Ucrania y Rusia buscan trazar una línea de separación que asegure el alto el fuego

Putin, Merkel, Hollande y Poroshenko tratan de avanzar hacia la paz en la cumbre de Bielorrusia

Ucrania y Rusia buscan trazar una línea de separación que asegure el alto el fuego afp

rafael m. mañueco

El día clave para la paz en el este de Ucrania discurrió ayer en medio de reuniones cruzadas a distintos niveles y sin que los expertos lograsen totalmente consensuar todos los documentos. Hasta el último momento, las partes trataban de convencer a los separatistas de aceptar un alto el fuego y el trazado de la línea de separación. Aún así, a Minsk, la capital bielorrusa, llegaron los cuatro componentes del grupo de Normandía, la canciller alemana, Angela Merkel, y los presidentes ruso, francés y ucraniano, Vladímir Putin, François Hollande y Piotr Poroshenko.

Putin como suele ser habitual, llegó el último e hizo esperar a todos los demás. Mientras el anfitrión, el presidente bielorruso, Alexánder Lukashenko, considerado el «último dictador de Europa», se deshacía en agasajos ante Merkel y Hollande, los únicos dirigentes occidentales que pisan Minsk después de décadas.

La cumbre comenzó dos horas más tarde de lo previsto, hacia las nueve hora local, dos horas menos en España. Los presidentes ruso y ucraniano se vieron por última vez en octubre, en Milán.

Paralelamente, los ministros de Exteriores de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania mantenían otra reunión y lo mismo hacían los miembros del Grupo de Contacto. Todo ello da idea de la intensidad de los esfuerzos desplegados para parar la guerra en el este de Ucrania.

El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, dijo en Moscú antes de partir hacia Minsk que «los expertos están haciendo progresos notorios en su trabajo», aunque no aportó detalles. Lavrov se mostró una vez más optimista sobre la posibilidad de que en la capital bielorrusa se pueda alcanzar una «solución política» que posibilite una paz duradera.

Sin embargo, John Chipman, presidente del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), anunció ayer en Londres que los objetivos que pretenden lograr en la cumbre de Minsk Rusia y Ucrania «son incompatibles». A su juicio, Poroshenko se propone garantizar que Kiev «controle por completo el este de Ucrania y la frontera sureste del país», mientras que Putin, quiere, por el contrario, una Ucrania «fracturada e incapaz de huir de la órbita rusa para acercarse a las instituciones europeas».

Negociar con los separatistas

Lavrov subrayó ayer que es lógico que Kiev desee restablecer el control sobre la frontera con Rusia, pero señaló que, para ello, tendrá que negociar directamente con los separatistas, que son quienes mantienen en su poder gran parte de los puestos fronterizos. Por ahí, precisamente, es por donde les llega a los sublevados armas, mercenarios y tropas rusas. La postura del Gobierno ucraniano ha sido hasta ahora contraria a acordar nada con los insurgentes, a quienes tacha de «terroristas».

Otra cuestión espinosa que ayer obstaculizaba la cumbre era el trazado de la línea de separación. Kiev exige que sea la misma que se pactó en los acuerdos de septiembre mientras que los separatistas, que han ganado en las dos últimas semanas centenares de kilómetros cuadrados de terreno, exigen reconocer esas conquistas. «No daremos un paso atrás», advierten.

El despliegue de una fuerza de paz a quien menos gusta es a Poroshenko, que teme que el conflicto se enquiste como el de Transnistria (Moldavia). La supervisión del alto el fuego y la retirada del material pesado en la línea de seguridad deberá corresponder a la OSCE, pero los rebeldes creen que carece de medios y mecanismos para llevar a cabo tal misión. Por eso ellos sí están interesados en el despliegue de «cascos azules», preferiblemente procedentes de países de la antigua Unión Soviética, algo inadmisible para Kiev.

Poroshenko tampoco quiere oír hablar de la descentralización que exige Moscú. Ayer afirmó que su país se mantendrá «unitario», aunque, añadió, «estamos dispuesto a conceder a las regiones las mismas prerrogativas que Rusia concede a sus territorios federales», lo que significa prácticamente nada. Es paradójico que Rusia, un país fuertemente centralizado, pida a Ucrania mayores concesiones en esa materia.

El presidente ucraniano amenazó ayer, poco antes de partir hacia Minsk, con declarar la «ley marcial» en Ucrania, si fracasan las conversaciones de paz. «Estamos a favor de la paz, pero, si hay que darles en los dientes, les daremos. Hay que defender el país hasta el final», recalcó. Según su punto de vista, «el mundo entero está esperando: o bien la situación entra en una fase de desescalada, acuerdo, alto el fuego, retirada de armamento y dejar de morir gente, o la situación será prácticamente irreparable». Poroshenko no descarta incluso que la situación quede «fuera de control».

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea han invitado al presidente ucraniano a acudir a la cumbre de mañana para analizar lo acordado en Minsk y, caso de ser necesario, poner en marcha el nuevo paquete de sanciones contra Moscú.

El presidente estadounidense, Barack Obama, telefoneó el martes a Putin para mostrar su apoyo a la «soberanía e integridad territorial de Ucrania» y lamentar que Rusia siga ayudando a los separatistas. Obama dijo el lunes en presencia de Merkel que prefiere la vía diplomática, pero, si no queda otro solución, no descarta ayudar a Ucrania con armas.

El viceprimer ministro ruso, Serguéi Riabkov, respondió ayer a ese «desafío» advirtiendo que, en tal caso, Rusia «no podrá permanecer al margen porque esas armas matarían a nuestros compatriotas». Riabkov considera que el suministro de armamentos norteamericanos a Kiev tendría «consecuencias dramáticas para Ucrania».

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