elecciones legislativas en EE.UU.
Obama se prepara para una derrota electoral que complicará sus dos últimos años
La prevista pérdida de peso demócrata en el Capitolio obligará al presidente a reducir su agenda política
Barack Obama ha dado ya instrucciones a su equipo para afrontar el mal resultado que esperan los demócratas en las elecciones de hoy en Estados Unidos. En la recta final de su mandato –quedan dos años hasta las presidenciales de 2016–, Obama tendrá que lidiar con un Partido Republicano crecido en el Congreso, por lo que reducirá su agenda a los aspectos que considera más esenciales.
El objetivo principal de los republicanos en las legislativas de hoy es lograr el control del Senado (tienen 45 puestos, frente a los 55 de los demócratas), sumándolo al que ya tienen en la Cámara de Representantes (disponen de 234 escaños; los demócratas, de 201).
El peor escenario para Obama es que los republicanos tomen completamente las riendas en el Capitolio, pero aunque no lleguen a alcanzar la mayoría en el Senado habrán aumentado su presencia en las dos cámaras, como indican todas las encuestas.
La prensa estadounidense considera que Obama se concentrará sobre todo en aquellos aspectos que pueda desarrollar mediante órdenes ejecutivas, sin tener que contar con el Congreso, como ha venido haciendo en gran parte de su segundo mandato. Las prioridades de la Casa Blanca estarán relacionadas con la inmigración, el cambio climático y los derechos de los homosexuales.
Indignación hispana
De todos modos, Obama tendrá que medir las consecuencias de su acción unilateral, pues una fuerte confrontación con los republicanos podría limitar algunas opciones de consenso, singularmente en relación a la reforma inmigratoria. Algunas señales dadas por los republicanos indican que, necesitados del voto hispano en las próximas presidenciales (en estas legislativas, debido a la distribución de las circunscripciones, ese voto no era decisivo), durante 2015 propiciarán la esperada reforma, destinada a regularizar la situación de once millones de inmigrantes ilegales.
De momento, la falta de acción en esa materia se ha girado contra los demócratas. El domingo, Obama fue interrumpido durante cinco ocasiones en su intervención en Connecticut. Diversos jóvenes hispanos le echaron en cara que no haya cumplido su promesa de proceder a la legalización de esos inmigrantes sin papeles. «Os apoyo y estoy con vosotros», les contestó, «pero donde debéis ir a protestar es a los republicanos, porque son ellos los que lo están bloqueando». Uno de quienes le increpaban, un colombiano de 20 años que llegó de pequeño al país traído por sus padres inmigrantes, le advirtió que no puede «echarse atrás» en su promesa.
Ante las mayores dificultades políticas a las que se va a enfrentar, Obama necesita reactivar su propio equipo, que cada vez se ha encogido más y ha quedado reducido al pequeño círculo de los que gozan de mayor confianza presidencial; varios de ellos llevan con él desde hace ocho años, cuando el dirigente demócrata comenzó su campaña electoral a la presidencia.
Nuevo equipo
En ese círculo difícilmente logra entrar el secretario de Estado, John Kerry, y ha quedado completamente fuera de él el secretario de Defensa, Chuck Hagel, lo que no ayuda a la toma de decisiones sobre la guerra contra los yihadistas del Estado Islámico.
Las discrepancias de la Casa Blanca con Defensa han quedado de manifiesto en las divergencias sobre el protocolo que deben seguir quienes regresen de labores de cooperación en la lucha contra el ébola en África. El Pentágono se salió con la suya con al decisión de someter a cuarentena a los soldados que se desplacen allí; Obama tuvo que aceptarlo como una excepción, contraria a la normativa dada por la Casa Blanca de proceder a cuarentenas solo si aparecen síntomas de contagio.
Con todo, la probable reorganización del equipo de Obama no afectará a Kerry o Hagel, sino a cargos de menor relevancia. Una de las sustituciones puede ser la de John Podesta, un asesor personal del presidente que seguramente pasará a dirigir la campaña electoral de Hillary Clinton. También podrían marcharse el asesor Dan Pfeiffer y el viceconsejero de seguridad nacional, Ben Rhodes. Esto último permitiría ampliar los puntos de vista que hasta ahora han guiado la no muy exitosa guerra contra el Estado Islámico.
Progresivamente el peso ha caído en exceso sobre el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Dennis McDonough, quien se está encargando de algunas tareas que debían corresponder a otras personas.
«¿Puede Obama renacer?», se preguntaba expresivamente ayer la publicación «Político». «Es difícil ver un regreso de Obama en estos momentos», se contestaba, recordando la adrenalina política que el dirigente demócrata demostraba cuando protagonizó sus dos campañas presidenciales. La conclusión, de todos modos, es que es difícil que un presidente se resigne a ser irrelevante.