Cruzada por el nombre de Alá en Malasia
Las autoridades, de mayoría musulmana, prohiben a los cristianos referirse a Dios a la manera tradicional
Dios, no. Señor, sí. Estas Navidades, los cristianos de Malasia ya no pueden referirse al Dios de la Biblia con su traducción al malayo, que es «Alá», sino que deben utilizar la palabra «Tuhan», que significa «Señor». Así lo decidió en verano el Tribunal Federal, la más alta corte del país, tras un largo proceso judicial que empezó en 2007, cuando el Ministerio del Interior prohibió utilizar la palabra «Alá» al semanario católico «Herald» , que había sido fundado en 1994 por la Archidiócesis de Kuala Lumpur como una publicación quincenal.
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Más allá de la mera cuestión etimológica, se trata de un nuevo ejemplo de la radicalización islámica que está viviendo Malasia, un país que hasta ahora era ejemplo de convivencia entre sus distintas comunidades étnicas y religiosas. Con 30 millones de habitantes, el 60 por ciento de la población lo componen musulmanes de la mayoritaria etnia malaya, seguida de un 19 por ciento de budistas chinos, un nueve por ciento de cristianos, un seis por ciento de hindúes y el resto repartido entre animistas, sijs, confucianos y taoístas.
Tribunal de la «Sharía»
Pero, en los últimos tiempos, han dado la vuelta al mundo numerosas noticias que han roto la imagen de nación moderna, tolerante y desarrollada que venía cultivando Malasia.
En febrero de 2010, y por orden de un tribunal de la «Sharía» (ley islámica) que impera para los musulmanes, tres mujeres fueron azotadas en una cárcel de Kuala Lumpur por mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Era la primera vez en la historia de Malasia que dicho castigo físico se aplicaba sobre las mujeres. Una sentencia similar anterior, que había recaído sobre la modelo Kartika Sari Dewi Shukarno por beber cerveza en el bar de un hotel, fue al final perdonada.
Aunque los tribunales de la «Sharía» han dejado a un lado los azotes, la Policía de la Moral sigue registrando los hoteles en busca de parejas no casadas y la justicia ha reabierto viejos procesos con raíces religiosas. Una de ellas encausa al líder de la oposición, Anwar Ibrahim , a quien un antiguo ayudante denunció por abusos sexuales en junio de 2008. Paradójicamente, los cargos no son por violación, sino por sodomía, una acusación muy grave porque la homosexualidad, incluso consentida, está contemplada como delito por el artículo 377-B del Código Penal y penada con hasta 20 años de cárcel. Curiosamente, Anwar Ibrahim ya fue condenado por un caso similar en 1998, cuando era viceprimer ministro, y tuvo que pasar seis años en la cárcel, hasta que el Tribunal Supremo revocó la condena.
Denunciado de nuevo en 2008, el juez le exculpó por falta de pruebas en 2012, pero el Tribunal de Apelaciones volvió a abrir el caso en marzo, justo un mes antes de las elecciones al estado de Selangor, a las que no pudo presentarse por estar imputado. Por ese motivo, Anwar acusa directamente al Gobierno del primer ministro Najib Razak de orquestar una campaña judicial en su contra, ya que el ascenso de su formación política, el Partido de la Justicia Popular (Keadilan), amenaza la hegemonía del Frente Nacional (Barisan), que engloba a una coalición liderada por la Organización Nacional para la Unidad Malaya (UNMO) y gobierna el país desde la independencia en 1957.
La otra causa es la que afecta al semanario católico «Herald» y su cruzada por imprimir el nombre de «Alá» para referirse al Dios de la Biblia en lengua malaya. Tras la prohibición del Ministerio del Interior, su editor, el sacerdote jesuita Lawrence Andrew, recurrió ante el Tribunal Superior, que falló a su favor en diciembre de 2009. Dicha sentencia provocó un estallido de la tensión interreligiosa y once iglesias y un templo sij fueron atacados con artefactos incendiarios y pintura, a lo que siguió el vandalismo contra varias capillas y morabitos, donde también se arrojaron cabezas de cerdo, un animal considerado impuro por los musulmanes, y una botella de ron, ya que el Corán prohíbe beber alcohol.
Pero, en octubre de 2013, el Tribunal de Apelaciones revocó el fallo y volvió a motivar otro recurso del «Herald», esta vez ante el Tribunal Federal, la máxima instancia judicial de Malasia. En junio, los siete magistrados de dicha corte ratificaban, por cuatro votos contra tres, la decisión del Tribunal de Apelaciones.
«Vamos a estudiar los argumentos legales de la sentencia para pedir una revisión, ya que el Tribunal Federal ha confirmado el fallo, pero ha rechazado, como decía el de Apelaciones, que el uso de la palabra «Alá» no es esencial de la fe cristiana», explica el padre Andrew a ABC en la redacción del «Herald». Aferrándose a dicho razonamiento, el editor pretende seguir librando batalla «porque los cristianos hemos venido usando el nombre de Alá en lengua malaya desde la colonización portuguesa y la evangelización de estas tierras por san Francisco Javier en el siglo XVI». Como prueba aporta dos libros de oraciones, uno de 1890 y otro de 1905, donde el término en latín «Deus» es traducido al malayo por «Allah».
