Los Macbeth de México

El alcalde de Iguala, principal acusado de la tragedia, es un ambicioso asesino. En tanto que a su mujer la acusan de ser la despiadada inductora

Los Macbeth de México efe

Y. SANTOS

El alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, es un asesino de quien se acaban de descubrir las más horribles fechorías a raíz de la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala . Pero a su mujer, María de los Ángeles Pineda, se le ha adjudicado el papel de ambiciosa y liante inductora. De «Lady Macbeth de Iguala». La probable responsabilidad de ambos en los crímenes quedó de manifiesto cuando el fiscal, Jesús Murillo Karam, declaró que lo que ocurrió en Iguala fue una «represión violenta por parte de policías dirigidos por (los narcos de) Guerreros Unidos con la intención de impedir que los estudiantes reventaran el acto de la presidenta del DIF (institución de asistencia social», la propia María de los Ángeles Pineda. Además, Murillo detalló que la organización criminal recibía de Abarca «de dos a tres millones de pesos de manera regular» y que María de los Ángeles Pineda era «la principal operadora de las actividades delictivas desde la alcaldía».

Pineda se encuentra bajo arraigo «arraigo» –medida cautelar de reclusión usada en México cuando hay indicios de delito pero aún no se tienen pruebas– para un período de 40 días. En tanto que él está recluido en un penal federal, acusado de delincuencia organizada, secuestro y asesinato, pero no por los estudiantes de magisterio de Iguala, sino por el anterior homicidio de Hernández Cardona que ahora ha salido a la luz.

«Escopetazo en la cara»

«Es el presidente José Luis Abarca quien le da un escopetazo en la cara y otro en el pecho y lo dejaron tirado en la fosa», confesó el testigo Nicolás Mendoza, en un relato estremecedor: «Alrededor de las cuatro y media de la tarde, el auto en que viajábamos fue interceptado por dos camionetas. Los hombres armados nos bajaron, y al bajarnos le dispararon al ingeniero Arturo Hernández Cardona. Nos trasladaron agachados a un lugar desconocido. Ahí nos tuvieron toda la noche. Al día siguiente llegaron tres personas, entre ellas el presidente municipal, José Luis Abarca Velázquez, que ordena a las personas que nos cuidaban que nos torturen, al término de nuestra tortura el presidente municipal se dirigió al ingeniero Arturo Hernández Cardona, diciéndole: "¡Qué tanto estás chingando, me voy a dar el gusto de matarte!"».

Un petimetre

De baja estatura y músculos cultivados en gimnasio, vestido con ropa de lujo, gomina en el pelo y pestañas rizadas, José Luis Abarca siempre estuvo lejos del tipo desaguisado y adusto habitual en las tierras de Guerrero.

Abarca y Pineda ya eran ricos y famosos en Iguala antes de meterse en política. Su casa ocupaba varias parcelas y contrastaba con todas las viviendas circundantes: muros altos, alambre de seguridad, cámaras de vigilancia. Dueños de una veintena de propiedades, mandaron construir hace seis años un centro comercial de cuatro hectáreas que costó 300 millones de pesos, cantidad tan elevada como de dudoso origen.

La familia de Abarca vendía sombreros de paja; él se dedicó a la joyería de oro y la bisutería barata. La de Pineda ya cargaba con un historial de delincuencia: sus tres hermanos –Alberto, Mario y Salomón– trabajaron para el cártel de los Beltrán Leyva. Alberto y Mario murieron asesinados en 2009, el mismo año en que la Policía Federal detuvo –y después soltó sin cargos– a sus padres, Salomón y María Leonor, por estar relacionados con ese grupo criminal.

Abarca se buscó la vida como «orero», mercachifle de aretes, collares y pulseritas. Pero pronto pasó de mercader de pulseras a empresario millonario... Y de empresario millonario a alcalde de Iguala en 2012. El 22 de junio de 2011, meses antes de ser candidato del PRD al ayuntamiento del tercer municipio en importancia del estado de Guerrero, Abarca ya era relacionado con el narcotráfico.

Como alcalde era conocido por su fanfarronería –hacía gala de sus bíceps- , aunque también se le veía acomplejado por su estatura –mide dos centímetros más del metro y medio–. En Iguala se convirtió en propietario de seis locales del Centro Joyero. Ella era presumida, ambiciosa, llamaba la atención por donde iba. Sus hermanos no eran menos famosos como narcotraficantes que operaban para el cártel de los hermanos Beltrán Leyva. Lo increíble es que una familia tan mafiosa se mantuviese tan cerca de la política en el estado de Guerrero.

Este año 2014, Abarca encabezó una ceremonia para entregar uniformes al cuerpo de Seguridad Pública Municipal. En el acto, estuvo acompañado de su esposa. Esa misma policía estaba controlada por el narcotráfico, por los mismos pistoleros que asesinaron a unos estudiantes que habían osado boicotear un acto público de Lady Macbeth de Iguala.

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