Irán se resiste a ceder terreno para la distensión nuclear

Occidente teme que Teherán intente esconder nuevas instalaciones secretas

Irán se resiste a ceder terreno para la distensión nuclear AFP

M. AYESTARAN

Un año de tregua nuclear no ha sido suficiente para tejer la confianza necesaria y todo indica que tendrá que esperar el acuerdo definitivo entre Irán y el 5+1, grupo formado por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China) junto a Alemania. Un acuerdo tan importante como complicado de alcanzar, ya que supondría poner fin a tres décadas de enfrentamiento y cambiaría los actuales equilibrios de poder en Oriente Próximo.

Las dos partes agotan el tiempo hasta el último segundo con la idea de lograr una ampliación de la negociación que sirva para redactar «un acuerdo lógico» dentro de «un nuevo marco político», según filtraciones a la prensa presente en Viena de fuentes próximas a la negociación. Esta extensión podría durar de «semanas» a «meses» dependiendo de lo cerca que queden las partes ante ese acuerdo.

La salida de Mahud Ahmadineyad de la presidencia de Irán y la llegada del clérigo moderado, Hasán Rohani, posibilitó un acercamiento a Occidente que se plasmó el pasado 24 de noviembre en un «plan de acción» de seis meses, que en julio fue ampliado a otros seis, y por el que la república islámica limita el enriquecimiento de uranio al veinte por ciento y, a cambio, la comunidad internacional ha levantado de forma cautelar una serie de sanciones impuestas a su programa atómico.

«Invenciones»

Pero este periodo de prueba sigue sin resolver todas las dudas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) sobre el carácter «exclusivamente civil» que, según Teherán, tiene este programa. El responsable de esta agencia de la ONU, Yukiya Amano, lamentó antes de la cumbre en Viena que Irán dejó de responder a las preguntas del organismo sobre un supuesto plan para la construcción de una bomba que tuvo en el pasado. Teherán niega la existencia de dicho proyecto y asegura que se trata de «invenciones» de los servicios de inteligencia.

Como en anteriores cumbres clave de este proceso, las conversaciones se estiraron hasta última hora y en ellas tomaron parte activa los pesos pesados de cada lado, como el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, y, por parte iraní, el jefe de la diplomacia y mano derecha de Rohani, Javad Zarif.

Durante este año de negociaciones directas la AIEA ha tenido acceso a las principales instalaciones de Irán, pero las sospechas despertadas por el régimen islámico después de que en 2009 se descubriera un centro secreto cerca de la ciudad de Qom siguen abiertas en los gobiernos occidentales que sospechan que pueda haber otros centros dispersos en el país.

Protestas en Teherán

El cambio de formas de Zarif y su equipo negociador respecto al pasado reciente contrasta con el enfrentamiento de los sectores más radicales del régimen que, según la agencia AFP, incluso se manifestaron en las calles de Teherán para protestar por el posible acuerdo. La negociación cuenta con el visto bueno del Líder Supremo, Alí Jamenei, aunque ya adelantó en febrero que «es inútil y no llevará a ningún lado».

Los tiempos han cambiado y, además del diálogo atómico, Teherán y Washington han mantenido en el último año sus primeras conversaciones directas poniendo fin a 34 años de incomunicación; treinta y cuatro años de confrontación con crisis graves como la de los rehenes de la legación estadounidense en Teherán, en los que Estados Unidos se convirtió en el «gran satán» de los ayatolás y apadrinó todo un programa de sanciones que ha terminado por ahogar a su enemigo y llevarle a la mesa negociadora. La comunicación entre las dos potencias se ha extendido también a asuntos de seguridad debido a la irrupción de los yihadistas del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak, un enemigo que les ha puesto de pronto en el mismo frente.

Arabia Saudí e Israel

Desde que se anunciara el «plan de acción», el Gobierno de Israel no ha ocultado su disgusto por lo que considera «un error histórico», según el primer ministro Benjamin Netanyahu, porque supone la aceptación internacional de su máximo enemigo como un estado nuclear. La prensa israelí asegura que Kerry está en contacto permanente con Netanyahu para informarle de los pormenores de cada proceso negociador. Una postura similar a la que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudí, su otro gran socio regional que recela del acercamiento a Irán, la potencia chií que desafía al sunismo ortodoxo que representan los saudíes.

El «plan de acción» vigente hasta ahora no reconoce el derecho del régimen de Teherán al reconocimiento de uranio de forma explícita, pero tampoco lo niega. Este detalle no recogido en el texto firmado en Ginebra el noviembre pasado fue la mayor victoria para los iraníes –posiblemente también la fórmula que hizo posible que saliera adelante el plan– y la mayor preocupación para Israel y Arabia Saudí, ya que la república islámica mantiene intacta su capacidad de controlar el ciclo nuclear.

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