El limbo urbano de los sirios en Turquía
Un 85 % de los refugiados de Siria malvive fuera de los campamentos establecidos por las autoridades turcas
Mohamed señala a su alrededor mientras nos muestra el espacio donde vive con su familia: un habitáculo de piedra de apenas dos por tres metros, cedido por los responsables de la mezquita adyacente, en el que se hacinan seis personas desde que, hace ya más de un año, esta familia de campesinos huyese de la provincia de Alepo para refugiarse en Turquía.
A pesar de todo, Mohamed puede considerarse relativamente afortunado. Otros muchos que llegaron después que él se han visto a obligados a meterse en los numerosos edificios en ruinas que se encuentran por detrás de la mezquita de Suleymaniya, uno de los puntos más turísticos de Estambul. Sin puertas, ventanas y a veces ni siquiera un verdadero techo, estos edificios ofrecen escasa protección contra el frío que se avecina.
«Siempre que puedo les traigo ropas y comida, les he dado dinero, he ido a la televisión a denunciar su situación. Yo solo no puedo hacer más», se lamenta el fotógrafo turco Ulas Tosun , que desde hace dos años ha establecido una relación personal con algunos de estos refugiados sirios. Tosun denuncia cómo muchos de sus compatriotas se están aprovechando de la desgracia: «Hay muchas de estas niñas que están siendo forzadas a prostituirse», indica. Y, según se rumorea, en la zona operan también mafias dedicadas al tráfico de órganos.
La situación que describe Tosun está lejos de ser única. En todo el país, las autoridades turcas se encuentran desbordadas ante la llegada constante de sirios, cuyo número oficial es ya de 1,6 millones, de los cuales tan solo 220.000 han sido alojados en campos de refugiados. El 85 % de estos desplazados -unos 330.000 de ellos solamente en Estambul- se hospedan por sus propios medios, a menudo en condiciones muy precarias, en parques o puentes.
Explotación y racismo
El gobierno teme, además, que puede producirse otra oleada masiva si, como parece probable, la ciudad de Alepo cae en manos del régimen sirio o del Estado Islámico . «Los civiles están huyendo en aquellos lugares en los que estos grupos avanzan. Un posible avance en Alepo significaría la llegada de entre 2 y 3 millones de sirios a la frontera turca», denunció esta semana el Ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu.
Muchos de estos refugiados recurren a la mendicidad, y desde hace dos años es raro el semáforo o puente de Estambul y otras grandes ciudades en el que no se encuentre a uno o varios niños pidiendo en las ventanillas de los coches. Los adultos trabajan en lo que pueden, en condiciones de gran explotación: en un informe publicado esta semana, Amnistía Internacional denuncia que, mientras el salario mínimo en Turquía es de algo más de 300 euros, muchos sirios se ven forzados a emplearse por la mitad de esa cantidad.
La llegada masiva de tanta gente, además, ha disparado los alquileres: en ciudades cercanas a la frontera como Gaziantep, los precios de los apartamentos familiares estándar han pasado de unos 150 euros mensuales a alrededor de 600 euros. Y la competición por el empleo y la vivienda está generando enormes tensiones con una población local cada vez menos solidaria y receptiva. Como consecuencia, en ciudades como Gaziantape y Sanliurfa se han producido varios ataques contra refugiados en los últimos meses, y el racismo contra los sirios está a la orden del día.
La situación se complica por la falta de un estatus legal definido para estos desplazados: el gobierno se refiere a ellos como «huéspedes», para evitar verse atado por las condiciones legales derivadas de aceptar refugiados. Aunque las autoridades se han encargado de que todos ellos tengan acceso gratuito a la sanidad, existen otras consecuencias, como la imposibilidad para cientos de miles de niños sirios de recibir una educación formal.
Antalya no quiere sirios
El gobierno aprobó el mes pasado la llamada Directiva Temporal de Protección, que permite cubrir ese vacío legal dotando a los refugiados sirios de una serie de derechos, como la posibilidad de enviar a sus niños a la escuela o de solicitar permisos de trabajo. Pero la medida ha provocado el malestar de muchos turcos. La popular localidad veraniega de Antalya anunció este mes que prohibirá la presencia de refugiados sirios, por miedo a una llegada masiva de estos.
«Le hemos notificado a nuestro ministerio que Antalya podría enfrentarse a un flujo masivo de refugiados si esta regulación se implementa aquí. Hemos pedido que Antalya quede exenta», declaró hace dos semanas el jefe de policía de la ciudad, Cemil Tonbul, quien indicó que han dado dos semanas a los sirios en situación irregular para abandonarla.«No aceptaremos a ningún refugiado sirio, a menos que vengan por medios legales. A aquellos que se nieguen a irse, los echaremos de la ciudad o los llevaremos al campo de refugiados más cercano», afirmó Tonbul.
Mientras tanto, cientos de miles de sirios se preparan como pueden para afrontar el invierno. «No tenemos dinero para comida ni para medicinas», se lamenta Mohamed. Un grupo de voluntarios les ha traído una bolsa de ropa, y aunque se percibe el orgullo herido del hombre al recibirla, no puede permitirse otra cosa que aceptarla. Consciente de que pasará mucho tiempo hasta que puedan regresar a Siria, a Mohamed no le queda más remedio que apretar los dientes y dar las gracias.
Noticias relacionadas