El jefe ejecutivo de Hong Kong no dimitirá, pero dialogará con los manifestantes
Miles de personas bloquean su oficina, contigua al cuartel general del Ejército chino, mientras los asistentes temen ser desalojados por la Policía
Rechazando el ultimátum de los manifestantes que reclaman democracia, el jefe ejecutivo de Hong Kong, Leung Chun-ying, se ha negado de nuevo este jueves a dimitir, pero les ha ofrecido diálogo. Para ello, su número dos y secretaria jefe de su gabinete, Carrie Lam, se reunirá «lo antes posible» con los líderes de la Federación de Estudiantes, los auténticos protagonistas de estas protestas multitudinarias que han colapsado el centro de Hong Kong.
Modificando su postura de los últimos días, el jefe ejecutivo Leung se avino a hablar con los representantes de la « Revolución de los Paraguas », pero advirtió de que «cualquier diálogo sobre reformas políticas tiene que estar basado en la Ley Básica de Hong Kong y en el marco de la Asamblea Nacional Popular china». Aunque se comprometió a seguir trabajando por la instauración del sufragio universal en las elecciones previstas para 2017, no hizo mención a la selección de candidatos por un comité afín a Pekín, que ha sublevado a las fuerzas democráticas de la isla.
Su alocución fue abucheada por los miles de jóvenes, en su mayoría universitarios, que se han plantado ante su oficina y pretenden bloquear su entrada cuando acuda el viernes por la mañana. Temiendo ser desalojados por la fuerza, muchos de ellos se cubren sus rostros con gafas de bucear y máscaras por si los agentes antidisturbios vuelven a lanzar gases lacrimógenos y espray de pimienta como el pasado domingo. Una contundente respuesta policial que ha espoleado estas protestas y que ha sacado a la calle a miles de personas que, hasta ahora, habían permanecido al margen de las manifestaciones reclamándole democracia a China, de quien depende la antigua colonia británica desde su devolución en 1997.
Intentando calmar a los estudiantes, que habían amenazado con ocupar edificios públicas si no dimitía, Leung Chun-ying insistió en que «la Policía se contendrá si las protestas no traspasan los cordones establecidos por los agentes». Sin embargo, los manifestantes temen una nueva actuación policial tras ver este jueves la entrada de material antidisturbios en la sede del Gobierno.
«El Gobierno chino piensa que somos tan estúpidos que podemos aceptar el sufragio universal con candidatos seleccionados por Pekín», expone Givy Lee, una productora de un estudio de fotografía de 26 años que ha acudido a la concentración «para presionar al jefe ejecutivo y que renuncie a su cargo». Aunque la joven asegura que tiene que ir a trabajar el viernes por la mañana, su intención es quedarse todo el tiempo que pueda y espera «que no pase nada malo». En su opinión, «el Gobierno de Hong Kong quiere agotarnos y abrir la división social por las molestias que causan las protestas», pero está convencida de que «vamos a ganar» porque «de lo contrario, no vendría». Aunque advierte de que «el objetivo por unas elecciones totalmente libres y abiertas será largo», señala que «queremos un compromiso para avanzar hacia ellas, pero no tiene por qué ser en 2017», cuando se celebrarán los próximos comicios a jefe ejecutivo de la isla. Para dicha cita electoral, el régimen chino ya ha anunciado que permitirá el sufragio universal, pero pretende vetar a los candidatos mediante una selección que haría un comité afín a Pekín.
Mientras la tensión iba en un aumento en la multitudinaria concentración ante la sede del Gobierno, el jefe Leung acudía este jueves a una ceremonia en el Coliseo de Hong Kong para conmemorar el 65 aniversario de la fundación de China, que se celebró el miércoles. A este espectáculo, que combinaba la cultura tradicional y la propaganda propia del Partido Comunista ensalzando el auge de China como superpotencia, acudieron unas 10.000 personas, la mayoría de avanzada edad. A la entrada, casi todos los asistentes preferían no hablar con este corresponsal y pasaban de largo, lo que contrastaba con la locuacidad de los manifestantes contra el Gobierno.
«Estoy en contra de las protestas porque están perjudicando a la vida cotidiana en Hong Kong», criticaba Ken Wong, un oficinista de 55 años cuyos padres llegaron a la excloonia británica en la década de 1920. Aunque no se mostraba partidario del Partido Comunista, se declaraba «orgulloso de China y de su cultura” y aventuraba que “la celebración en Hong Kong de unas elecciones plenamente abiertas necesita, al menos, veinte años».
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