El lado oscuro de las campañas de esterilización de la India
Cuatro millones de mujeres se someten cada año a unas operaciones que, promovidas por las autoridades, se realizan en condiciones dudosas y a cambio de dinero para unas pacientes que no tienen casi nada
Nem Bai no quería esterilizarse. Pocos meses antes había dado a luz a su tercer hijo a sus 30 años. Un trabajador social la convenció sin embargo para que se operase. La mujer fue conducida a un hospital semiabandonado, sucio y sin equipamiento en el distrito de Bilaspur, en el estado de Chhattisgarh, en el centro de la India. Junto con otras 82 féminas se tumbó en el suelo y esperó su turno. El médico realizó todas las ligaduras de trompas en cuatro horas con material sin esterilizar. Había cuotas que cumplir.
Tras las operaciones, las mujeres recibieron un paquete de medicinas y fueron enviadas a sus casas. Dos días más tarde comenzaron a morir. Hasta el momento han fallecido 13 mujeres en ese y en otro campamento de esterilización en la última semana. Unas 70 permanecen hospitalizadas. La investigación apunta a que uno de los antibióticos que recibieron las pacientes contenía matarratas.
Bai no sobrevivió.
El caso ha puesto de manifiesto las malas condiciones de las campañas gubernamentales de esterilización en la India, el segundo país más poblado del mundo con 1.250 millones de habitantes. Con cuatro millones de esterilizaciones anuales, la nación asiática es la que más realiza en el planeta.
Y las muertes de mujeres en estas cirugías son recurrentes. Según datos del Parlamento indio, 707 mujeres entre 2009 y 2012 fallecieron tras ser intervenidas en campañas públicas de esterilización. Casi 15 mujeres al mes.
«No se siguen los protocolos médicos ni de seguridad. No se esterilizan los instrumentos médicos ni se hace seguimiento de las pacientes», afirma la directora adjunta de la ONG Fundación para la Población de la India, Sona Sharma.
«La salud de las mujeres es lo último que se tiene en cuenta», añade la experta, que explica que «se hacen más operaciones de las permitidas por jornada. Y muchas veces en lugares no adecuados, como colegios».
En este caso, el doctorR. K. Gupta realizó 83 ligaduras de trompas en un solo día. Las normas establecen un máximo de 30 en una sola jornada. Tras ser detenido, el médico afirmó que en otras ocasiones hizo más cirugías seguidas. Su récord es de 300 en un día. El año pasado el Gobierno del estado de Chhattisgarth lo condecoró por alcanzar las 50.000 esterilizaciones en su carrera.
Gupta señaló al Gobierno y su política de cuotas de esterilización. La administración local niega este extremo. «No hay cuotas. Hay estimaciones de las esterilizaciones que se pueden llegar a realizar», asegura el portavoz el Gobierno de Chhattisgarth, Rajat Kumar. El ministro de Salud del Ejecutivo central, J. P. Nadda, apoya esta versión. Sin embargo, otros médicos secundan a Gupta: la administración les presiona para que realicen el mayor número de operaciones.
Según datos del Parlamento indio, 707 mujeres entre 2009 y 2012 murieron intervenidas
El sistema se basa además en incentivos al personal médico y social. Los doctores cobran por cada ligadura de trompas que realizan. Alrededor de un euro en Chhattisgarth. El anestesista recibe 0,3 euros. La enfermera, 0,2. Y trabajadores sociales encargados de «conseguir» a las pacientes en los pueblos son los que más reciben, con unos dos euros por cada mujer que convencen , según el diario «The Indian Express».
Esto crea una situación en la que las que las mujeres son «coaccionadas», según Sharma.
Las mujeres reciben además retribuciones por someterse a la cirugía. En principio se trata de compensaciones por un día de trabajo perdido o el pago del transporte. Pero las campañas se suelen realizar en zonas rurales y pobres donde las pacientes pueden llegar a operarse solo por el cobro de algún dinero. Las mujeres de Chhattisgarth, que pertenecen a grupos muy marginales, recibieron 18 euros.
«El pago es una forma de coacción, especialmente cuando se trata de comunidades marginadas», dijo a Reuters Kerry McBroom, directora de la Iniciativa de Derechos de Reproducción de Nueva Delhi.
En ocasiones, las mujeres que se prestan a la ligadura de trompas entran el sorteo de un coche o reciben utensilios de cocina. Porque casi siempre se trata de mujeres. El año pasado de los cuatro millones de esterilizaciones el 97,4 % fueron a féminas. Los hombres prefieren no someterse a vasectomías a pesar de que es más seguro porque existe la creencia de que afecta a su virilidad. «Es más fácil convencer a una mujer», afirma Sharma.
Ellos también las sufrieron...
Las mujeres reciben retribuciones por someterse a la cirugía
Las esterilizaciones no traen buenos recuerdos en la India, país que comenzó a realizar campañas de este tipo en los años 70, con fondos del Banco Mundial y el Fondo de Población de la ONU.
Durante la llamada Emergencia de 1975, periodo en el que la ex primera ministra Indira Gandhi suspendió los derechos constitucionales, se lanzó una campaña para esterilizar a los hombres. Un total de 6,2 millones de varones se sometieron a vasectomías, en muchos casos forzados. La Policía llegó a acordonar pueblos para operar a sus hombres.
Cuatro décadas más tarde, no se llega a estos extremos, pero los activistas ponen en duda hasta qué punto las mujeres se operan con total libertad.
«¿Por qué son necesarios los campamentos de esterilización? ¿Por qué las mujeres que quieran esterilizarse no pueden ir a un centro médico del Gobierno por si solas? De esta forma no habría presión. Los campamentos deben parar», afirma N. B. Sarojini, del Grupo de Recursos de la Salud para la Mujer.
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