'Tories': el cisma por un rey católico que hizo que el partido de Truss adquiriese un insulto por nombre
La 'Crisis de la exclusión', acaecida entre 1679 y 1681, provocó el intercambio de apodos peyorativos entre los partidarios y los detractores del futuro Jacobo II
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En 2015, la BBC salió a la calle para preguntar a los conservadores británicos si les gustaba que les llamasen 'tories'. La mayoría de los entrevistados confirmó que usaban indistintamente ambos términos. Hasta la candidata de Totnes por este partido lo admitió: «Para mí ... son sinónimos y no me importa lo que hagan otras personas». La realidad es que los conceptos tenían poco o nada que ver. En sus orígenes más remotos, este apodo –que significaba bandido, ladrón o bandolero– se lo pusieron a los parlamentarios que apoyaban que el sucesor de Carlos II fuese un católico. Y vaya si era despectivo.
La historia del partido que hoy ha sido alumbrado por los focos de la actualidad tras la caída a plomo de Liz Truss arrancó entre 1679 y 1681, durante el mandato del entonces rey de Inglaterra, Carlos II. En la llamada 'Crisis de la exclusión', el hermano del monarca, Jacobo –duque de York y heredero natural por la falta de príncipes– hizo estallar la locura en el Parlamento cuando se convirtió al catolicismo.
Ese mismo mayo, una facción política protestante encabezada por Anthony Cooper, conde de Shaftesbury, y James Scott, duque de Monmouth, presentó un proyecto de ley con el objetivo de impedir su acceso al trono por las bravas: excluyéndole.
Los 'whigs', como empezaron a ser llamados de forma peyorativa –el término significaba 'patán' o 'campesino'– iniciaron así un período en el que cargaron de forma insistente contra los partidarios de la sucesión de Jacobo. A cambio, tildaron a este segundo bando continuista, formado entre otros por terratenientes y escuderos, como los 'tories'. A saber: 'bandidos', 'ladrones' o 'bandoleros'.

En principio, el combate se saldó cuando el Parlamento expulsó, en 1679, a Jacobo de la línea sucesoria. Pero la victoria no les duró mucho y, poco después, Carlos II ordenó que fuera restituido. Todo quedó como al principio, aunque la tensión iba en aumento.
La crisis se recrudeció en febrero de 1685. El día 1, de buena mañana, el rey Carlos II paseaba por los jardines de palacio a sus perros de aguas cuando empezó a sentirse mal. Pasó la peor noche de su vida, entre gritos y dolores. Tras la indisposición llegaron las convulsiones, la palidez y el mutismo.
Los médicos lo intentaron todo; desde sangrías, hasta polvo amargo para quitarle aquel mal. Pero no sirvió de nada. El 6, con una educación inglesa de manual, pidió disculpas a los galenos por «el tiempo desmedido» que estaba utilizando para morir y solicitó un último favor: ver la luz. Después, expiró su último aliento.
Tras todas aquellas idas y venidas, Jacobo II accedió a un trono que fue efímero por culpa de sus políticas en favor del catolicismo. El término 'tory' tuvo una vida mucho más larga. En la década de 1830, y bajo el liderazgo de Robert Peel, la modernización del partido bajo la bandera del apoyo a diferentes medidas sociales hizo que el concepto empezase a ser visto con buenos ojos. Poco a poco, según explica el Parlamento inglés en su página web, los dos términos empezaron a intercambiarse. Hasta tal punto, que en 1957 apareció en publicaciones oficiales.
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Tan solo hubo un breve 'impasse', la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Fue entonces cuando se empezó a conocer como 'tories' a los colonos leales a la monarquía británica. Así lo corrobora la doctora en Historia contemporánea Montserrat Hughet en 'Breve historia de la Guerra de Independencia española: 1808-1814'. La experta especifica que «los patriotas denominaban 'tories' a los legitimistas, un grupo compuesto sobre todo por administradores de la Corona, además de profesionales y hombres de negocios, la mayoría nacidos fuera de las colonias y miembros de la iglesia de Inglaterra». En sus palabras, el nombre volvió a tener carácter despectivo. Hoy, por el contrario, todo ha cambiado.
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