matanza en la sinagoga de jerusalén

«Uno disparaba y el otro remataba los cuerpos con un cuchillo de carnicero»

El rabino Yosef Pasternak, superviviente del ataque, relata aquellos momentos de terror

«Uno disparaba y el otro remataba los cuerpos con un cuchillo de carnicero» mikel ayestaran

mikel ayestaran

En el barrio Har Nof (Montaña del paisaje) las paredes se han cubierto de carteles que recuerdan a las víctimas del ataque contra la sinagoga Kehilat Bnai Torah en el que cuatro religiosos y un policía perdieron la vida, y otras tres persona fueron heridas de gravedad permanecen hospitalizadas. El rabino Yosef Pasternak está vivo de milagro. Es uno de los supervivientes del ataque más sangriento que sufrió Jerusalén desde 2008 y acude a su cita diaria con sus alumnos de Torá y Talmud. Los niños entran a las nueve de la mañana y no terminan hasta las nueve de la noche. El religioso llega antes para rezar, como lo hace cada día y como lo estaba haciendo el martes cuando dos palestinos irrumpieron armados con una pistola y cuchillos.

«Fue muy rápido, parecía una

película

de terror, pero era real»

«Entraron a las siete menos un minuto con la cara descubierta y al grito de ¡Ala Akbar! (Dios es grande). Todo fue muy rápido, parecía una película de terror, pero era real», recuerda este rabino llegado desde Buenos Aires hace dos décadas que no puede olvidar «cómo el primero de ellos disparaba y el segundo iba rematando los cuerpos con un cuchillo de carnicero tan afilado que mutilaba los miembros de una sola pasada». En las calles de este barrio ultraortodoxo de las afueras de la ciudad santa el hebreo se mezcla con el español por la cantidad de judíos llegados desde América Latina.

El horror duró apenas seis o siete minutos. Fue el tiempo que necesitó la Policía para llegar al lugar tras las llamadas de los vecinos de la zona, que alertaron de inmediato al escuchar disparos y gritos. La sala de oración es un rectángulo con mesas a los dos lados del Armario Sagrado que guarda la Torá. Yosef Pasternak se encontraba entonces en una de las más alejadas a la puerta de acceso y eso le salvó.

Cómo escapó

«Fueron mesa por mesa y cuando estaban a punto de llegar a la mía me puse a correr cubierto con el talit (especie de chal empleado durante el rezo), me dispararon, pero pude escapar por una puerta hasta la cocina donde me quedé escondido hasta que llegó la Policía», detalla el religioso.

Una vez en su refugio los minutos pasaron muy lentamente. Pronto notó la diferencia entre los disparos uno a uno de los atacantes y las ráfagas de la Policía. Para cuando se dio cuenta tenía cuatro agentes apuntándole. «Buscaban a un tercer terrorista y yo grité con todas mis fuerzas ¡soy judío, soy judío, no disparen!», recuerda el rabino como si estuviera reviviendo la matanza.

«Salieron cuando terminaron su "trabajo" en esta sinagoga y se dirigían a la siguiente»

Una semana después no quedan apenas huellas de lo ocurrido. Cuatro velas recuerdan a los religiosos, y en la puerta de acceso varios impactos de bala en las ventanas son la herencia del combate entre los agresores y los agentes de seguridad. En este tiroteo final un policía perdió la vida y los dos palestinos fueron abatidos.

«Salieron cuando terminaron su "trabajo" en esta sinagoga y se dirigían a la siguiente, si no les paran en ese momento la matanza habría sido mucho mayor», asegura Pasternak, a quien produce gran dolor esta situación porque «separa aun más a las comunidades árabe y judía, aquí teníamos antes trabajadores de los barrios del este, pero desde el martes ni se acercan. Después de lo ocurrido evitamos todo tipo de contacto con árabes».

A las cinco de la tarde, diez horas después del ataque, el templo reabrió sus puertas y los fieles acudieron a la oración «con más fuerza y motivación que nunca porque es la mejor manera de demostrarles que no van a poder con nosotros», concluye un religioso que, como prensa y políticos locales, coincide en «el cariz religioso que está tomando esta tercera Intifada .

Los radicales judíos echaron leña al fuego con el tema del Monte del Templo (Explanada del Templo para los musulmanes) y los radicales del otro lado no han tardado en responder».

«Uno disparaba y el otro remataba los cuerpos con un cuchillo de carnicero»

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