Disturbios en Ferguson (EE.UU.)
El San Luis ‘blanco’: «No nos sentimos seguros»
El suburbio de Clayton, a pocos kilómetros de Ferguson, es la otra cara de la moneda de la sociedad de Misuri. Blanco, rico y amable, aquí se percibe la tensión racial de otra manera

Los edificios de Ferguson siguen tatuados con planchas de conglomerado para proteger las puertas y ventanas de las viviendas y negocios. Pero, en la tercera noche desde la polémica no imputación del policía Darren Wilson, este suburbio de San Luis ya no es el campo de batalla de los dos días anteriores. La nieve ha enfriado los ánimos y en la madrugada del Día de Acción de Gracias apenas hubo incidentes. La rabia y la indignación, sin embargo, permanecen en las conversaciones de Ferguson: la tensión racial, el doble rasero de la policía, la injusticia cometida con Michael Brown –el joven al que disparó Wilson-, las dudas sobre la actuación de la fiscalía…
No hay que irse muy lejos para encontrar una realidad distinta. Los 20 kilómetros que separan a Ferguson de Clayton –otro suburbio de San Luis- no reflejan la distancia real entre ambos: el segundo es blanco, rico y amable, como la gran mayoría del Medio Oeste que vive a espaldas de los conflictos raciales y las bolsas de pobreza.
Aquí están los juzgados donde un jurado consideró que Wilson no debería ser imputado y el mando central de la policía de la zona. En la esquina contraria de la comisaría, en el pub J.P. Fields, Jerry Thurman se toma una cerveza mientras mira un partido de baloncesto universitario. «Estoy de acuerdo con la no imputación. El policía estaba amenazado», dice. Ha pasado la mayor parte de sus 50 años aquí, como médico, y asegura que los sucesos en Ferguson «han aumentado nuestro temor. No sabes lo que puede pasar, incluso en una zona buena como Clayton. No nos sentimos seguros, el lunes y el martes me quedé en casa y encendí todas las alarmas».
Aunque Thurman niega que San Luis sea racista, reconoce que hay «un doble rasero» de la policía hacia los negros, «pero algunos jóvenes lo favorecen con su matonismo».
En la misma barra, dos amigos tienen un discurso más fuerte. No quieren dar sus nombres, pero tienen cerca de 40 años y responden al perfil de la zona: pulcros, sonrientes, contenidos, abogado y financiero. «No hay un elemento racista extremo en la sociedad de Saint Louis», dice uno. «La gente habla de connotaciones racistas como una excusa», colabora el otro. Ambos están de acuerdo con la no imputación de Wilson –«se llevó a cabo el proceso, se pusieron los hecho sobre de la mesa»- y acusan a organizaciones «de justicia social» de haber «secuestrado las protestas en Ferguson «para crear violencia y «perturbar la normalidad en la sociedad».
Reconocen que la policía trata de forma diferente a la gente, pero no por la raza: «La división se basa en el estatus económico».
«En Ceuta se discrimina por raza mucho más»
Uno de ellos, militar en la reserva, dice que EE.UU. es muy tolerante con las minorías y que donde de verdad hay «discriminación racia» es en Europa. Llega a poner a España como ejemplo: «En Ceuta, cuando cruzas la frontera, se discrimina por raza mucho más». El otro aprovecha para cargar contra Washington: «Obama ha perdido una oportunidad para ponerse del lado de la policía», recrimina, después de que el presidente dijera esta semana que «no había excusas» para que los agentes usaran una fuerza excesiva contra los manifestantes pacíficos o los periodistas.
En la calle, bajo la nieve, el cocinero Neil Al-Kobri, de 33 años, fuma un cigarrillo, recién escapado de la cocina de Bocci, el restaurante en el que trabaja. Le acompaña su amigo Rahul Nemani, 27 años e ingeniero aeroespacial. Son de origen palestino e indio, respectivamente, lo que les convierte en una excepción en Saint Louis, donde es raro encontrar alguien que no sea blanco o negro. Ellos están en contra de la decisión del jurado y reconocen –incluso han sufrido- el doble rasero policial. «Hay mucha tensión racial en la zona, no hay mezcla de razas, es una de las ciudades más autosegregadas de EE.UU.», explica Nemani. «La gente de aquí odia que seamos el centro de atención de todo el mundo por Ferguson. La mayoría simplemente ignoran el problema. En los restaurantes, en los bares, la gente no habla de eso, es tabú hablar de racismo», dice Al-Kobri. El pub J.P. Fields fue la excepción, por una noche.
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