La exclusividad de Alá
Dicha palabra procede del árabe y sus orígenes se remontan, según algunos eruditos, al sirio, hebrero o arameo, la lengua de Jesucristo, para referirse a Dios, Alá o a cualquier otro ser superior incluso antes de Mahoma. «Hasta un Diccionario del Vaticano del siglo XVII hace esta misma traducción, pero el Gobierno está intentando registrar la exclusividad de la palabra «Alá», como si tuvieran el «copyright», con fines políticos», critica el padre Andrew. A su juicio, el Ejecutivo apela así a los votantes musulmanes para «reforzar el nacionalismo malayo frente a otras etnias, como cristianos, chinos o indios, y seguir manteniéndose en el poder».
Una opinión que no comparte el muftí (experto en derecho musulmán) del Departamento Religioso de Kuala Lumpur, Zulkifli Mohamad Al-Bakri, que pertenece al Gobierno. «En la lengua malaya, “Tuhan” es un nombre común que sirve para referirse a cualquier divinidad, ya sea cristiana, india o de otra religión, pero “Alá” es un nombre propio que se usa solo para el dios musulmán», asegura a ABC el muftí, que insiste en que «el Gobierno y la Constitución garantizan la libertad religiosa en este país».
Aunque los cristianos de otros países islámicos, como Indonesia, utilizan «Alá» indistintamente para el dios cristiano o musulmán, el muftí se ampara en que «Malasia es diferente por nuestra tradición y nuestra cultura». Además, señala que los cristianos, y en especial los católicos, usaban antes la palabra «Tuhan» (Señor) y desde hace poco recurren al término «Alá», pero no entra a valorar si es una amenaza para el islam. Tampoco comenta si existe riesgo de fractura social por esta tensión religiosa, porque «eso se basa en la percepción de cada uno», ni si es razonable que un musulmán que se convierta a otra fe pueda ser acusado legalmente de apóstata por cambiar de religión. Y es que los miembros de la mayoritaria etnia malaya deben ser musulmanes por ley porque así lo establece el artículo 160 de la Constitución. Aunque la apostasía no es perseguida por los autoridades, se calcula que hay unos 300.000 conversos que ocultan su fe ante familiares y amigos.
Para evitarse problemas, la mayoría permanece en el anonimato, pero los problemas aparecen al casarse y tener hijos. Ante la imposibilidad de contraer matrimonio por la iglesia y bautizar a sus niños, muchos de estos conversos ocultos optan por emigrar a Estados Unidos o Europa para vivir su fe en libertad.
A pesar de este miedo imperante, una mujer musulmana que se convirtió al cristianismo en 1990 y fue bautizada ocho años después se atevió a desafiar a los tribunales exigiendo su derecho legal a escoger su religión. Nacida en 1964 en el seno de una familia musulmana, Azlia Jailani consiguió cambiar su nombre por Lina Joy en su carné de identidad, pero el Tribunal Federal rechazó en 2007 su petición para borrar del mismo la palabra «Islam».
Por dos votos contra uno, la sentenció negó su derecho a cambiar de religión porque, para ello, debería acudir a un tribunal de la «Sharía» y ser considerada una apóstata. Una exigencia a la que Lina Joy se negaba porque, al haberse convertido al cristianismo, no quería regirse bajo las normas musulmanas. Forzada a vivir oculta por la presión popular, Lina Joy tuvo que abandonar Malasia al perder su particular cruzada por la libertad religiosa.
Estrategia gubernamental
«En realidad, la batalla por el nombre de “Alá no es más que una estrategia del Gobierno para apelar a los sentimientos religiosos de los votantes más incultos y mantenerse en el poder», expresa el sentir general de la calle Ismail, un taxista musulmán, de camino a la Mezquita Nacional en Kuala Lumpur. Entre las miles de personas que allí se congregan para la oración del viernes hay de todo: desde respetables hombres de negocios y ejecutivos hasta jóvenes barbudos al más puro estilo yihadista pasando por el ex primer ministro Mahathir Mohamad, quien dirigió Malasia entre 1981 y 2003.
A pesar de sus diferencias de fe, con la opinión de Ismail coincide Rachel Sebastian, una maestra india de 31 años, en la misa del sábado celebrada en la también abarrotada Catedral de San Juan. «La prohibición judicial, que tiene motivos políticos, es estúpida porque los cristianos decimos tanto “Alá” como “Tuhan” para referirnos a Dios, y así seguiremos haciéndolo de forma oral aunque no nos permitan imprimirlo por escrito», promete mientras el coro entona el primer salmo. Haciendo frente al veto judicial, los cristianos de Malasia siguen adelante con su cruzada por el nombre de Alá.