Nueve curiosidades sobre la bandera de España que tal vez desconocías

Tras la decisión de Carlos III en 1785, la bandera no sobrepasó al principio el ámbito marítimo ni se convirtió por imposición real en un pabellón popular hasta medio siglo después

Reproducción de las banderas elegidas por Carlos III en 1785 como pabellones de guerra y civil, y gallardete abc
César Cervera

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Con el objeto de evitar la confusión provocada por la tradicional bandera blanca que compartía la Armada española con un sinfín de países (Francia, Gran Bretaña, Sicilia, Toscana…), el ministro de Marina Antonio Valdés y Fernández Bazán presentó doce propuestas a Carlos III para utilizar alguna como distintivo del país en alta mar. El Rey eligió una de estas banderas para los buques de guerra, la rojigualda; y otra para su flota mercante con tres franjas amarillas y dos rojas. En el Real Decreto del 28 de mayo de 1785 , el Monarca ilustrado explicó las razones por las que estableció esta bandera que, a la postre, se convertiría en la de todo el país:

«Para evitar los inconvenientes y perjuicios que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la bandera nacional de que usa mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias o con vientos calmosos con las de otras naciones, he resuelto que en adelante usen mis buques de guerra de bandera dividida a lo largo en tres listas».

Una bandera muy popular

Tras la decisión de Carlos III en 1785, la bandera no sobrepasó el ámbito marítimo ni se convirtió por imposición real en un pabellón popular a pesar de que su «inventor», el ministro de Marina Antonio Valdés, llegó a remitir un oficio al ministro interino de la Guerra, Pedro López de Lerena, «para que se digne S.M. declarar si es su real voluntad que se establezca el mismo Pavellon en las Plazas , y exercito».

Este proceso de asimilación se produjo de forma espontánea durante la Guerra de la Independencia, 1808-1814, de la mano de los liberales y de las fuerzas que se opusieron a los franceses. Durante las Cortes de Cádiz, los escudos y banderas del reino pasaron de ser emblemas dinásticos y reales a ser, sobre todo, emblemas propios del estado, esto es, de la res publica.

No en vano, la presencia de la rojigualda, que apareció ya entonces en representaciones y símbolos en torno a la Constitución liberal, una de las más avanzadas de su tiempo, era aún muy limitada y compartía protagonismo con otros estandartes, blancos en su mayoría. Fue gracias a la Milicia Nacional, un grupo armado de ciudadanos con gran protagonismo desde el espectro de los progresistas liberales cuando se popularizó la rojigualda como enseña de este cuerpo entre lo militar y lo policial.

No fue oficial hasta mediados del siglo XIX

El 13 de octubre de 1843, la Reina Isabel II estableció que la bandera que venía usándose para representar a los barcos de guerra se convirtiera, también, en la enseña de la nación. Concretamente, el Gobierno encabezado por el liberal progresista Joaquín María López decretó los colores rojos y amarillo como «verdadero símbolo de la monarquía española» y determinó que todas las banderas y estandartes del Ejército español los adoptaran.

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra. ABC

En un tiempo en el que los liberales buscaba desvincular a la nación y a la monarquía constitucional de aquellos símbolos puramente dinásticos, la decisión de la joven Monarca puso fin a un proceso iniciado por su bisabuelo para la racionalización y unificación de las numerosas enseñas que convivían en el Ejército.

¿Por qué amarillo y rojo?

Las razones por las que la mayoría de las propuestas de Antonio Valdés y Fernández Bazán incluían tonalidades parecidas de rojo y de amarillo estuvieron únicamente relacionadas con cuestiones pragmáticas y, solo por medio de especulaciones, es posible hallar vínculos históricos en tal elección. Algunos expertos afirman que efectivamente se usaron los colores tradicionales de la Corona de Aragón (rojo y amarillo) debido a la importancia naval de estos territorios y a que, en el escudo del Reino de España, habían adquirido ya mucha importancia los símbolos de Castilla y de León. Escoger el rojo y el amarillo de Aragón sería, según esta teoría, un ejercicio de equilibrio o de compensación entre los distintos elementos que daban forma a esa España…

El problema de esta teoría es que cuando Carlos III eligió esta bandera concreta para su Marina no tenía ni idea de que medio siglo después sería designada por su biznieta como bandera nacional. El componente político no pudo jugar un papel importante, y menos si se tiene en cuenta que los Borbones dieron preeminencia en sus escudos a Castilla y León por encima del resto de reinos «históricos» de la Península Ibérica. Precisamente Carlos III depuso el escudo borbónico que incluía, entre otras ornamentas, el toisón de oro y armas de Ducados italianos en representación de la herencia del Rey, para sustituirlo simplemente por el castillo dorado y el león rampante de Castilla y León .

La bandera de los Austrias

Antes de la rojigualda hubo otras enseñas. Con la dinastía de los Austrias, emparentados a su vez con la Casa de Borgoña, se adoptó como elemento común para las banderas españolas de la época y los estandartes militares la Cruz de Borgoña, un tipo de Cruz de San Andrés de color rojo y fondo, habitualmente, blanco. En tierra, esta bandera ondeó probablemente por primera vez como insignia española en la batalla de Pavía, en 1525, aunque el ejército de Carlos I era más bien hispano-germano. Posteriormente se convirtió en la más característica de las utilizadas por los tercios españoles y regimientos de infantería del Imperio español durante los siglos XVI, XVII, XVIII y comienzos del XIX.

