Los fallos más clamorosos de la CIA
El escándalo de las torturas inútiles se suma a otros fiascos mayores en las casi siete décadas de vida de la Agencia
James Woolsey, director de la CIA al comienzo de la Administración Clinton, intentó explicar con ayuda de una parábola —entre selvática y mitológica— el inquietante reto que representaba el final de la Guerra Fría para los servicios de inteligencia de Estados Unidos: «Durante 45 años hemos estado luchando contra un enorme dragón, lo hemos eliminado y ahora nos encontramos en mitad de una jungla llena de serpientes venenosas. El problema es que las serpientes son mucho más difíciles de detectar que el dragón. Y no podemos limitarnos únicamente a pensar en lo probable».
Desde que la Unión Soviética dejó de existir en las Navidades de 1991, la CIA ha demostrado grandes dificultades para detectar y enfrentarse a esas nuevas serpientes venenosas, algunas de enorme tamaño y gravísimas consecuencias. Por mucho que los servicios de inteligencia suelan insistir en que su trabajo es desagradecido casi por definición, porque sus fallos son públicos y sus éxitos permanecen en secreto.
En 1998, la CIA se cubrió de gloria al no detectar el peligroso foco de proliferación nuclear protagonizado por la India y Pakistán. Ya entonces se formularon excusas que hoy forman parte del paisaje en Washington: carencia de fuentes clandestinas, incapacidad para analizar todo el material disponible o dificultades de todo tipo a la hora de valorar indicios sospechosos.
De no enterarse del salto nuclear en Asia, la CIA pasó a la falsa atribución de armas de destrucción masiva al régimen de Sadam Husein. Con una contagiosa y peligrosa mentalidad de grupo, según denunció la correspondiente pesquisa del Senado, la agencia terminó validando los argumentos de la Administración Bush para justificar el uso de la fuerza en Irak.
La ofensiva terrorista de Al Qaida contra el World Trade Center y el Pentágono también pasó por debajo de su radar, al igual que la irrupción este mismo verano del llamado Estado Islámico. Parece que los problemas de la CIA no se han resuelto con la multiplicación de recursos y la profunda remodelación acometida tras el 11-S.
Con el escándalo de las inútiles torturas confirmadas esta semana por el Senado, la CIA parece atascada en su etapa más difícil desde su fundación por el presidente Truman tras la Segunda Guerra Mundial. Del dominio público son sus problemas de personal, la baja moral entre sus filas, la cuestionable multiplicación de contratistas, agentes con ganas de escribir libros y todos sus roces politizados con la Casa Blanca.
En su magistral biografía de la CIA (»Legacy of Ashes»), el periodista Tim Weiner considera tan increíble como peligroso el fracaso del «país más poderoso en la historia occidental a la hora de crear un servicio de espionaje de primera clase.
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