Francia y Marruecos retoman la cooperación contra el terrorismo
La crisis surgió hace un año por denuncias en París contra un alto agente de Rabat
Francia y Marruecos han decido restaurar la cooperación antiterrorista, enterrando formalmente casi un año de guerra fría muy nociva para la lucha común y la europea contra una amenaza yihadista que todas las partes, España incluida, consideran «inquietante». Christiane Taubira , ministra francesa de Justicia, y su colega marroquí, el islamista Mustapha Ramid , han sellado una suerte de «paz armada» firmando un comunicado oficial, común, en el que se anuncia: «Hemos decidido el restablecimiento inmediato de la cooperación judicial y jurídica entre Francia y Marruecos».
El jefe de la diplomacia marroquí, Salahedine Mezouar, llamó ayer a «pasar página» y a recuperar la «confianza mutua».
En febrero de 2014 Marruecos decidió unilateralmente paralizar toda cooperación judicial con Francia, para protestar con mucho vigor contra las denuncias judiciales contra el patrón de los servicios secretos marroquíes . Siendo Marruecos una encrucijada estratégica de la penetración yihadista en Europa, la ruptura judicial entre París y Rabat se convirtió automáticamente en un problema de fondo para el resto de los vecinos y aliados, que llevan años intentando cooperar en el terreno de las políticas antiterroristas judiciales y policiales.
Intentan convercer al rey
El presidente François Hollande intentó en vano convencer al Rey de Marruecos, Mohamed VI, durante varios meses, insistiendo en la «independencia» del poder judicial francés. Por parte marroquí, esas protestas y explicaciones tuvieron un éxito sencillamente nulo. La eventual persecución judicial, en Francia, del patrón de los servicios secretos marroquíes hubiese tenido un efecto devastador no solo para las relaciones franco-marroquíes.
El mes de febrero de 2014, la policía francesa tomó una iniciativa excepcional, por decisión judicial: presentar ante la residencia personal del embajador de Marruecos, en Francia, una convocatoria judicial de Abdellatif Hammouchi , responsable de los servicios secretos marroquíes, contra quien existía y existe una querella por complicidad en delitos de tortura.
Rabat interpretó tal convocatoria como una provocación. Semanas más tarde, el ministro marroquí de asuntos Exteriores, Salahedine Mezouar, sufrió un humillante registro policial en el aeropuerto parisino de Roissy-Charles-de-Gaulle. Siguieron varios meses de inquietante guerra fría, con muchos flecos europeos.
Manuel Valls , primer ministro francés, intentó enterrar un largo rosario de malentendidos, declarando solemnemente, ante la Asamblea Nacional, el carácter «excepcional» de la amistad recíproca entre Francia y Marruecos. «Malentendidos» que todavía provocaron otro incidente significativo, el día 11 de enero pasado, cuando Marruecos decidió no sumarse a la gran manifestación internacional contra la barbarie terrorista , cuando François Hollande estuvo acompañado de medio centenar de jefes de Estado y gobierno de cinco continentes. La ausencia de Marruecos en aquella manifestación fue percibida como un síntoma de muy mal augurio.
La amenaza yihadista de la zona Sahel y el sur marroquí ha terminado por precipitar una restauración de la cooperación judicial franco-marroquí, negociada, firmada y sellada por Christiane Taubira y el ministro marroquí de la Justicia.
Ni Francia ni Marruecos han deseado explicar en detalle la naturaleza de las negociaciones que han permitido poner fin, provisionalmente, al menos, a una tensión judicial inflamable. Ambas partes se limitan a comentar el carácter «benéfico» y «muy positivo» de esa negociación. No hay confirmación sobre la exigencia de inmunidad que supuestamente ha exigido Rabat para sus autoridades.
En el terreno bilateral, la ruptura de la cooperación salpicaba al millón y medio de marroquíes residentes en Francia, y los 100.000 franceses residentes en Marruecos.
Mucho más grave, la cooperación entre los aliados de la Europa del sur y el el Magreb había comenzado a sufrir de la tensión entre Rabat y París. La restauración de la cooperación judicial no resuelve todos los problemas pendientes, pero permite relanzar la cooperación antiterrorista en una coyuntura que los especialistas consideran grave e inflamable.
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