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Arvind Kejriwal, el indignado que conquista el Gobierno de Delhi tras pedir perdón

Exfuncionario de Hacienda, reconvertido en activista y más tarde en político, ha logrado el favor del electorado tras abandonar el Gobierno en 2014 después de apenas 49 días

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El activista anticorrupción Arvind Kejriwal, líder de la versión india del movimiento indignado, ha conquistado en las urnas su gran oportunidad de «limpiar el sistema desde dentro» en el Gobierno regional de Delhi, cargo que ya ocupó de forma efímera hace un año cuando le valió el apodo de «anarquista».

Exfuncionario de Hacienda, reconvertido en activista y más tarde en político ha logrado el perdón del electorado de la capital india tras abandonar el Gobierno en 2014 después de apenas 49 días y regresa al poder al frente del Partido del Hombre Común (AAP) con una arrolladora mayoría absoluta obtenida en los comicios del sábado.

Kejriwal ha asestado el primer golpe electoral al primer ministro, Narendra Modi, cuyo Bharatiya Janata Party (BJP) había venido ganando prácticamente todas las elecciones regionales desde el pasado mayo, cuando obtuvo la victoria en las generales.

«Esta es una victoria de la gente», afirmó Kejriwal, quien remarcó que acabará con la corrupción en sus primeras declaraciones tras conocerse los resultados.

Comienzo fulgurante

La carrera política de Kejriwal tuvo un comienzo fulgurante tras protagonizar unas protestas anticorrupción junto con el gandhiano Hanne Hazara en 2011 en Delhi, en un movimiento con similitudes con el 15-M español.

Con un partido con menos de un año de vida, sorprendió en los comicios de la capital de 2013 logrando el segundo puesto con 28 escaños y formando el Gobierno de Delhi con el apoyo del Partido del Congreso frente al BJP, que obtuvo 32 diputados.

Durante los 49 días que gobernó Delhi, Kejriwal rebajó el precio de la electricidad, ofreció agua gratis, rechazó la seguridad oficial que conllevaba el cargo y asistió a su toma de posesión en metro y vestido con una camisa y jersey de pico.

También participó en protestas callejeras que paralizaron el centro de la ciudad en un pulso con el Gobierno central sobre el control de la Policía, lo que le valió el sobrenombre de «alcalde anarquista», apodo que él aceptó públicamente.

Pero su periplo político pareció ser tan exitoso como corto cuando dimitió como jefe de Gobierno de Delhi, en febrero del año pasado, al no lograr aprobar una ley anticorrupción, lo que le hizo perder crédito y le valió el sobrenombre de "bhagoda" (el que huye).

Tras su dimisión, el político de 46 años y aspecto de oficinista se estrelló en las elecciones generales en las que logró cuatro escaños y ninguno de los siete en juego en Delhi.

Su renacimiento político llega ahora de la mano de una rara actitud en la política del país asiático: pedir perdón.

«Me disculpo por lo que ocurrió. No os decepcionaré en esta ocasión», repitió Kejriwal en referencia a su dimisión en numerosas entrevistas y mítines durante la campaña.

Una segunda oportunidad

«La última vez dijimos que dimitiríamos si no cumplíamos con nuestras promesas. Esta vez lucharemos dentro del Gobierno. Esto es lo que la gente nos ha pedido», dijo el político en una reciente entrevista con el diario «The Times of India».

Una idea recogida en el eslogan de su campaña: «Cinco años para Kejriwal».

Tanto su breve paso por el poder en Delhi como la derrota en las generales parecen haber cambiado a Kejriwal, un hombre que procede de una modesta pero culta familia del pueblo de Siwani, en el estado de Haryana, a unos 200 kilómetros de Nueva Delhi, cuyo único medio de transporte era un ciclomotor.

«Elige sus palabras más cuidadosamente y define sus políticas con más sensibilidad», escribió el analista R. Jagannathan en el medio digital «Firstpost».

El nuevo jefe de Gobierno de Delhi, casado y con dos hijas, se licenció en Ingeniería Mecánica y en 1995 consiguió una plaza de funcionario en la Hacienda india, donde se empapó de los mecanismos del sistema, pero pronto comenzaría a centrarse en el activismo social.

En 2006 recibió el premio Ramón Magsaysay, considerado el Nobel asiático, por «su activismo en el movimiento por la ley de la información y por empoderar a los ciudadanos más pobres de Delhi para luchar contra la corrupción».

En su primer intento por «limpiar el sistema desde dentro» duró apenas 49 caóticos días, limpió poco, pero ahora goza de una segunda oportunidad con un talante más pragmático y más experiencia. Pero como afirma el analista Jagannathan «un leopardo no puede cambiar todas sus manchas de una sola vez».

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