Ajustada victoria de la presidenta Rousseff en un Brasil dividido

Dilma ha ganado con el 51,6% de los votos frente al 48,4% del socialdemócrata Aécio Neves

Ajustada victoria de la presidenta Rousseff en un Brasil dividido efe

carmen de carlos

Se le hizo cuesta arriba pero, finalmente, lo logró. Dilma Rousseff , economista de 66 años, obtuvo la reelección por los pelos, pero continuará gobernando Brasil hasta 2018. Los primeros recuentos le adjudicaron una ajustadísima ventaja al obtener el 51,62% de los votos frente al 48,38% obtenido por el socialdemócrata Aécio Neves, un adversario digno que fracasó por muy poco en su primer intentó de instalarse en el Palacio de Planalto (sede del Ejecutivo).

Tras hacerse oficial el resultado, el propio Aécio Neves reconoció la derrota y se mostró «agradecido» al electorado. «Hablé con la presidenta electa. Considero que la prioridad debe ser unir Brasil, a todos los brasileños», dijo.

El Partido de los Trabajadores (PT) y Luiz Inacio Lula Da Silva , lanzaron las campanas al vuelo con este triunfo compartido que garantiza al PT una continuidad en el poder de 16 años consecutivos. Finalmente la corrupción y la mediocre gestión económica de Rousseff no le pasaron la factura de la derrota como en diferentes momentos advirtieron las encuestas. La presidenta de Brasil, tras el sube y baja de la montaña rusa de los sondeos, logró convencer a la mayoría del electorado y recuperar la credibilidad pérdida. Hace tan solo un mes que el 70 por ciento de los brasileños pedía un cambio.

La reelección de Dilma Rousseff, heredera de su propio legado, obliga a la Presidenta a afrontar asignaturas pendientes que no son pocas. Para empezar, la reconciliación de un país extremadamente polarizado. «Brasil está totalmente dividido. Después de esta campaña, Dilma no puede considerar que tiene el apoyo mayoritario de la población», reflexiona Emmanuel Publio Dias, profesor de la ESPM (Escuela Superior de Propaganda y Marketing).

Tras la muerte del socialista Eduardo Campos, en accidente aéreo a mediados de septiembre, la campaña se transformó en lo que el historiador Kenneth Maxwell, especializado en estudios brasileños, llama «un tiroteo al viejo estilo».

Los golpes bajos de una campaña sucia en la que Rousseff llegó a decir que «los pobres en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso sólo comían carne si se mordían la lengua, no dejan indiferente a la gente», observa Humberto Dantas de Mizuca, politólogo y profesor del Instituto Superior de Negocios y Estudios de Sao Paulo (Insper). Acto seguido, añade, «el consumo de carne en Brasil no cambió en los últimos 20 años y el Plan Real y la estabilidad vinieron de la mano de Cardoso», militante, como Neves, del PSDB (Partido de la Socialdemocracia de Brasil).

El comentario es un botón de muestra de la agresividad vivida con «calumnias y ofensas», insiste, que «empezaron contra Marina Silva y alcanzaron su máxima expresión contra Aécio Neves. Brasil hoy está dividido con una pasión o ira de lucha entre ricos y pobres o un enfrentamiento de colores de fútbol», asegura Dantas de Mizuca.

Pero Rousseff también tendrá que hacer buena letra para recuperar una economía en recesión, reducir la inflación (roza el 7 por ciento) y ofrecer respuestas a las multitudinarias movilizaciones sociales que se echaron a la calle el pasado año. Carlos Langoni, director de Economía Mundial de la Fundación Getulio Vargas, advierte que Brasil se encuentra en una situación difícil al convivir con «tasas de crecimiento bajas y tasas de inflación altas. La experiencia reciente muestra que cuanto más se posterga ese ajuste, mayor es el costo social. Brasil aún tiene espacio para hacerlo pero, quizás, estemos en el límite».

En el terreno social la década larga del PT y los dos últimos años de Cardoso lograron a sacar a sesenta millones de brasileños de la pobreza. Según Naciones Unidas entre el 2001 y el 2012 se redujo de un 24,3 por ciento al 8,4 y se pasó de la miseria extrema del 14 por ciento de la población al 3,5 por ciento. Esa gente que se incorporó a la clase media exige ahora mejoras en los servicios públicos, sanidad, educación, transporte y el fin de la corrupción. Los políticos son conscientes de ello, por esa razón, «tal vez de este elección salga una movilización como la del año pasado y se promuevan cambios a largo plazo. No se puede hacer de la noche a la mañana pero hay que lograr cambios de fondo en 10 ó 20 años», apunta Publio Dias.

En este contexto Brasil tiene en cartera «recuperar las relaciones congeladas con EE.UU.», recuerda Humberto Dantas. El próximo Ejecutivo verá si toma nota de todo o, como hasta ahora, sigue otro camino.

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