Los 5 modelos de tanques rusos más destruidos por los ucranianos en la guerra
Del vetusto T-62 al puntero T-90; las divisiones blindadas de Vladimir Putin, según afirman las webs especializadas, se desangran poco a poco en el campo de batalla
El declive del tanque: de imbatible mole acorazada a millonario juguete roto

El 18 de febrero de 1973, la ya renqueante Unión Soviética se vanagloriaba, cual pavo real, de sus flamantes vehículos acorazados. «Las tropas rusas estacionadas en la República Democrática Alemana están siendo equipadas desde hace unos meses con los más modernos carros de combate ... de fabricación rusa: los T-62», escribía el diario 'Frankfurter Rundschau'. Estos blindados eran los más modernos de su era, pero mil lluvias han caído desde entonces. Hoy, en plena invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin, se encuentran todavía entre los cinco modelos de tanques más destruidos y dañados por los Javelin y los bazucas de los defensores.
Los cuatro restantes son más modernos, aunque tampoco punteros. De hecho, no hay ni rastro de los T-14 Armata. Al menos, así lo ha confirmado la web especializada 'Oryxspioenkop.com'; un espacio que documenta los vehículos que han caído en el conflicto desde el pasado octubre. Y no a través de estimaciones, como hacen otros tantos analistas, sino comparando y contrastando las bajas mediante las instantáneas que llegan del frente. Acorde a sus cálculos, desde que Putin inició la invasión de Ucrania las divisiones rusas han tenido que lamentar 1.500 carros de combate destruidos, averiados o capturados. Una auténtica sangría si se compara con sus equivalentes ucranianos, con tan solo 370.
Los datos estremecen, pero corroboran lo que ya barruntaba medio mundo: lo obsoletas que están las divisiones blindadas rusas –cuya columna vertebral son tanques con más de medio siglo de antigüedad– y la supremacía de la infantería sobre los vehículos pesados. Aquí las cifras. El tanque que más veces ha causado baja ha sido el T-72, con 862 unidades. Le sigue el T-80 (339), el T-62 (53), el T-64 (46) y el T-90 (31). Según la misma web, esta escabechina supone que Putin ha perdido más de la mitad de su parque de carros de combate. Porque, aunque el Kremlin se ha empeñado en recalcar que cuenta con más de 12.000, la realidad es más cruda y apenas suma entre 2.600 y 2.900 activos.
Pero lo que horrorizará de verdad a Putin es que, de las 1.500 bajas, solo 979 se corresponden con tanques destruidos (859), dañados (64) o abandonados (56). El resto, 521, han sido capturados por las fuerzas ucranianas. Según la web especializada, esto convierte a Rusia en el primer suministrador (involuntario, eso sí) de carros de combate de su enemigo, por encima de diferentes potencias aliadas como Estados Unidos. Para mayor escarnio, el Kremlin ya ha perdido más de estos vehículos que la Unión Soviética en la invasión a Afganistán. Y eso, a pesar de aquella guerra se extendió durante nada menos que una década: de 1979 a 1989. Los números no le salen al Zar del siglo XXI.
Viejos amigos
El más vetusto de la lista es el T-62. El diseño de este carro de combate comenzó en 1957. El objetivo: sustituir al T-55. La tarea no era sencilla, pues su predecesor contaba con un armamento todavía decente –un cañón de 100 milómetros considerablemente superior a los que montaban en la Segunda Guerra Mundial blindados medios más modernos como el Sherman o los Panzer V 'Panther' germanos–, podía disparar con una precisión del 60% en movimiento a una velocidad de 12 kilómetros por hora y montaba un blindaje elaborado a base de planchas soldadas y una torreta de fundición. Un portento para la época, vaya.
Pero el diseño del T-62 estuvo a la altura. En 1959 se iniciaron las pruebas del prototipo y, apenas tres años después, comenzó la producción en cadena. De hecho, tiene el honor de haber sido el último carro medio que se produjo en la Unión Soviética. Las novedades que atesoraba eran punteras. Para empezar, fue el único de su era que montaba un cañón de ánima lisa, la cual aumentaba la durabilidad y le permitía adaptarse al uso de munición más moderna en los años venideros. Fue un precursor en este sentido; hoy, la mayoría de tanques –entre ellos, el Leopard y el Abrams– la utilizan.

