25 años de la caída del Muro
La vuelta de los comunistas
Inquieta en Alemania que un izquierdista se haga con la presidencia de Turingia
Son estos unos días en los que todo el mundo vuelve a poner su mirada en Berlín. Se evocan o ven de nuevo aquellas imágenes que hicieron temblar y llorar de emoción a medio mundo. Hace medio siglo que cayó el muro que dividía la ciudad alemana, uno de los peores símbolos del poder comunista soviético en media Europa. Nunca más nazismo, nunca más comunismo era el mensaje que recorría Europa para el gozo de los muchos millones que habían sufrido bajo ambos. Que precisamente en estas fechas se confirme que Alemania tendrá al primer presidente de un estado federado, Turingia, del partido paracomunista Die Linke, no ha sentado nada bien a muchos alemanes.
Entre ellos a Angela Merkel que gobierna en Berlín con los socialdemócratas del SPD, precisamente quienes van a aupar al poder a Bodo Remelow. El partido de Remelow es una organización controvertida. En sus filas milita -en la zona occidental y en Berlín- la extrema izquierda. Pero en los estados federados del Este su composición es más compleja. Está saturada de antiguos miembros del partido de Honecker, de la Stasi y de viejos funcionarios comunistas que se niegan a condenar la dictadura y las atrocidades comunistas a lo largo de la historia. En este sentido, Merkel, que también es del Este y conoce bien a Die Linke, ha condenado la alianza del SPD como un «revés moral».
Lo cierto es que hay serias presiones en el SPD para aceptar con relativismo moral que olvide todo lo que Die Linke se niega a hacer para convertirse en un partido democrático más.
La opción impensable
Es cierto que la mayor parte de los comunista más implicados en el régimen y que ingresaron, hoy ya han muerto. Es cierto que en el trato y actitud de muchos jóvenes de la extrema izquierda que aceptan las leyes y las reglas del juego no hay ya ninguna problema para gobernar en ayuntamientos e incluso en estados federados. Como se apresuró a decir el presidente del SPD, el vicecanciller Sigmar Gabriel, lo que es impensable y lo será mucho tiempo es la posibilidad de gobernar Alemania en esa coalición que desde diciembre gobernará Turingia. Es decir una coalición de Die Linke, el SPD y los Verdes.
Y es que, con las cifras en la mano de los comicios de hace algo más de un año, Angela Merkel gobierna porque el SPD considera inadmisible gobernar con comunistas. SPD, Verdes y Die Linke habrían tenido los escaños para gobernar y dejar a Merkel en la oposición. Y no se hizo por principios. Merkel arrasó y estuvo a punto de conseguir la mayoría absoluta, pero se quedó a unos escaños. Y tras la espectacular desaparición de los liberales del Bundestag, Merkel no tenía aliados fuera del SPD y los Verdes. En el SPD aumentan las voces que quieren salirse en algún momento de la sombra de Merkel y dirigir ellos un gobierno. Para poder hacerlo tendrán que contar con Die Linke. Porque pese a lo que se pensaba entonces que este partido iría feneciendo con los viejos aparatchiks del SED, no ha sido así.
Conflicto histórico
La relación de los socialistas con los comunistas es un dilema y conflicto desde que existen ambos. Y una cuestión muy especialmente cruenta en Alemania. Han actuado juntos en muchas batallas, pero han sido muchas veces enemigos de muerte. Los comunistas han matado a socialdemócratas con tanto o mas entusiasmo que los nazis. Y los grandes socialdemócratas alemanes eran orgullosos anticomunistas como Schumacher, Reuter o Schmidt y también el Brandt adulto. La historia propia, el trauma de la unificación forzosa en la RDA, es decir la fagocitación por los comunistas, ordenada desde Moscú pesa mucho. La caída del Muro parecía zanjar este dilema. Y la socialdemocracia emergía como la única opción de la izquierda. Aquel 9 de noviembre los pueblos centroeuropeos habían ganado la batalla. Y todos ellos se convirtieron en democracias dando prueba así de la inmensa mentira de todos aquellos en Moscú y en Europa occidental que pretendían que los regímenes respondían a una voluntad popular. El grado de cinismo del Kremlin era lógico por ser parte de la defensa de sus intereses geopolíticos. Repugnante es en especial el cinismo de los comunistas occidentales, tantas veces financiados por aquellos gobiernos que apenas tenían para darles de comer a sus poblaciones. Lo cierto es que hace 25 años el mundo desarrollado parecía convencido de que el hundimiento del comunismo era definitivo. Que tras un siglo XX cuajado de sangre y terror por comunistas y nazis, el totalitarismo acababa con el hundimiento de la URSS. Se apostaba porque China entraría en un proceso muy lento pero con una dirección clara hacia mayores libertades. Y se daba por hecho que los pocos regímenes comunistas que quedaban irían uno tras otro al basurero de la historia cuando murieran sus diversos caudillos dinosaurios.
Obcecación
Como el hombre es el único animal no que repite, que se obceca en el mismo error, se ven fenómenos muy preocupantes en la evolución política de diversos países. En Latinoamérica ha sido el nuevo siglo un avance permanente de ideologías populistas de estética y contenido más o menos comunista. Las libertades han estado permanentemente en retroceso en el subcontinente. En España ya ven. Los socialdemócratas alemanes en el SPD son firmes y por razones obvias no tienen esa complicidad con los comunistas que se ve en España en el PSOE. Precisamente por eso, el paso dado en Erfurt, capital de Turingia, ha asustado a algunos. Ha habido manifestaciones en ciudades del Estado como Jena y Weimar, de miembros del SPD en contra de la alianza. Pero lo cierto es que han estado en clara minoría frente a los partidarios de darle a Bodo Remelow la presidencia.
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