Alerta terrorista en Francia

«¿Cómo estas tres tiendas de judíos estaban sin vigilar?»

Ramdan, un francés de familia argelina, vivió de cerca el viernes el ataque a un supermercado de París. «Soy musulmán y esto es un problema», reconoce

«¿Cómo estas tres tiendas de judíos estaban sin vigilar?» LUIS DE VEGA

LUIS DE VEGA

«Feliz año 2015». Los agentes armados rodean junto a este cartel nada premonitorio el supermercado de París en el que un terrorista se atrincheró el viernes matando a cuatro rehenes antes de ser abatido . El viento del amanecer ondea las cintas de plástico de la Policía que rodean el lugar. Detrás, en apenas treinta metros, tres establecimientos de comida judía: La Boucherie Gourmet, Charles Traiteur e Hiper Cacher (la «H» descolgada del letrero tras el atentado). Para los vecinos no fue una casualidad que Amedy Coulibali cometiera aquí su ataque, en concreto en el tercero de los comercios. [ Sigue al minuto toda la actualidad sobre lo ocurrido en Francia ]

La ciudad despierta todavía incrédula . Algunos empleados tratan de llegar a su puesto de trabajo y tratan de convencer a los agentes para que les dejen pasar. Sin abandonar su sorpresa, tratan de recuperar la normalidad cuanto antes. Imposible todavía, les hacen saber los policías.

Ramdan Daikh , empleado de la gasolinera enclavada delante del supermercado Hiper Cacher, lo vio y vivió todo. «Eran las 13 horas. Primero fueron tiros secos. Tac, tac, tac», explica a ABC golpeando su mano izquierda con el puño de su mano derecha. «Después, las ráfagas de arma automática, de kalashnikov. No escuché gritos de "Alá es grande ni nada parecido". Entonces llegó la Policía. ¿Cómo un sitio como este con tres establecimientos judíos no tenía vigilancia?», se lamenta.

Ramdan Daikh tiene 28 años y es musulmán nacido en Francia en el seno de una familia de Orán (Argelia). « Solo una vez he ido a Argelia en toda mi vida. A enterrar a mi padre en 2008 ». Sabe que lo ocurrido delante de su puesto de trabajo el viernes le va a marcar. Las ojeras, que se frota con frecuencia, delatan el cansancio. «Mi cabeza no dejaba de dar vueltas anoche. Soy musulmán y esto ahora es un problema. Si nosotros los musulmanes no encontramos la solución ¿quién lo va a hacer? Los judíos son nuestros hermanos», afirma contundente y dolido.

Coulibali , el joven de raza negra que entró a tiros en el Super Cacher, era conocido de los hermanos Said y Chereif Kouachi , que el miércoles atacaron la sede del semanario satírico «Charlie Hebdo» matando a doce personas . «Si hay que denunciar a Charlie, se denuncia, pero esto...», y Randam corta la frase de forma abrupta con una mueca. «Los trapos sucios se lavan en casa», añade segundos después.

Con los disparos y las primeras escenas de pánico en la calle Ramdan se refugió en una oficina que se halla a escasos metros de los surtidores, junto a La Boucherie Gourmand. Allí coincidió con otros viandantes y algunos empleados de los establecimientos judíos que lograron escapar. Después acabaron en el vecino portal del número 186 de la Course de Vincennes, la avenida escenario de los hechos.

«Sobre las dos o las tres de la tarde los cientos de policías se retiraron. Se hizo el silencio. Es la primera vez en 28 años que veía París muerta », señala dentro del portal agazapado y asomando la cabeza por la puerta de forja negra, tal y como observó la escena. «Cinco minutos antes de las cinco los policías nos hicieron salir a la carrera en fila con nuestra mano en el hombro del que nos precedía. Fue llegar a la altura de la iglesia y empezar a escuchar las explosiones. Pum, pum, pum, pum». El asalto había comenzado.

Su compañera en la gasolinera, que no estaba en viernes, escucha con la misma atención que el reportero. Alrededor, el barrio trata de recuperar el aliento. Con las primeras luces algunos salen a correr, otros a hacer la compra, otros a por la prensa. Los cafés son sedes de improvisadas tertulias en los que se analiza lo ocurrido y se lee la prensa .

«Menos mal que mi padre se ha ahorrado todo esto», concluye el joven Ramdan Daikh mientras cobra a uno de los clientes que, iPhone en mano, graba el lugar de la última matanza de París. Delante, el cartel que felicita el 2015 deseando optimismo, prosperidad, paz y serenidad.

«¿Cómo estas tres tiendas de judíos estaban sin vigilar?»

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