Rousseff presenta una agenda económica liberal pero se abraza al eje bolivariano
La presidenta reelecta de Brasil se reúne con Maduro y nombra a un extécnico del FMI ministro de Economía
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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, abrió la agenda de su segundo mandato con una reunión con su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, dando señales de que su prioridad internacional seguirá basculando hacia la izquierda, con los gobiernos nacionalistas y bolivarianos de Latinoamérica, en la primera fila, pero en lo economico, el punto más débil en su primer gobierno, Rousseff nominó un ministro banquero. Al mimso tiempo anunció recortes y medidas que hacen pensar más en una política de derechas. La receta fue la misma usada con éxito por su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva.
Nicolás Maduro le pidió a Rousseff apoyo económico para afrontar la crisis que arrastra Venezuela desde hace más de un año, por la caída de los precios del petróleo, principal ingreso de la economía de ese país. «Tenemos una base muy bien construida de confianza política. Fue una reunión muy productiva», declaró el venezolano al salir de la reunión. Según él, ambos países «dinamizarán la relación al máximo nivel» con encuentros trimestrales como los que mantenían sus antecesores Lula da Silva y Chávez. La intención de esas reuniones, señaló Maduro, será realizar un «proceso conjunto de industrialización» con énfasis en el desarrollo tecnológico.
Mal negocio
La relación de los Gobiernos de Lula, y ahora de Rousseff, con Chávez y Maduro es considerada polémica por algunos medios y analistas locales, que consideran que ambos presidentes del Partido de los Trabajadores (PT) se relacionan muy bien con presidentes autoritarios. La relación de Brasil con Venezuela, a su vez, ha sido vista como un mal negocio para Brasil, que recibe muy poco a cambio.
Rousseff, de 67 años, comenzó su segundo mandato anunciando que retomará el crecimiento de la economía, el talón de Aquiles de su gestión anterior, un ajuste de las cuentas públicas, aumento del ahorro interno, la ampliación de la inversión y la elevación de la productividad, con el menor sacrificio para los más pobres. La receta es del nuevo ministro de economía, Joaquim Levy, un respetado técnico con trayectoria en bancos internacionales como el Banco Mundial y el FMI, y en el Bradesco, uno de los mayores del país, que no ha sido muy bien recibido por la izquierda, pero que es muy bien visto por el sector empresarial. Levy debe asumir estrategias que Rousseff les criticó a sus adversarios durante la campaña, y que evitó en su primer Gobierno, por considerarlas a la derecha.