Cuando Carlos III eligió esta bandera concreta para su Marina no tenía ni idea de que medio siglo después sería designada por su biznieta como bandera nacional

La bandera fue el símbolo vexilológico por excelencia de España hasta el advenimiento de la Casa de Borbón en la figura de Felipe V, que empezó a usar una enseña blanca con el escudo de su casa. En cualquier caso, la Cruz de Borgoña seguiría muy presente en la vexilología patria. Muchas banderas, guiones y estandartes actuales del Ejército español siguen presentando este emblema. Un claro ejemplo lo constituyen los guiones y estandartes de la Guardia Real, así como el Escudo de Armas del Rey Juan Carlos I, no así el de Felipe VI. A nivel aéreo, el símbolo fue adoptado en el Ejército del Aire poco tiempo después de la creación de esta fuerza en España a partir de 1939, cuando se creó el Ministerio del Aire. Los aviones militares españoles aún incluyen en su cola esta cruz .

La bandera de la Primera República era rojigualda

La rojigualda soportó los envites del complejo siglo XIX. En opinión del historiador Hugo O'Donnell, autor de 'Orígenes y trayectoria naval de la bandera de España' (Real Academia de Matritense de Heráldica y Genealogía, 2002), «la bandera bicolor, tras superar la prueba múltiple del Sexenio Revolucionario, de la Revolución, la Instauración y la República, probó su verdadera condición de nacional, superadora de regímenes y facciones». Entre estos eventos a los que sobrevivió la rojigualda, obviamente, el más rupturista con el pasado fue la Primera República , surgida en febrero de 1873 tras el fracaso de la Monarquía parlamentaria de Amadeo I.

Algunos líderes republicanos quisieron introducir su propia bandera usando el morado para diferenciarse, pero esta enseña no llegó a tener estado oficial y ni siquiera se popularizó. Nació, según Castelar (último Presidente de la I República), en la Universidad de Barcelona , fundiendo tres colores de tres facultades. Finalmente, se respetaron la bandera preexistente por considerar sus colores como históricos, nacionales y admitidos y, por lo tanto, «inalterables».

La confusión republicana con el morado

Medio siglo después, los líderes republicanos de la Segunda República sí lograron sustituir la tradicional bandera liberal por la tricolor, que añadía el morado como un supuesto homenaje a los comuneros castellanos, algo que la gran mayoría de la población española desconocía. La instauración de la nueva bandera republicana se justificó en que servía para romper con la simbología monárquica y en que se trataba de una demanda popular, lo cual no era cierto.

Los republicanos creyeron erróneamente que los colores de la enseña nacional representaban a la Corona de Aragón, y pensaron que introduciendo el color morado en la enseña representarían así a Castilla. En verdad se trata de una confusión, dado que el color real de Castilla en los años de la revuelta comunera era el carmesí.

El Águila de San Juan fue constitucional

Para dotar de una simbología nueva al bando Nacional, Francisco Franco –bajo influencia de l a Falange – adoptó en el transcurso de la Guerra Civil un escudo con elementos sacados de la heráldica de los Reyes Católicos, esto es, una representación del Águila de San Juan. Popularizado como el «escudo del águila», sería impuesto al término del conflicto como oficial de España hasta 1981. Además de esta ave, el régimen franquista incluyó en su simbología otros elementos característicos de este periodo como es el yugo y el haz de flechas.

Escudo con el águila de San Juan nimbada en el salón del trono del Alcázar de Segovia. ABC

En enero de 1977, se realizó una modificación del escudo franquista mediante la cual el Águila de San Juan se representó en disposición de emprender el vuelo, cobijando bajo sus alas las columnas de Hércules, además se desplazó la cinta con el lema «una, grande y libre» del cuello del ave hasta encima de su cabeza. Paradójicamente, se suele calificar este escudo del águila como «preconstitucional» o «anticonstitucional», a pesar de que aparece impreso en el ejemplar solemne de la Constitución firmada por el Rey Juan Carlos en 1978 . No fue realmente hasta 1981 cuando se sustituyó dicho escudo por el actual a través de una ley, de modo que desapareció el águila con el yugo y las flechas en sus garras. El emblema y la corona imperial fueron reemplazadas por símbolos reales, además de incorporar la flor de lis borbónica.

La franja amarilla cuenta con el doble de anchura

El artículo 4.1 de la Constitución Española de 1978 establece que «la bandera de España está formada por tres franjas horizontales, roja, amarilla y roja, siendo la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas». Dentro de esa franja amarilla es donde se ubica el escudo, cuya inclusión solo es obligatoria en los casos previstos reglamentariamente.

Respetando esa proporción de 3/2 de la anchura, el eje del escudo debe ser colocado a una distancia de la vaina de media anchura de la bandera. Sin embargo, si la longitud fuere menor a la normal o la bandera tuviera la forma cuadrada, el escudo se sitúa en el centro de la bandera.

El escudo de España

El actual escudo de España incluye referencias a cinco reinos históricos del país. Por un lado, a la derecha está el león, que representa el antiguo reino de León; a su izquierda, un castillo, que representa a Castilla; debajo las franjas rojas y amarillas que representan la Corona de Aragón y las cadenas al antiguo reino de Navarra, mientras que cerrando la heráldica se encuentra la granada que simboliza al reino de Granada. La flor de lis ubicada en el medio del escudo representa la dinastía de los Borbones que reina hoy en España.

La corona, ubicada en la parte superior del escudo, representa la soberanía nacional y su condición de reino. Además, las columnas de los lados hacen referencia al mito de que Hércules colocó dos pilares a ambos lados del Estrecho de Gibraltar para marcar el fin del mundo. En torno a estas columnas se entrecruza el lema latino 'Plus ultra' ('Más allá') refiriéndose al espíritu de los españoles que en el siglo XVI se lanzaron a explotar todo el globo.

Curiosamente, las dos coronas ubicadas en lo alto de las dos columnas de los laterales del escudo no son iguales debido a que cada una representa una época. Por un lado está la Corona de España y por el otro la del Sacro Imperio Romano Germánico, que también heredó Carlos I.

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