La disputa por la Explanada de las Mezquitas sacude Jerusalén

Israel cierra la mezquita de Al Aqsa tras el atentado contra un conocido rabino; Abas lo califica de «declaración de guerra»

La disputa por la Explanada de las Mezquitas sacude Jerusalén afp

mikel ayestaran

Cuando las bombas callan en Gaza, Jerusalén resurge como epicentro del conflicto entre israelíes y palestinos. La oración en la Explanada de las Mezquitas, para los musulmanes, o Monte del Templo, para los judíos, se cuela de forma sangrienta en la lista de cuenta pendientes en el conflicto entre los dos pueblos. En las últimas horas Yehuda Glick, un rabino de extrema derecha que pedía el derecho a rezar en el lugar más sagrado para el judaísmo, resultó herido después de recibir varios disparos y el presunto autor del ataque, Moutaz Hejazi, palestino de 32 años de la Yihad Islámica, fue abatido por las fuerzas de seguridad tras una operación en el barrio de Abu Tor al este de la ciudad santa.

Después de la redada volvieron las protestas a los barrios árabes, inmersos desde el verano en una permanente inestabilidad y que hace tan solo una semana vivieron auténticas batallas campales tras la muerte a tiros de un conductor palestino que se empotró contra una parada de tranvía y mató a un bebé de tres meses.

Por primera vez en los últimos cuarenta años, las autoridades de Israel decidieron cerrar a todos los públicos el lugar sagrado, incluidos los turistas. La situación recuerda a la vivida tras la visita del entonces primer ministro Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas que encendió la chispa de la segunda Intifada en 2001. «Es un paso muy peligroso que solo añade gasolina a la pira que ha comenzado a arder en la ciudad vieja», afirmó el jeque Azam Tamimi, director de Awqaf y responsable del sitio santo, gestionado por musulmanes desde la época de las Cruzadas. El presidente palestino fue más allá y calificó la medida de «declaración de guerra» y, a través de su portavoz, acusó al gobierno israelí de ser «el responsable de esta peligrosa escalada en Jerusalén que alcanzó su máximo con el cierre de la mezquita de Al Aqsa».

Protesta permanente

Desde el lado israelí la respuesta llegó de boca del primer ministro, Benyamin Netanyahu, que mostró a los judíos como víctimas de «una ola de provocación por parte de elementos radicales islámicos y por parte del presidente de la Autoridad nacional Palestina». El presidente, Reuven Rivlin, insistió en que «Jerusalén es la capital del Estado de Israel y no podemos soportar el terrorismo que tiene lugar en ella», lo que ha llevado al refuerzo de las medidas de seguridad para sofocar las protestas que se repiten diariamente en los barrios del Este, la parte ocupada y anexionada por Israel desde 1967 y que los palestinos reivindican como futura capital de su estado.

El islam considera la mezquita de Al Aqsa, sita en la Explanada de las Mezquitas, su tercer lugar más sagrado, por detrás de la Meca y Medina. El judaísmo piensa que allí se alzaba el segundo Templo, destruido por el emperador romano Tito hace 2.000 años. Los judíos pueden visitar el lugar, pero no tienen permiso para orar, aunque lo hacen en uno de los muros laterales de la explanada, el de las Lamentaciones. Esto es lo que piden ahora grupos como el de los «Fieles del Monte del Templo» presidido por el rabino y colono ultranacionalista Yehuda Glick, tiroteado la noche del miércoles en las proximidades de la ciudad vieja.

Nada más difundirse la noticia sus seguidores pusieron rumbo al lugar sagrado como manera de protesta, pero las fuerzas de seguridad les impidieron el acceso y decidieron clausurarlo para evitar los choques entre comunidades a las puertas del viernes, día sagrado para los musulmanes. A última hora decidió reabrir la Explanada solo para mujeres, niños y ancianos.

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