En las entrañas de la élite de Corea del Norte

La escritora Suki Kim desenmascara las mentiras del país más cerrado del mundo al hacerse pasar por misionera cristiana para lograr dar clases de inglés en una universidad de Pionyang

En las entrañas de la élite de Corea del Norte luis de vega

luis de vega

No es fácil obtener un testimonio de primera mano en el país más cerrado del mundo, Corea del Norte . Los permisos para entrar que, con cuentagotas, ofrece a los extranjeros el régimen de Pionyang mantienen al visitante casi siempre maniatado, ya sea diplomático, turista o reportero. Suki Kim, escritora estadounidense nacida en Corea del Sur, ha comprobado la gran mentira de este estado dividido, esencialmente, entre «soldados» y «esclavos». Para ello logró una plaza de profesora de inglés en la Universidad de Ciencias y Tecnología de Pionyang (PUST) haciéndose pasar por misionera cristiana. Y lo hizo poco antes de la muerte, el 17 de diciembre de 2011, del sátrapa Kim Jong-il , sucedido por su hijo, el joven Kim Jong-un .

Hasta ahora se sabía del infierno de puertas adentro por boca de los disidentes que lograban escapar, casi todos de las clases bajas. Ese es el único grupo de norcoreanos al que se podía acceder. Kim ha convivido sin embargo durante meses con los hijos de los mandos del régimen, unos cuantos cientos de alumnos de la élite a los que dio clases de inglés y con los que compartió momentos que seguramente ningún extranjero ha compartido en la que califica «la ciudad más espantosa del mundo». Su conocimiento de la lengua y cultura coreana ha sido esencial para cumplir su misión, en la que cabe también un recuerdo para los familiares, como un hijo de su abuela, desaparecidos en Corea del Norte desde hace décadas.

Y así es como comprobó que hasta esos jóvenes universitarios hijos de los mandos de la dictadura viven «bajo la negación de una total libertad», según explica Suki Kim durante una entrevista en Madrid. El Gobierno marca de forma férrea el camino de las vidas de esos estudiantes en un país convertido en «un gran campo de concentración» donde el «80 por ciento de la población pasa hambre». En el caso de la PUST, las autoridades eligen a los que pueden estudiar, eligen lo que estudian y los oficios que van a desempeñar.

Superado sin embargo el concepto de aldea global, sorprende que Corea del Norte siga no solo encerrada en sus miserias, sino logrando que una inmensa mayoría de sus ciudadanos no tropiecen cuando se les presentan oportunidades como la de abrirse ante el extranjero. Suki Kim apenas se encuentra con momentos de debilidad de sus estudiantes y cuando estos se producen no pueden ser interpretados como una clara deslealtad al sistema sino más bien como inocentes deslices. El cerrojazo, por tanto, sigue a la orden del día con unos engranajes bien engrasados.

Mentirosos compulsivos

La autora comprueba con una mezcla de pena y sorpresa que esos alumnos, los más preparados del país, no saben qué es internet, no tienen el más mínimo contacto ni conocimiento de la realidad fuera de su país, carecen de la más mínima cultura general y, como víctimas del sistema impuesto a la omnipresente sombra del gran líder, crecen siendo unos mentirosos compulsivos. Su existencia es una especie de fábula en la que Corea del Norte es el escenario de todos los récords, todos los avances y todas las panaceas. Ni siquiera son conscientes de que viven aislados. «La idea de que solo Corea del Norte destacaba en todo, mientras el resto de naciones iba quedando atrás, parecía obsesionarles», se lee en el libro, un retrato hasta tierno de esa oscura sociedad. Y todo a la sombra de corruptos personajes inquisitoriales a la espera de forma permanente de una mordida. «Se nos hacía raro que pretendiésemos que pagásemos por ser vigilados».

«La intención del libro es sobre todo humanizar Corea del Norte, transmitir una visión de la realidad», añade Suki Kim. «Ante tragedias como las de Madrid, París o Nueva York (en referencia a los ataques terroristas en estas ciudades), empatizamos con las víctimas, sabemos de esos lugares y el horror de esas muertes nos afecta. En el caso de Corea del Norte mueren miles de personas en los gulags en situaciones de enorme pena y violencia y tenemos que conseguir también sentir que estamos más cerca de ellos. Ese es el principal objetivo del libro», añade en la entrevista.

Lo «he escrito consciente de que irritará al régimen de Corea del Norte, al presidente de la PUST y a mis antiguos compañeros», afirma en la nota final de la obra. El libro «Sin ti no hay nosotros. Mis días junto a los hijos de la élite norcoreana» (Editorial Blackie Books ) ha salido a la luz gracias a las anotaciones furtivas que Kim fue guardando en memorias USB por triplicado, una iba siempre con ella, y en la tarjeta SIM de su cámara de fotos.

Despedida entre lágrimas

Aunque haya alterado los nombres de sus compañeros profesores -tampoco conocían su verdadero propósito- y de los alumnos por obvios motivos de seguridad, se trata de un gran mazazo que no ha recibido respuesta oficial directa de las autoridades de Pionyang. Pero que los cristianos evangélicos que colaboran con ellas como responsables de la universidad trataron de censurar. «El presidente de la PUST me envió duros correos electrónicos para que no publicara el libro o que les mandara el manuscrito».

Suki Kim no mantiene contacto con ninguno de los estudiantes de los que habla y reconoce, además, que «no sería seguro para ellos estar en contacto» con ella. Tampoco cree que la publicación de la obra «les haga felices» a pesar del gran respeto con el que aparece retratada su cruda existencia. En todo caso, sin esa traición la autora es consciente que no hubiera sido posible llevar su trabajo a buen puerto.

La despedida fue así: «Mientras iba estrechándoles la mano sabía que no podía decirles "Idos de este miserable lugar. Abandonad a vuestro infame Gran Líder. Idos o cambiad las cosas. Haced algo, por favor". En lugar de ello, lloré y lloré, y sonreí también. Y cada estudiante me miró a los ojos y me devolvió la sonrisa».

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