Populismo sin ideario: de Le Pen a Podemos

El populismo, como los predadores, logra sus capturas electorales en cualquier sitio

Populismo sin ideario: de Le Pen a Podemos reuters

ramón pérez maura

El populismo no es ni de izquierda ni de derecha. Como los predadores, logra sus capturas -electorales- en cualquier sitio. Adapta su discurso a las necesidades de cada momento. Incluso ante instituciones tan poco volubles como la Iglesia y el Papado, el populismo puede pasar de la descalificación un día al aplauso ostentoso desde el escaño de Estrasburgo en otra jornada. No es una cuestión de ideología ni de principios. Es una estrategia de fomentar el descontento para después cosechar sus votos.

La caída del Muro de Berlín, de la que acabamos de conmemorar su vigésimo quinto aniversario, supuso la derrota del totalitarismo comunista como alternativa a la democracia liberal. Pero no llevó consigo «el fin de la Historia» del que habló Francis Fukuyama. Y no porque desde fuera de las instituciones se diera un acoso continuado por parte de los totalitarismos de inspiración religiosa que ven en la democracia liberal el símbolo de las libertades occidentales. La victoria no fue total porque todo equilibrio político genera automáticamente un descontento que, antes o después, origina una alternativa. Y, en ocasiones, también una alternancia.

Tras la supresión del Telón de Acero, el primer aldabonazo populista contra la democracia liberal se dio en Austria, donde en las elecciones legislativas de 1999 el partido más votado fue el FPÖ del populista de ultraderecha Jörg Haider. Haider logró presentarse como la alternativa a veinticinco años de gobiernos de gran coalición entre los socialdemócratas del SPÖ y los conservadores del VPÖ. En el año 2000 FPÖ y VPÖ formaron una coalición encabezada por los conservadores. Le llovieron las sanciones a Austria, pero un comité de sabios, en el que participó Marcelino Oreja Aguirre, llegó pronto a la conclusión de que las sanciones eran contraproducentes y fueron levantadas. En las legislativas de 2002 el partido de Haider fue laminado.

A lo largo de la última década se ha ido extendiendo la presencia de populismos de programa electoral utópico -por ser generosos en la descripción- como alternativa a los partidos más o menos consolidados. La gestación de los mismos es diversa, pero tienen características comunes. El populismo más consolidado histórica y electoralmente probablemente sea el del Frente Nacional francés, una formación nacida en 1972 que tuvo su primer momento de gloria en las elecciones europeas de 1984 con el 11 por ciento de los votos y 10 escaños. El presidente Mitterrand vio ahí la posibilidad de romper a la derecha francesa y decidió imponer el sistema proporcional en las legislativas de 1986 lo que dio al partido de Le Pen 35 escaños. El Partido Socialista pagaría sus culpas en las presidenciales de 2002, cuando Le Pen le impidió disputar la segunda vuelta a Chirac. Ese populismo ya tenía sólidas bases electorales.

El populismo ha tenido rasgos claramente izquierdistas en países como Italia, con el Movimiento Cinco Estrellas o en Grecia con Syriza. En el caso italiano se engendró durante el Gobierno de Silvio Berlusconi, otro tipo populista de ideología difusa, y eclosionó en las elecciones generales de 2012, con un débil Mario Monti en el Gobierno. Baste resumir el escenario planteado por este partido diciendo que en aquellas elecciones su líder, Beppe Grillo, no pudo presentarse por sufrir una condena que lo inhabilitaba políticamente… En el caso de Syriza el discurso populista tenía un terreno mucho más fértil tras los años en que el Pasok y Nueva Democracia se habían repartido el poder y habían llevado el país a la ruina y el doloroso rescate de la UE. Y Syriza se ha convertido en un modelo para partidos como Podemos, que invitó a su líder, Alexis Tsipras, a su congreso constituyente en Madrid.

Pero sin duda el caso de populismo más pasmoso de Europa en esta hora es el del Reino Unido. Quien allí lucha contra el sistema -europeo- es el UKIP. Los tres grandes partidos tradicionales tendrían la culpa de la «sumisión» del Reino Unido a Europa. Hay un mal lejano que es el responsable de todos los problemas locales. Se llama Bruselas. Y como cualquier populismo, de Le Pen a Pablo Iglesias, la solución pasa por derribar el sistema y rehacerlo a su imagen y semejanza. Como todos los populismos, UKIP no aguanta diez minutos de análisis riguroso. Por ejemplo, detestan todo lo europeo, pero no existirían como partido si en las elecciones europeas se hubiera empleado el sistema electoral tradicional británico.

La amenaza populista es creciente. Le Pen e Iglesias parecen dos protagonistas diferentes, pero si los analizan cuidadosamente verán que son lo mismo.

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