EE.UU. mantiene su percepción de primera potencia mundial
Los analistas norteamericanos creen que se han reducido las distancias con otros países, especialmente China, pero su liderazgo no está en peligro
¿Está Estados Unidos en declive? Es la pregunta que libros, ensayos y debates tratan de responder desde hace unos años en la primera superpotencia mundial. La respuesta mayoritaria es que no, que EE.UU. no marcha hacia atrás como potencia política o económica, lo que ocurre es que otros —singularmente China— van hacia adelante, de forma que el peso relativo de Washington en el mundo puede ser menor.
Aún así, ningún analista estadounidense de importancia cree que China vaya a erigirse en la única superpotencia global, un puesto que EE.UU. venía ocupando desde la caída de la URSS, pero que no dejaba de ser una anomalía histórica. Lo normal, según los «think tanks» de Washington, es que se vaya a un mundo bipolar EE.UU.-China, aunque más abierto que el de la Guerra Fría, o más probablemente a un orden internacional plural, con diversas potencias, de diferente peso, actuando en combinaciones.
Aunque no haya declive, los estadounidenses sí perciben un encogimiento del liderazgo de EE.UU. en el mundo. Los sondeos culpan de eso a la política exterior de Barack Obama.
Robert Kagan, autor de «The World America Made», se ha quejado de que, con Obama, EE.UU. ha pasado a ser una «superpotencia ambivalente»: una superpotencia que lo es pero que se resiste a ejercer como tal. Investigador de Brookings Institution, el «think tank» de mayor prestigio de Washington, Kagan destaca el carácter de «nación indispensable» que EE.UU. ha tenido desde la II Guerra Mundial, cuyo papel de salvaguarda de libertades y seguridad en el mundo le es solicitado por muchos países.
No solo economía y ejército
Kagan habla de la «paradoja» de Obama: «el presidente supuestamente conduce una política exterior a tono con la opinión pública, pero su política exterior no es popular». Concluye que, si bien el pueblo norteamericano está cansado de las guerras de Irak y Afganistán, valora aún más el liderazgo efectivo en el mundo. De ahí la baja popularidad de Obama en las encuestas, que se tradujo en un castigo electoral en las legislativas del 4 de noviembre.
Al margen del peso coyuntural que pueda dar a EE.UU. una Administración concreta, otros analistas coinciden en evitar todo nerviosismo ante el avance de China. Unos recuerdan que ya en los años 80 los estadounidenses temían el «peligro amarillo» que suponía Japón, y otros mencionan las ventajas geoestratégicas de la ubicación de uno y otro país.
En un artículo sobre los «Mitos del declive de América», Ian Bremmer, presidente de la compañía de estrategia Eurasia Group, recuerda el «boom» energético en el que se encuentra EE.UU., su «inigualable» sistema universitario y de investigación, así como sus buenos índices demográficos (tendrá cien millones de habitantes más en 2050, con un incremento del 40 por ciento de la fuerza laboral). Por el contrario, según destaca Bremmer, China tiene que afrontar difíciles reformas y sufre el envejecimiento de su población. Además, EE.UU. seguirá siendo durante tiempo «la única potencia capaz de proyectar poder militar en cada región del globo».
David Ignatius, seguido columnista de política exterior, ha mencionado en sus artículos el renacimiento de las manufacturas que se está registrando en Estados Unidos, en parte por la subida de salarios en China. También Charles Kupchan, investigador del Council on Foreign Relations, ha negado un declive en su libro «No one´s world», en el que, no obstante, considera que vamos a un orden mundial más plural que EE.UU. ya no controla.
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