La violación constante de Sudán del Sur

La representante especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre la violencia sexual en los conflictos denuncia los crímenes cometidos en el país africano

La violación constante de Sudán del Sur reuters

EDUARDO S. MOLANO

Casi un año después de que Sudán del Sur reabriera sus heridas políticas y tribales, el país africano continúa agitando sus fantasmas.

«En toda mi vida y con una experiencia de casi 30 años en el servicio público, en las Naciones Unidas y como ministra de Gobierno, nunca he visto algo como lo de hoy», destacaba Zainab Hawa Bangura, representante especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre la violencia sexual en los conflictos, durante su reciente visita a la localidad de Bentiu, enclave estratégico de la región.

Bangura lamenta que las agresiones sexuales en Sudán del Sur han alcanzado una virulencia jamás pensada. Y especialmente significativo es de quién parte la denuncia. Bangura es originaria de Sierra Leona y conoce de primera mano la barbarie que asoló el país durante su guerra civil. «Si se permite que continúen, estas violaciones perseguirán a Sudán del Sur en las generaciones venideras», asevera la representante de la ONU.

Desde finales del pasado año, una crisis abierta entre simpatizantes del exvicepresidente de Sudán del Sur Riek Machar (depuesto de su cargo en julio de 2013) y el presidente del país africano, Salva Kiir, ha sumergido en el abismo a la nación más joven del mundo.

Ya en mayo, un informe publicado por la misión de las Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS) aseguraba que los civiles no sólo se vieron atrapados en la violencia, sino que fueron atacados directamente, en gran parte por motivaciones étnicas.

El enfrentamiento tiene su origen en las acusaciones de Kiir (dinka) sobre su histórico rival político Machar (nuer) de planear la toma del poder por la fuerza, lo que degeneró en un conflicto inter-étnico en ciertas regiones del país.

La hambruna que se cierne

Y la miseria amenaza con multiplicarse: A finales de agosto, las agencias humanitarias advertían que la pobreza extrema en la que ya vivían millones de familias, unida al conflicto que vive Sudán del Sur desde diciembre del año pasado, han dejado a cuatro millones de personas –entre ellas 740.000 niños menores de cinco años- en una situación de inseguridad alimentaria con indicadores que rozan las fronteras de la hambruna. La situación no pillaba a nadie por sorpresa. Solo tres meses antes, en mayo, los mismos organismos habían denunciado que en la región se abría paso la «peor hambruna conocida hasta la fecha», similar a la que a mediados de los ochenta se cobró más de 400.000 vidas en Etiopía (el conflicto impidió, entre otras cosas, que se cultivara antes del inicio de la temporada de lluvias).

Es cierto que, recientemente, los dos bandos en la crisis política -Kiir y Machar- reafirmaron su compromiso a un alto el fuego durante una cumbre regional celebrada en la capital etíope, Addis Abeba. En virtud del «acuerdo» (uno más), tanto el presidente como su rival ratificaban su intención de formar un gobierno de transición en un plazo de 45 días. El ultimátum, sin embargo, expiró la semana pasada sin ninguna resolución.

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