Los populistas del UKIP humillan a Cameron con su segundo diputado

David Cameron había tocado el cornetín de combate en las elecciones adelantadas de Rochester y Rood, donde se cubría la baja por la deserción a UKIP del diputado conservador Mark Reckless. El primer ministro viajó cinco veces a hacer campaña a la pequeña circunscripción, situada a media hora en coche de Londres y con solo 70.000 votantes. Además, ordenó a sus ministros y parlamentarios que hiciesen lo propio, orden que solo cumplieron quince y de mala gana. El esfuerzo a resultado infructuoso, el tránsfuga Recklees se ha convertido tras la votación de ayer en el segundo diputado del partido eurófobo UKIP en el Parlamento de Westminster. Ha hecho buenas las encuestas y ha ganado a lo grande, con 16.867 votos (41,1%), frente a 13.947 sufragios (34,8%) de la candidata torie; y 6.713 (16,8%) de los laboristas. Aunque solo ha estado en juego un escaño, el valor simbólico era muy importante y Cameron ha sido humillado por Farage.

Rochester y Strood había sido siempre feudo conservador. Pero los tories han caído un 14,4%. Tampoco les ha ido bien a los laboristas, que pierden el 11,7% de sus votos respecto a las elecciones del 2010, y mucho menos a los liberales de Clegg, que con el 0,9% se han quedado por detrás de los verdes y van camino de convertirse en una fuerza residual tras ser socios de Gobierno.

Nigel Farage, el extrovertido líder de UKIP, ha amanecido exultante y fiel a su estilo ha dicho que el resto de los parlamentarios conservadores estarán ya «con un rechinar de dientes» pensando que tal vez tendrán más posibilidades de conservar sus escaños si se pasan a UKIP. Esa es la pesadilla del Partido Conservador, que continúe el goteo de deserciones hacia las filas populistas del partido xenófobo. Reckless es un tránsfuga y ha triunfado y antes que él lo hizo Douglas Carswell, otro renegado de las filas tories, que hace un mes ganó las elecciones adelantadas de Clacton y se convirtió en el primer diputado de UKIP.

El partido populista de Nigel Farage se basa en el carisma de su líder, que vende una imagen dicharachera, de pub, cigarro y frases rotundas, con la que comulgan muchos ingleses medios que le han comprado el mensaje de que todos los problemas del Reino Unido vienen de Bruselas y de la entrada de inmigrantes. Farage es liberal en lo económico y tradicionalista en otros órdenes, un nostálgico de una «Merry England» que seguramente ha dejado de existir hace décadas. Ni siquiera la pujanza económica del país, que crece por encima de la media de la UE, impide que cale el discurso contra los extranjeros.

Para intentar atajar la amenaza de UKIP, David Cameron ha endurecido su discurso sobre inmigración. El primer ministro ha prometido un referéndum en el 2017 sobre la permanencia en la UE, si gana las elecciones del próximo mayo. Además, ha coqueteado con medidas como imponer cuotas a la entrada de ciudadanos de la Unión, medida a la que se ha opuesto frontalmente Angela Merkel, que le ha recordado que la libre circulación es un pilar fundacional de la UE.

El nuevo asesor de campaña de los conservadores, el gurú electoral de Obama, Jim Messina, que lo llevó por dos veces a la victoria, ya les ha dado su primer consejo a los tories: cada minuto que pase de aquí a los comicios sin que hablen de economía será un minuto que han tirado. Una manera de decirles que se han equivocado disfrazándose de UKIP en un momento en que pueden alardear de que Reino Unido es el alumno virtuoso de una UE constipada, pues la tasa de paro está por debajo del 6% y el país crece a un 3%. Pero tras el revés de Rochester todo indica que Cameron va a dejarse llevar por los nervios y el cortoplacismo y seguirá intentando ser más Farage que el propio Farage, un camino imposible.