El yihadista portugués que admira a Fernando Torres
Jugaba al fútbol siempre que podía, primero en las calles de Lisboa y después en Londres, adonde se trasladó en 2012
Joven y apuesto, Fabio Poças escapa al perfil del terrorista con aspecto fiero. Este angolano de nacionalidad portuguesa integra las filas del Estado Islámico en Siria con la misma sangre fría que los otros cuatro compatriotas que componen una célula dispuesta a atentar en cualquier momento y lugar.
Pero su historia bien podría haber dado un giro. Jugaba al fútbol siempre que podía, primero en las calles de Lisboa y después en Londres, adonde se trasladó en 2012 cansado de la falta de expectativas y presto a estudiar Historia del Arte. Su gran ídolo: Fernando Torres, a quien puso en el altar por su gol ante Alemania en la final de la Eurocopa de 2008, cuando ya militaba en el Liverpool.
A Poças, de 23 años, le comparaban con él. Decían que tenía su descaro y su verticalidad de cara a la portería en los partidos «amateurs» que disputaba.
Un agente del gremio le dijo eso de «chico, tú vales mucho» y le ofreció conseguirle un contrato con un equipo británico de categorías inferiores con el fin de rodarse y quién sabe si algún día dar el salto a la Premier League.
Pero él no escuchó a nadie. Influido por el círculo de radicales islámicos del East London, decidió convertirse al Islam en su facción más extrema. Sólo un umbral le separaba de viajar a los campos de entrenamiento en Siria, donde lleva ya casi dos años en apoyo de los grupos que combaten contra el régimen de Bashar al-Assad, origen del temible EI.
Fabio se llama ahora Abdu Rahman Al Andalus y comparte su vida con tres mujeres, también yihadistas . Una de ellas, Ángela, es igualmente portuguesa, aunque vivía con su familia en Holanda.
Ambos se conocieron a través de internet y se casaron, antes de participar en la conquista de Mosul, ciudad iraquí también bajo dominio de la organización terrorista más sanguinaria del mundo.
Fabio Poças, que habla árabe perfectamente, se ha labrado una cierta ‘reputación’ como soldado experto en aleccionar a otros guerrilleros. De hecho, ésa es su ‘profesión’. El resto del tiempo lo reparte entre sus tres mujeres y sus hijos (tiene dos, al menos). Y, por supuesto, no le ha quedado más remedio que arrinconar sus aficiones futbolísticas, consideradas como un síntoma de degeneración occidental por parte del EI.
Este desalmado tiene un estrecho contacto con los demás yihadistas portugueses, en especial con Nero Saraiva, especializado en filmar los brutales vídeos de las decapitaciones que se han convertido en la cruel seña de identidad de un grupo cada vez con más miembros de países europeos.
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