Argentina
Tres lugares diferentes para romper, sentir y hablar
El mejor ejemplo de algo insólito es The Break Club, una casa del barrio de Palermo donde los clientes llegan con el odio o contra su ex jefe, novio o novia
![Tres lugares diferentes para romper, sentir y hablar](https://s2.abcstatics.com/Media/201412/10/the-break-club--644x362.jpg)
Algunos son didácticos, otros están pensados para descargar la tensión con la fuerza bruta y los excepcionales, funcionan para relajarse o descubrir el placer de los sentidos. Se trata de bares, restaurantes y espacios para matar las horas después del trabajo. También, para recordar a los olvidadizos que la vida es un cajón infinito de sorpresas.
El mejor ejemplo de algo insólito es The Break Club , una casa del barrio de Palermo que antes frecuentaban solo hombres y en los últimos tiempos las mujeres se van abriendo camino… a codazos o a golpes. Los clientes llegan con el odio o la ira a flor de piel contra su ex jefe, contra el actual o fuera de sus casillas porque un novio o novia les ha plantado… Las razones de la furia son diversas y el deseo de venganza, aunque sea virtual, irrefrenable.
No son pocos los que acuden con fotografías del ser odiado pero la mayoría se conforma con imaginar que el ordenador o la televisión que acaban de hacer añicos era la cabeza de ese ser que, sienten, les arruinó la vida.
Antes de la operación destrozo los organizadores entregan un mono y un casco para evitar accidentes. Hay un «menú» establecido para la «catarsis» y otro «a la carta». Un ejemplo de este último, aclaran los organizadores, sería pedir para destrozar, «una sala llena de monitores». Todo, al gusto y según los deseos del cliente.
Es de acceso libre a partir de los 18 años y los responsables de la propuestas están convencidos de que, de verdad, sirve. Los psicólogos aseguran que está demostrado el efecto liberador de adrenalina que tiene la actividad física. «Después de unos cuentos golpes llega el agotamiento y con él –insisten- se liberan endorfinas que nos hacen sentir mucho mejor», explican en su web.
El abanico de opciones incluye organizar fiestas «para dos y tres personas, grupos, despedidas de solteros/as» o «eventos empresariales». Hay ofertas con descuentos para los reincidentes.
En Buenos Aires se pueda saltar de la barbarie a un lugar más próximo a la civilización… de los sentidos. Parafraseando una de James Bond, el Club del Silencio no es para sus ojos.
La experiencia, sólo con reserva, es para los viernes y sábados por la noche. La cita, en el barrio de Villa Crespo, pegado al de Palermo reúne a un máximo de 28 personas. A partir de las once de la noche, se sumergen en un festival de los sentidos conocidos y de las sensaciones por conocer. Todo una aventura que se realiza con los ojos vendados. El espectáculo juega con olores, sonidos o músicas pensadas para despertar la imaginación de los presentes. En realidad, según reconocen los responsables, la idea es ir más allá y descubrir qué hay en el fondo del cerebro de cada cual. Dicho con sus palabras, «un sueño a ojos cubiertos paseando por distintos rincones de la mente, despabilando los sentidos a través de canciones y sensaciones que se irán entremezclando», anticipan.
Lo que hay en alguna parte de la cabeza de la juventud y en especial de los «ni-ni» suele ser un interés por aprender idiomas. Con el futuro lleno de obstáculos, la suma de lenguas da como resultado mejor calificación en una hipotética selección de empleo. En Mundo Lingo (algo así como encuentro de idiomas en esperanto) lo tienen claro. Se trata de una propuesta diversificada en varios bares del «microcentro» de Buenos Aires, que ha logrado reunir gente de hasta 130 países.
Al mes, según sus organizadores, acuden más de dos mil personas dispuestas a conocer gente y tratar de aprender o mejorar los idiomas conocidos o por conocer. The Temple Bar, Soria y Oliver´s Club son los lugares elegidos.
Cada persona es identificada con un adhesivo en la solapa del idioma materno y a continuación con otros con los que se desenvuelve bien. Las reuniones son martes., miércoles y viernes. Lo mejor es que las «clases» son gratis, divertidas, se hacen amigos y de paso, comparten una copa y una pizza, que es muy porteño.