África occidental
Cuando a (casi) nadie le importa tu enfermedad
Los males «desatendidos» continúan cobrándose miles de víctimas cada año en las zonas de clima tropical y subtropical
A apenas una semana de que se cumpla el primer aniversario de la epidemia de ébola que asuela el África Occidental (el caso «cero» se registró entre el 2 y el 6 de diciembre en Guinea), el número de muertes por la epidemia supera ya las 5.400, con más de 15.300 casos.
La crisis ha sacado a la luz la histórica desatención que sufren un gran número de males del continente.
En la actualidad, cerca de 1.000 millones de personas se encuentran amenazados por las conocidas como enfermedades «desatendidas» y cuyo tratamiento, a día de hoy, sufre una acuciante falta de financiación. La mayoría, en zonas de clima tropical y subtropical en vías de desarrollo.
El pasado año, un informe de la Organización Mundial de la Salud establecía una hoja de ruta para poner fin o controlar definitivamente 17 de ellas, como el dengue, la rabia o la úlcera de Buruli.
Y pese a que, generalmente, éstas se agrupan en una misma región geográfica, al estar asociadas a la insalubridad del agua o a las malas condiciones de vivienda y saneamiento; su situación, eso sí, es disparar según el caso.
Mientras que la «dracunculosis» (o la enfermedad del gusano de Guinea) -una infección parasitaria provocada por beber agua contaminada- ha reducido el número de casos de forma desorbitada (de los 3,5 millones de afectados en la década de los 80 se ha pasado a 101 nuevos contagios entre enero y septiembre de este ejercicio ), cada año, por ejemplo, mueren de rabia más de 55.000 personas en todo el mundo.
Y el motivo, el de siempre: la carencia del vil metal para la financiación de tratamientos.
Ya a finales de 2011, la organización Policy Cures denunciaba en un informe -«Neglected Disease Research and Development. Is Innovation Under Threat?»- el descenso en la financiación pública para el desarrollo de tratamientos paliativos que había provocado la actual crisis económica (esta organización eleva el número de afecciones «desatendidas» hasta las 31, al incluir dolencias tan comunes en los países de desarrollo como la tuberculosis).
Como destacaba entonces Mary Moran, autora del estudio, solo en 2010, las enfermedades desatendidas de «nivel superior» (sida, tuberculosis o malaria) recibieron cerca de un 72% de las ayudas gubernamentales (aunque se trataba de una caída del 77% con respecto a 2007). Un aumento significativo que, sin embargo, no fue suficiente para compensar el gran receso que sufrieron los fondos encaminados a frenar los trastornos parasitarios (hasta 16 millones, una caída del 10%) o diarreicos (hasta 18 millones, un 10% menor).
Sin embargo, como asevera la propia OMS, hay motivos para el optimismo. Muchas de las enfermedades tropicales desatendidas pueden prevenirse, eliminarse, e incluso erradicarse si se mejora el acceso a intervenciones seguras y rentables ya existentes. Esto es debido a que su control depende de intervenciones simples que pueden ser llevadas a cabo por personal no especializado en acciones preventivas desde la propia base comunitaria.
Aunque sin fondos, habrá que esperar.