¿Por qué ese continuo baile de cifras con los muertos de Boko Haram?
Mientras que algunas fuentes aseguran que los últimos ataques en Nigeria, «los más devastadores del grupo terrorista en su historia», habrían dejado cerca de dos mil fallecidos, el Ejecutivo niega esas cifras
El reciente ataque de Boko Haram a la ciudad de Baga , así como a más de una decena de localidades colindantes del noreste de Nigeria, ha vuelto a brindar esa habitual falta de correspondencia entre las cifras de muertos ofrecidas por el Gobierno y los activistas locales. Mientras que algunas fuentes aseguran que esta embestida, «la más devastadora del grupo terrorista en su historia», habrían dejado cerca de dos mil fallecidos en apenas cuatro días de asedios, el Ejecutivo apenas menciona «unos 150».
La cantinela es ya habitual: Con cada nuevo golpe, gélidas cifras anónimas impiden hacer justicia con los afectados por el radicalismo. Si ya de por sí es complicado saber el número, con su muerte, la identidad se pierde en simple un recuerdo.
Pero, ¿por qué ese baile de cifras?
Primero, antes las dificultades del terreno y que suelen prolongar el viaje de los informadores (o supervivientes) durante varias jornadas desde el lugar del ataque a los centros urbanos. Hay que tener en cuenta, que los tres estados bajo emergencia -Yobe, Adamawa y Borno (aunque los ataques se produzcan en más lugares)-, cuentan con un área similar a la de Grecia.
De igual modo, la falta de cobertura telefónica de estos asentamientos (Boko Haram suele destruir los repetidores de los sitios asediados) dificulta aún más el contacto entre las poblaciones.
Segundo, debido a los intereses particulares del Gobierno nigeriano en no demostrar que están perdiendo esta guerra. Más aún, ahora, de cara a las elecciones generales del próximo mes de febrero. Por ejemplo, a mediados de 2013, Human Rights Watch ponía en evidencia la versión oficial del Ejército nigeriano sobre la masacre ocurrida en abril de ese año en Baga, la misma localidad atacada este mismo mes, y que entonces se cobró la vida de al menos 185 personas . Pese a que fuentes marciales habían confirmado tan solo la destrucción de apenas 30 viviendas en los enfrentamientos con la milicia islamista de Boko Haram, las fotografías de la organización pro derechos humanos identificaban hasta 2.275 edificios destruidos, la mayoría de residentes locales.
Desde el ataque, las fuerzas armadas habían restringido el acceso de los periodistas a Baga, una comunidad de pescadores a orillas del lago Chad, lo que convertía a estos documentos en los primeros extraoficiales sobre el alcance de los combates.
Y por último, ante la mística que envuelve a la milicia islamista y que impide establecer con seguridad qué ataques fueron realmente promovidos por Boko Haram y cuáles no (históricamente, los enfrentamientos entre pastores de la etnia fulani -musulmanes- y los agricultores berom -cristianos y animistas- son una nota ciertamente habitual en Nigeria, ya que el modo de vida de estas comunidades está influenciada de forma capital por el acceso a los acuíferos).
Esto queda demostrado hasta en la incapacidad del propio Ejército en ofrecer una tesis sobre la suerte actual de Abubakar Shekau , líder de Boko Haram. Desde 2009, son continuos los anuncios sobre su presunta desaparición. En agosto de 2013, Defensa aseguraba que Shekau habría muerto tras ser herido en una base insurgente en Sambisa, al noreste del país. A pesar de su anunciado deceso, las grabaciones continuaban. Posteriormente, a finales de septiembre pasado, el portavoz marcial, Chris Olukolade, aseguró que un terrorista identificado con el nombre de guerra de Mohammed Bashir, y quien ejercía de «doble» de Shekau, había fallecido durante un enfrentamiento con las fuerzas armadas.
Para el teniente coronel Sagir Musa, portavoz militar, los recientes vídeos propagandísticos emitidos por Boko Haram donde aparecía Shekau fueron «dramatizados por un impostor para engañar a los miembros de la secta y que continuaran con su lucha». Una herencia de identidad que no sería extraña en Boko Haram. Hasta 2012, cada nuevo portavoz ante la prensa del grupo, por ejemplo, recogía el seudónimo de «Abu Qaqa».
Real o no, lo cierro es que un análisis detallado de los últimas imágenes del líder radical permite observar, eso sí, ciertas diferencias con las primeras grabaciones de la milicia.
Los cambios son mínimos. En sus más recientes grabaciones, entre otras cosas, Shekau no cuenta con una cicatriz en su ceja izquierda, como sí lo hacía en sus comienzos. De igual modo, su nariz se muestra más achatada.
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