Dimite el ministro liberal que se sentía con Cameron «como un hippy con Iron Maiden»

El ministro británico de prevención del crimen, Norman Baker, del partido Liberal Demócrata y nacido en Escocia hace 57 años, ha presentado su dimisión, alegando que trabajar con la ministra del Interior conservadora, Theresa May, era como “caminar a través del lodo”. Baker ya se había mostrado quejoso por el funcionamiento de la colación de Gobierno, en la que venía a decir que los liberales se habían convertido en un mero convidado de piedra. Gran aficionado a la música, el ministro tenía su propio grupo, The Reform Club, donde era cantante y letrista. Esa afición lo llevó a hacer en su día una metáfora divertida: un liberal en el Gobierno conservador de Cameron era, según él, “como un hippy en un concierto de Iron Maiden”.

Nicky Clegg, el depreciado líder liberal, que está en caída libre a ojos de la opinión pública británica, aceptó su dimisión protocolariamente, diciendo que fue un “excepcional ministro”. Clegg aseguró que la coalición de Gobierno no peligra, cuando faltan solo seis meses para las elecciones. Como suele pasar muchas veces en las alianzas en que hay un débil y un fuerte, la sociedad con los conservadores ha laminado a los Liberal Demócratas, que hoy son ya la quinta fuerza en los sondeos, por detrás incluso de los Verdes. Baker tampoco ha respetado mucho la alicaída autoridad de Clegg, pues comunicó su marcha en una entrevista en el periódico “The Independent”, sin dar cuenta previamente siquiera a su líder. Con su alejamiento intenta salvar su escaño en su circuncripción alejándose de los tories. El propio Partido Liberal está inmerso en una campaña de intentar afianzar perfiles propios, seguramente ya tardía de cara a los votantes, que los ven como el palanganero de Cameron.

Norman Baker calificó a la ministra de Interior de “formidable, inteligente y competente”. Pero se quejó de que minusvaloraba a los liberales y que actuaba “como si fuese un Gobierno conservador”, que en la práctica es lo que sucede. Su última discrepancia se produjo sobre la política antidroga, que caía en el departamento de Baker. Un informe exhaustivo del Home Office concluyó que las leyes más duras no guardan relación alguna con la disminución del consumo de drogas, pero la ministra May lo guardó largo tiempo en el cajón. Baker abogaba por la terapia más que por la persecución y era partidario de legalizar la marihuana.