algo de inglés.
Agua y azúcar
A partir de ahí, siguieron sus instrucciones y les abrazaron emocionados. «Enseguida nos dieron agua y azúcar por el tiempo que habíamos estado sin tomar nada», destacan. Lo primero que quisieron comprobar una vez habían sobrevivido a tan complicada situación era si su hija -a la que llamarán Martina y no Túnez como dijo el primer ministro- estaba bien, por lo que se trasladaron a un hospital de la ciudad para que le practicaran a Cristina varias pruebas. «Todo está correcto, aunque me haré más revisiones aquí para corroborarlo. El trato fue excelente en todo momento, nos cuidaron mucho», afirma.
Su pesadilla llegó a su fin y, tras un «largo pero emocionante» viaje de regreso, ambos ya se encuentran en casa tras reunirse con sus familias. Su deseo es simple: «Pasar un día tranquilo y normal sin pensar mucho. Disfrutar del hogar». Un anhelo sencillo para dos personas discretas que consiguieron sortear la muerte en un triste episodio que recordarán para siempre.
Noticias relacionadas
- Aterriza en Valencia el avión con la pareja de supervivientes
- Túnez conmemora con tristeza el 59 aniversario de su independencia
- Juan Carlos Sánchez: «Nos escondimos en una habitación esperando a que terminase»
- El grupo terrorista Estado Islámico reivindica el atentado de Túnez
- Antonio y Dolors, una pareja catalanista, montañera y respetada en su barrio
- El ejército de Túnez se desplegará para proteger sus principales ciudades
- Más de 20 detenidos tras el atentado contra el Museo del Bardo de Túnez