Las reformas económicas de Matteo Renzi afrontan una huelga general en Italia
Los sindicatos convocan para hoy una jornada de protesta contra la flexibilización de los despidos y los austeros presupuestos de 2015
Italia se paraliza hoy en una jornada de protesta contra la política económica de Matteo Renzi. Bajo el lema «Así no va», los sindicatos Cgil, Uil y Ugl han proclamado una huelga general de ocho horas que afectará a todos los sectores privados y públicos, incluidos el transporte, la enseñanza y la sanidad. La protesta se dirige contra la reforma laboral, contra unos presupuestos que quisieran más expansivos y contra la reforma de la administración pública. Los sindicatos están dispuestos a hacerse notar en la calle y han organizado 54 manifestaciones en toda Italia. Por decreto, al considerar que hay una «excesiva concentración de agitaciones», el Gobierno quiso impedir la huelga en el transporte ferroviario, lo que suscitó la ira de Susanna Camusso, la secretaria general de la Confederación General de Trabajadores (Cgil), sindicato ligado al Partido Democrático (PD), del que es secretario general Matteo Renzi. «Se trata de un hecho gravísimo, porque es una explícita violación de la ley», afirmó Camusso. Al final, el Gobierno dio marcha atrás.
Los sindicatos acusan a Renzi de no hacer nada para atraer nuevas inversiones en Italia y piden un cambio de la reforma laboral y de la ley de presupuestos, que tenga como eje «el trabajo y las políticas industriales».
Cuando se hizo con el poder Matteo Renzi, de 39 años, prometió una serie de reformas para superar el inmovilismo que desde hace decenios atenaza a Italia. Eran fundamentalmente cuatro: reforma constitucional, cambio de la rígida legislación laboral, transformación del lentísimo sistema de la justicia civil y agilización de la costosa administración pública. Eran reformas que contaban con un consenso popular que comienza a declinar.
Las críticas más fuertes se concentran contra la nueva ley pomposamente bautizada «Jobs Act» que facilita el despido y elimina algunas de las actuales protecciones de los trabajadores. Aunque los sindicatos reconocen que las graves dificultades económicas de Italia no son solo culpa de Renzi, sino que nacen de la falta de una clara política industrial en los últimos 20 años.
Los sindicatos ya han anunciado que las protestas continuarán hasta que Renzi se sienta con ellos a negociar. Pero el primer ministro ya dejó muy claro que no se deja intimidar y rechaza negociar los matices de la reforma con los sindicatos, cuyas políticas considera anticuadas: «Es como coger un Iphone y decir: ¿dónde meto la moneda para hablar? O como coger una máquina fotográfica digital e intentar meterle una vieja película ». En defensa de la nueva ley laboral, Matteo Renzi argumenta que permitirá crear nuevos puestos de trabajo (el desempleo supera el 13 %) y será beneficiosa para los jóvenes (43% de paro para quienes tienen entre 15 y 24 años).
Recesión
La huelga general de hoy es solo un ejemplo, aunque muy sintomático y grave, de las enormes dificultades que Renzi encuentra para sacar al país de la crisis. El hombre de la calle confió en que el arrojo y el dinamismo del joven primer ministro supondría también una mejora económica, como él mismo prometía con gran autoconfianza. Pero el país ha entrado en recesión, las reformas siguen en su mayoría empantanadas y la situación económica ha empeorado con el país hundido en una larga recesión: la renta real de los ciudadanos es hoy más baja que hace 15 años y la deuda externa no deja de aumentar, llegando a superar los dos billones de euros, casi el 130% del PIB.
Si bien en muchos aspectos Renzi es «un político revolucionario», según lo ha definido «The New York Times», por la fuerza de su carácter y deseos de cambio, su capital de confianza está declinando ostensiblemente. Aunque todavía es alto: llegó a superar el 60% de apoyo en las encuestas y hoy no llega al 50%. El atasco de las reformas ha llevado incluso al presidente de la República, Giorgio Napolitano a realizar un amargo balance de los dos últimos años en el que denunció «el grave decaimiento de la política» al tiempo que tildó la antipolítica de Beppe Grillo (sin mencionarle)_de «subversiva». El jefe del Estado dio la voz de alarma ante la patología populista, que cataliza la rabia de los ciudadanos y que puede «degenerar en violencia». Al tiempo que puso también el acento en la degradación moral y social que se extiende en Italia. En la mente del presidente estaba sin duda el gran escándalo de corrupción en el Ayuntamiento de Roma, del que se beneficiaba una amplia red mafiosa, de las que han sido detenidas hace una semana 37 personas. Este terremoto vivido en la capital –perfecta metáfora de la degradación vivida en todo el país– ha influido sin duda en que la agencia Standard & Poor’ s haya bajado la calificación de Italia a BBB negativo, es decir, a solo un paso de la categoría de bono basura.
La amargura del presidente de la República estaba llena también de reproches a la clase política, por haber sido incapaz de completar las reformas indispensables por las que desde hace años viene luchando el propio Napolitano. Ni siquiera se ve claro en el horizonte el cambio de la ley electoral, que Matteo Renzi había puesto como prioritario en el marco de su reforma institucional. Renzi la quería aprobar incluso antes de que acabara el mes de diciembre, pero se considera imposible dar tal paso, a la vista de la dura oposición que está encontrando en el Parlamento, donde se enfrenta incluso a la rebeldía del ala izquierda del partido Democrático. Para mayor enfado de Matteo Renzi, el proyecto del gobierno sobre la ley electoral perdió una votación en una comisión parlamentaria quedándose en minoría. Renzi se ha visto obligado a amenazar con elecciones anticipadas en primavera, si no se aprueba con urgencia la reforma de la ley electoral.
Es el clima de tensión y disgusto que se refleja en esta frase de Matteo Renzi a sus colaboradores: «Si fracasamos nosotros, a Italia llegará la Troika. ¿Habéis oído lo que ha dicho Juncker?» Renzi se refería a una declaración del presidente de la Comisión, que ha causado la indignación del gobierno italiano: «O hacen las reformas o las consecuencias no serán agradables», advertía Juncker a Italia y Francia. En definitiva, ni siquiera la reforma laboral, bien acogida por los empresarios y Bruselas, será suficiente para relanzar la economía italiana. Renzi suscitó muchas esperanzas, pero aún se le piden progresos concretos.
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