Decepción y división entre los estudiantes de Hong Kong tras abrir el diálogo con el Gobierno sin concesiones

Las conversaciones rebajan la tensión, pero debilitan las protestas sin haber logrado siquiera la dimisión del jefe ejecutivo de la ciudad

Decepción y división entre los estudiantes de Hong Kong tras abrir el diálogo con el Gobierno sin concesiones PABLO M. DÍEZ

PABLO M. DÍEZ

Decepción, división y el lamento por una oportunidad perdida. Estos eran los sentimientos que flotaban anoche en el ambiente entre los manifestantes de Hong Kong después de que el jefe ejecutivo de la ciudad, Leung Chun-ying, se aviniera a abrir el diálogo con ellos pero sin dimitir. Después de cinco días de protestas masivas, y cuando todo apuntaba a un enfrentamiento entre la Policía y los manifestantes, su oferta de diálogo rebaja la tensión, pero debilita también a la «Revolución de los Paraguas».

Los estudiantes, que lideran las manifestaciones, están ahora divididos entre los que quieren dialogar y quienes abogan por radicalizar sus protestas porque no han conseguido nada, ni siquiera la renuncia del jefe Leung. Además, dudan de que puedan volver a movilizar a la sociedad hongkonesa con unas manifestaciones tan multitudinarias como las de esta semana.

«Me siento desilusionado porque ha sido una pérdida de tiempo. Después de cinco días de protestas, el Gobierno no ha respondido a ninguna de nuestras demandas. No creo que la gente siga en la calle más allá del lunes», se lamentaba anoche a ABC Sunny Au-yeung, un estudiante de 20 años de Ingeniería en la Universidad Politécnica de Hong Kong. Junto a tres compañeros más, permanecía apostado a las puertas de la oficina del jefe ejecutivo bloqueando su entrada.

«El Gobierno solo quiere ganar tiempo para que nos cansemos y volvamos a casa», se quejaba uno de sus amigos, Nelson Yung, también de 20 años y alumno de Empresariales en la misma Universidad. Desconfiando de que el diálogo sirva para alcanzar sus peticiones, «poder elegir a nuestros líderes», dudaba de que «una movilización así vuelva a repetirse en Hong Kong porque es difícil que tanta gente salga a la calle».

Buena prueba de ello es que la multitud que se concentraba ante la sede del Gobierno regional empezó a dispersarse, ya de madrugada, tras el anuncio de la oferta de diálogo por parte del jefe ejecutivo. Ante la entrada a su edificio, que antes había sido rodeado por miles de personas, aún quedaban cientos de estudiantes que discutían en asamblea si cortar o no la adyacente carretera de Lung Wo, que comunica la isla de Hong Kong con la zona de Kowloon, al otro lado de la bahía. Algunos de ellos, que ya se han declarado independientes de la Federación de Estudiantes, han cortado una de sus direcciones en un tramo sentándose sobre el asfalto y pretendían bloquear también el otro lado. Pero fueron frenados por la mayoría, que formó una cadena humana para permitir el paso de los coches. Debido a esta disparidad de opiniones, los altercados entre los propios estudiantes se vienen repitiendo desde la madrugada, lo que ha obligado a intervenir a la Policía para poner paz.

«Esto es lo que hay ahora: división», resumía Wong Man-ting, otra estudiante de 20 años que ya no tenía «ninguna esperanza de que hubiera otra revolución porque no podremos encontrar otro detonante tras este fracaso».

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