El califato terrorista amenaza ahora la estratégica provincia iraquí de Anbar
El Estado Islámico asegura controlar la ciudad de Hit, lo que ha provocado el desplazamiento de más de 180.000 civiles

Las divisiones en el seno de la alianza provocan que la inmensa mayoría de los ataques sean de Estados Unidos -los últimos centrados de nuevo contra refinerías del Estado Islámico (EI)-, que golpea por igual en Siria e Irak . El resto de socios se ciñe casi exclusivamente a suelo iraquí, donde el grupo yihadista no parece resentirse demasiado y asegura haber logrado el control de la ciudad de Hit, en la provincia de Anbar, lo que ha provocado un nuevo desplazamiento interno de más de 180.000 civiles, según la ONU.
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Hit contaba con unos 300.000 residentes antes de los combates entre el EI y las milicias chiíes que representan al Gobierno de Bagdad tras el descalabro del Ejército este verano, y albergaba además a 100.000 refugiados de otras áreas de Irak afectadas por el conflicto, según el organismo internacional.
Anbar fue el lugar más duro para EE.UU. durante la ocupación
Desde que a comienzo de año los islamistas se hicieron fuertes en Ramadi y Faluya , las dos principales ciudades de la provincia, más de 400.000 personas se han visto obligadas a escapar en busca de un lugar seguro, muchas de ellas optaron por la región autónoma kurda, la zona más estable del actual Irak y donde no hay problemas étnicos ni religiosos.
La toma de la provincia de Anbar es una realidad diez meses después del inicio del levantamiento armado que en verano se extendió a todas las provincias suníes y está a las puertas de Bagdad. Anbar fue el lugar más duro para las fuerzas de Estados Unidos durante la ocupación y no lograron controlar la zona hasta la puesta en marcha de una estrategia ideada por el general David Petraeus que consistió en formar los «sahwa» o «consejos del despertar» .
A la órdenes de Bagdadi
Decenas de miles de combatientes de la insurgencia suní empezaron a recibir sueldos de los americanos en todo el país a cambio de su colaboración hasta que a comienzos de 2009 se transfirió esta competencia al gobierno de Nuri Al Maliki y empezaron los problemas. Sus sueldos se redujeron a una tercera parte y las autoridades sólo incluyeron a una pequeña parte en las Fuerzas Armadas, ya que «no existe una confianza absoluta en ellos debido a su pasado insurgente», confiesan los oficiales en Bagdad cuando se les interroga al respecto.
Las fuerzas regulares fueron ocupando progresivamente su espacio, pero el descontento por las promesas incumplidas y la indefensión hicieron crecer el descontento entre los antiguos combatientes y muchos de ellos vuelven a empuñar el AK47 contra Bagdad, aunque esta vez a las órdenes del «califa», Abu Baker Al Bagdadi, no de Al Qaida.