Filipinas honra a sus muertos en el primer aniversario del tifón Yolanda
Sacudida por el olvido del Gobierno, la ciudad de Tacloban trata de recuperar la normalidad tras sufrir la mayor tormenta registrada jamás
Grupos de fieles recorren en pequeñas procesiones las calles a la luz de las velas mientras amanece en Tacloban el día del primer aniversario del tifón Yolanda (conocido también como Haiyán), el más fuerte registrado jamás con vientos superiores a 315 kilómetros por hora. La cruz parroquial portada por monaguillos y el sacerdote abren uno de los cortejos en medio de cánticos y salmos. Van en dirección al centro de la que fue la ciudad más castigada con el noventa por ciento de la población afectada, según el doctor Jaime Opinión, jefe de Salud de Tacloban.
Los 6.300 muertos están este sábado en la memoria de todos. A bordo de las camionetas y moto taxis que hacen de transporte público se ven ciudadanos con ramos y coronas de flores. Muchos tienen como destino las fosas comunes donde fueron enterrados sus familiares. Además de esas visitas a los cementerios, la jornada transcurre en medio de misas, vigilias o manifestaciones llamando la atención por el cambio climático.
Más del 80 por ciento de los cien millones de filipinos son católicos. De hecho, las iglesias fueron de los edificios que más resistieron la tormenta y pronto se convirtieron en centro de acogida de refugiados tras la catástrofe del aquel 8 de noviembre de 2013. Más allá de esa estructura que tiene detrás la Iglesia filipina, «la religión ha ayudado también a nivel individual porque les ha servido para poner sentido a haber perdido a alguien o a estar sufriendo las consecuencias del tifón», explica Núria Díez, psicóloga de la ONG Acción contra el Hambre (ACH) que llegó a Tacloban dos semanas después del tifón.
«Al principio la gente vivía bajo un estrés continuo tratando de buscar comida, agua, limpiar las calles o cuidar de los niños. Aunque el duelo todavía está ahí, ya empiezan a asimilar lo ocurrido», añade Díez. ¿Y es bueno remover todo un año después? «El aniversario tiene por un lado algo positivo porque les sirve para hablar de lo que les pasó. Hablar de los sentimientos negativos les va a ayudar a procesarlo. Pero al mismo tiempo se puede volver a causar estrés».
Más allá de esas heridas psicosociales, que a veces no es fácil ver, todavía hay un millón de ciudadanos que no han podido volver a sus hogares o que se encuentran en refugios temporales. En algunos casos no son más que tiendas de campaña cedidas por Naciones Unidas. En Tacloban se ven pintadas en contra del alcalde Alfred Romualdez, al que piden unas soluciones que un año después no ven.
Polémica gubernamental
El Gobierno ha presentado un plan para construir medio millón de viviendas pero solo cuenta con financiación para hacer 60.000 de aquí a 2016. «¿Y las otras 440.000?» se pregunta Eduardo de Francisco, jefe de la respuesta al tifón Yolanda de Acción Contra el Hambre. «La respuesta a la emergencia fue buena. Entre las organizaciones humanitarias y las autoridades se hizo frente a las necesidades más acuciantes, pero lo que resta ya le corresponde al Gobierno», señala De Francisco refiriéndose a la reconstrucción de infraestructuras y viviendas o los medios de vida a más largo plazo.
Más de medio millar de familias viven apiñadas en casetas de madera en una antigua pista de motocross acondicionada como refugio temporal por las autoridades. Josephine Garde, de 48 años, perdió a su marido, Elmer, en el tifón y apenas cabe en la decena de metros cuadrados que comparte con sus cuatro hijos.
La vida transcurre con normalidad sin embargo a pesar de las duras condiciones del alojamiento. Las casetas aparecen decoradas con maceteros hechos con botellas de refresco recortadas y pintadas de las que brotan plantas con flores. En el interior pueden verse adornos navideños y hasta algunos belenes ya montados. Otros han aprovechado el lento paso de los meses para organizar pequeños colmados y hasta un pequeño casino. Los niños juegan y van al colegio en estos nuevos barrios mientras se construyen las que serán sus nuevas casas.
En la ciudad, la actividad económica vuelve a fluir pese a que siguen a la vista de todos las heridas que el Yolanda dejó en muchos edificios destrozados y hierros retorcidos que nunca recuperarán su forma. Como una especie de mesías empresarial la cadena de hamburguesas estadunidense McDonald`s anuncia a bombo y platillo que ha vuelto a abrir sus puertas desde mediados de octubre. Pero los varios establecimientos de la Jollie Bie local, que llegó a abrir una hamburguesería en un camión los días posteriores al tifón para no perder comba, son un serio competidor.
Mientras, más allá de las calles más comerciales, otros han reconstruido sus antiguas viviendas en el mismo sitio en el que estaban cuando se las llevó el tifón y con los mismos materiales. No han acatado la prohibición de las autoridades de no volver a construir a menos de cuarenta metros del mar. Tampoco parece que tengan más opciones. «Se trata de una medida bienintencionada pero imposible de aplicar», comenta Eduardo de Francisco. Esto ocurre en algunas zonas como San José, donde los pescadores se resisten a perder su forma de vida. Saben que con más de una veintena de tifones al año Filipinas es el segundo país del mundo más expuesto a catástrofes naturales, solo por detrás de Bangladesh, pero afirman que alejados de la costa no podrían ganarse la vida. Si llega otro Yolanda serán de nuevo carne de tifón.
Miles de velas iluminan las calles de Tacloban a caer la tarde en memoria de los fallecidos. La iglesia del Santo Niño, devoción predilecta, es el escenario lleno de vigas de una misa en la que se recuerda a esos más de 6.000 ausentes.