El Gobierno de Hong Kong retoma el diálogo con los manifestantes mientras las protestas se desinflan

La número dos de la ciudad, Carrie Lam, se reunirá el viernes con los líderes estudiantiles que reclaman democracia

El Gobierno de Hong Kong retoma el diálogo con los manifestantes mientras las protestas se desinflan efe

pablo m. díez

Poco a poco, Hong Kong va recobrando la normalidad tras las masivas manifestaciones de la semana pasada, que reunieron a decenas de miles de personas para reclamar democracia al Gobierno chino. Aunque los manifestantes siguen cortando una de sus principales avenidas frente a la sede del Gobierno regional, sus funcionarios pueden ir a trabajar atravesando su campamento mientras vuelven a abrir los colegios y las tiendas del centro recobran la clientela.

Tras el estallido social de los últimos días, que ha provocado los disturbios más graves de Hong Kong en décadas, el Gobierno se ha dado cuenta al fin de que el uso de la fuerza era contraproducente y lo único que conseguía era sumar más apoyos al movimiento democrático. En lugar de mandar a la Policía para desalojar a los manifestantes de las tres zonas ocupadas de la ciudad, como había amenazado, este martes se avino a reabrir el diálogo con los estudiantes, erigidos en interlocutores de las fuerzas demócratas al haber liderado las movilizaciones.

Tal y como acordaron el representante de la Federación de Estudiantes, Lester Shum, y el subsecretario de Asuntos Constitucionales y Relaciones con China, Lau Kong-wah, las conversaciones empezarán el viernes. Con el jefe ejecutivo de Hong Kong , Leung Chun-ying, cuestionado por su gestión de la crisis, los estudiantes se reunirán con su número dos y secretaria jefe del Gabinete, Carrie Lam. Sobre la mesa está la demanda de las fuerzas democráticas para que las elecciones a jefe ejecutivo de 2017 sean totalmente libres y abiertas. Aunque el Gobierno chino, del que depende esta antigua colonia británica desde su devolución en 1997, permitirá el sufragio universal en dichos comicios, pretende vetar a los candidatos que no sean de su gusto. Las conversaciones se prevén largas y difíciles porque las exigencias de los estudiantes son sencillamente irrealizables para el autoritario régimen de Pekín.

«Estamos de acuerdo en que el inicio de las reuniones sea esta misma semana. Queremos que sea un diálogo de fondo, no solo una charla informal o una sesión de consulta», explicó Shum pasada la medianoche.

A esa hora, un grupo cada vez menos numeroso de estudiantes dormía sobre el asfalto de la avenida de ocho carriles que discurre junto al Gobierno regional, en la zona de Admiralty, y lleva hasta el distrito financiero de Central, plagado de tiendas y hoteles de lujo. Debido a los atascos que esta causando su bloqueo, de hasta nueve kilómetros según la Policía, las autoridades quieren despejarla lo antes posible, pero sin recurrir a los antidisturbios para no caldear los ánimos y avivar las protestas, que se van desinflando después de una semana por el agotamiento de los manifestantes. Lo mismo ocurre en otras dos calles comerciales tomadas por los estudiantes: Causeway Bay, también en la isla de Hong Kong, y Mong Kok, última al otro lado de la bahía, en la zona continental de Kowloon.

«Solo quiere que nos cansemos»

«El Gobierno solo quiere que nos cansemos. Por eso no hace falta recurrir a acciones más drásticas, sino que venga más gente para seguir haciendo presión», proponía Joanna Wong, una controladora de 28 años que había acudido junto a una docena de amigos para sumarse al corte de la gran avenida de Admiralty durante la madrugada de ayer. «La carretera no es importante en sí ni creo que suponga un gran perjuicio a la ciudad, pero es un lugar simbólico porque estamos frente a la sede del Gobierno», analizaba antes de confesar su miedo a un posible desalojo policial. «Aunque he venido aquí seis días, no se lo he dicho a mi madre para que no se preocupe», contaba bajo los vistosos carteles reclamando democracia que, sobre las señales de tráfico, colgaban de un paso elevado peatonal que cruza la autopista.

Cerca de allí, en la puerta de las oficinas del jefe ejecutivo, un puñado de manifestantes seguía con una sentada para impedir su entrada en coche. «Nos quedaremos aquí sin levantar el bloqueo hasta que el Gobierno nos dé una respuesta», prometía Lilian Law, una estudiante de Psicología de 19 años que se protegía con gafas de buceo y máscaras por si los antidisturbios venían a expulsarlos con gases lacrimógenos y espray de pimienta, igual que hace dos domingos.

Precisamente, fue tan contundente intervención policial la que movilizó a decenas de miles de personas que, hasta ahora, jamás se habían manifestado por la democracia en Hong Kong. Una reacción sorprendente que, además, hizo saltar las diferencias con la comunidad china que defiende al régimen de Pekín, como se vio en los disturbios y peleas del pasado viernes en el área de Mong Kok. «Nadie se imaginaba una revuelta así porque la gente de Hong Kong siempre se ha caracterizado por pensar más en el dinero y en su comodidad que en la política. Pero nos ha conmovido la actitud de los estudiantes, que son el futuro», recordaba en dicha zona Kit Loy, dueña de un restaurante. Para ella, «si no alzamos la voz ahora, no habrá otra oportunidad».

El tiempo lo dirá. Pero, al margen de lo que consigan las negociaciones, el verdadero éxito de la Revolución de los Paraguas ha sido despertar la conciencia política en Hong Kong.

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