Por otro lado, contaba con un blindaje soldado frontal de 100 milímetros y un ángulo de inclinación elevado; dos características que hacían que sus enemigos directos, el AMX-30 galo y el Patton norteamericano, tuvieran que acercarse a menos de un kilómetro y medio para acabar con él. Hoy, sin embargo, el T-62 es vulnerable a cualquier carro de combate moderno. Putin solo ha recurrido a ellos por dos cosas: la ingente cantidad de pérdidas que ha tenido en Ucrania y la considerable cantidad de ellos que escondía el ejército, desde la época de la Unión Soviética, en los almacenes de la estepa. Con todo, antes de que fueran desempolvados por el Kremlin eran todavía utilizados por hasta veinte países diferentes.
Por antigüedad, el T-64 es el siguiente carro de combate de esta lista. Aunque su número es mayor entre las fuerzas irregulares rusas, y no tanto en el ejército. Este tanque fue alumbrado para sustituir de forma definitiva a los veteranísimos T-55, IS e, incluso, a las versiones más desfasadas del T-62. En lugar de ser una evolución de este último, el ingeniero Aleksandr Morozov planteó una nueva máquina que fue pionera en muchos sentidos. Para empezar, contaba con un cargador automático que permitió reducir la tripulación de cuatro a tres soldados. A su vez, estaba equipado con un blindaje compuesto revolucionario y sistemas de protección NBQ y de control de tiro.
En la práctica, fue el primer carro de combate de segunda generación del todavía Ejército Rojo, un pilar sobre el que se asentaron sus colegas más modernos. «La producción del T-64 como un arma de 115 milímetros comenzó en 1964», explica Óscar Corcoba Fernández en 'Tecnología militar: Desde la bomba atómica hasta los robots de combate y la inteligencia artificial'. El experto señala también que, entre sus ventajas, se contaba su tamaño más reducido, lo que disminuía su silueta y su capacidad de ser alcanzado por el enemigo en mitad del campo de batalla. Aunque el sistema de carga automático tendía a 'comerse' los brazos de los cargadores.
Un salto más
El T-64, orgullo del Kremlin, dejó con mal sabor de boca a varios sectores del Ejército Rojo que anhelaban contar con un carro de combate más poderoso. Muchos soñaban con el T-64 A, equipado con un cañón de 125 milímetros. Pero, al final, varios problemas de diseño ralentizaron su producción. «Después de intensas pruebas comparativas con el T-64 A, fue rediseñado en 1970 para tratar algunos problemas menores. Sin embargo, al ser solo un modelo de movilización, la producción en serie no fue posible en tiempos de paz», añade el experto español. Las tensiones no finalizaron hasta que, el 1 de enero de 1972, se emitió un decreto que confirmaba el nacimiento del T-72. Desde entonces, se han ensamblado unos 20.000.
De dimensiones similares a su predecesor, el nuevo caballo de batalla ruso era compacto –una tendencia cada vez más marcada en la época–, contaba con un cañón de ánima lisa de 125 milímetros –adaptado luego para disparar cohetes– y dos ametralladoras, y podía montar un blindaje compuesto o reactivo. Este último alberga una pequeña capa de explosivos entre las placas metálicas. Al ser golpeadas, explotan hacia fuera, neutralizando parte de la fuerza del proyectil. Sobre el papel, este sistema reduce de forma drástica la eficacia de las armas anticarro unipersonales como los famosos RPG o los más modernos Javelin norteamericanos. Aunque lo cierto es que sus orígenes se hallan en la guerra de Afganistán.

El T-80 supuso la siguiente evolución natural. Y eso, a pesar de que generó controversia entre los altos cargos del Kremlin. La idea inicial era solucionar los problemas de mantenimiento que habían aflorado en los T-72; amén de otorgar más velocidad a los carros de combate. El resultado fue un carro de combate con un motor de turbina que le permitía alcanzar unos 70 kilómetros por hora. Los expertos confirman que era un vehículo bastante ligero y que podía calentarse a la velocidad del rayo, incluso en invierno. El cañón, eso sí, era similar al de su antecesor. Su debut en combate en la Primera Guerra Chechena fue pobre, cuasi irrisorio. Aunque se están desempeñando bien en Ucrania ante la escasez de versiones más modernas.
MÁS INFORMACIÓN
La última parada en este viaje es el T-90, un desarrollo mejorado del T-72 y su millar de versiones. Fue diseñado en 1993 y, todavía hoy, está considerado como uno de los diez mejores carros de combate del mundo. Cuenta con un blindaje compuesto complementado por bloques de armadura reactivos. Los primeros montaban una torreta fundida, aunque ahora son soldadas. Su mayor ventaja, sin embargo, era (y es) el sistema Shtora-1; este emite señales infrarrojas que bloquean la guía de los misiles antitanque enemigos y cuenta con receptores que lanzan granadas de humo cuando el blindado está fijado por un láser. Su arma principal es un cañón de ánima lisa 2A46M de 125 milímetros totalmente estabilizado. Digno, eficiente y probado en mil contiendas.
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