BANDOLEROS, LA VERDADERA HISTORIA (II)

El tren del oro: la gesta con la que la Guardia Civil aplastó a los bandidos más crueles de España

El 13 de octubre de 1880, varios miembros de la Benemérita tendieron una trampa a una partida formada por «Los Juanillones» y «Los Purgación» durante el asalto al tren correo de Andalucía

Para el ojo zagal, el Paseo del Tránsito es otra de las bellas calles que se esconden en corazón de Toledo . Quizá algo más hermosa que el resto gracias a que su altura la convierte en una ubicación privilegiada desde la que admirar los sillares del Puente de San Martín -el mismo que atravesaron las tres culturas durante la Edad Media- o el curso del Tajo . Sin embargo, si le preguntásemos a los padres de nuestros abuelos (ajusten esta referencia atendiendo a su edad) la recordarían porque, en marzo de 1882, acogió la última ejecución pública que se vio en la ciudad.

Según publicó en sus páginas el periódico local «El nuevo Ateneo» , aquella cruel estampa congregó en su momento a un total de 12.000 personas, «dos terceras partes de ellas, mujeres». Fue, sin lugar a duda, un evento masivo que quedó grabado a fuego en la retina de la multitud presente y de otros tantos miles de españoles que supieron de él gracias a los medios de comunicación. Aunque todo parece indicar que la cifra de asistentes fue exagerada por el redactor ya que, según el censo elaborado en 1877, la población de la ciudad apenas superaba las 20.000 personas por entonces.

Más allá de que el cronista se dejara llevar por la emoción del momento, la realidad palpable es que, aquel infausto 13 de marzo, las autoridades fusilaron a Juan García-Quilón López-Simancas (miembro de la banda de los «Juanillones») y a los hermanos Ambrosio y Casimiro Navarro Clemente (los «Purgaciones» o «Purgación»). Nuestro equivalente castizo de los célebres Billy el Niño o Jesse James . La pena capital terminó por atraparles tras una vida dedicada al bandolerismo en los alrededores de los Montes de Toledo. Aunque el delito que les granjeó la muerte no fueron sus tradicionales asesinatos, sino el asalto, allá por octubre de 1880, al tren correo de Andalucía .

Resulta curioso que el que iba a ser un gran saqueo al más puro estilo « far west », aquel que podía convertir a los criminales más perseguidos de los Montes de Toledo en verdaderos señoritos de La Mancha, les llevara al cadalso. Y todo, gracias al buen hacer de varias unidades de la Guardia Civil que, a tiro limpio y después de recibir un chivatazo, tendieron una trampa a los bandidos. La mascarada surtió efecto, los millones que transportaba el ferrocarril en diferentes materiales quedaron a salvo y, por último, los agentes fueron felicitados y recompensados a través de una Orden General por su «brillante comportamiento».

Según dejó sobre blanco el diario «La Unión Católica» el mismo octubre de 1880, la desarticulación de las partidas que participaron en este asalto supuso un «terrible golpe para los bandidos de los Montes de Toledo, dominados casi enteramente por bandas criminales que infundían terror en las comarcas extensas». Un «descalabro», según el mismo redactor, que, por desgracia, ha caído hoy en el olvido. «La muerte de los criminales es muy halagüeña para los habitantes de esta comarca, donde los ciudadanos se ven privados, por temor al secuestro, de salir a las labores a vigilar las faenas agrícolas», desvelaba, por su parte, «El Liberal» en octubre de 1880.

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Bandidos y rufianes

El origen de este episodio hay que buscarlo en el mal que se extendía como un virus por los Montes de Toledo durante el siglo XIX: las partidas de bandoleros . Grupos que, como explica a ABC el historiador y académico Ventura Leblic , autor de varias obras sobre el tema como «Golfines, bandoleros y maquis en los Montes de Toledo» , usaban esta región boscosa de Castilla la Mancha como escondite desde la Guerra de la Independencia para sus propios fines. «Aunque este fenómeno ya se daba desde la Edad Media, en el último cuarto del siglo XIX generó una gran inseguridad en la población que derivó en la creación de diferentes unidades para acabar con ellos», explica. La más efectiva fue, en 1844, la Guardia Civil.

Ventura Leblic

A finales de siglo ya eran populares algunos bandoleros como los « Purgaciones », los « Juanillones », el mítico Castrolas o el no menos peligroso Bernardo Moraleda . Y sus objetivos solían ser siempre los mismos: robar cabezas de ganado, secuestrar a niños ricos para obtener un buen rescate a cambio o, entre otras tantas cosas, saquear los trenes correo (ferrocarriles que estaban en servicio desde 1855 y que permitían transportar con seguridad cartas, paquetes y dinero).

El predilecto por parte de las partidas fue el expreso de Andalucía, atacado en varias ocasiones durante el siglo. Por ello, no resulta extraño que, en octubre de 1880, varios grupos de malhechores decidieran reunirse para dar un golpe conjunto. ¿La razón? Que habían oído que sus vagones venían repletos de oro.

Eternas dudas

El asalto fue orquestado por esta curiosa unión de bandas criminales para el 13 de octubre de 1880 . Al abrigo de la noche, los bandoleros planeaban hacer descarrilar el ferrocarril para hacerse con las grandes riquezas que portaba en su interior. Unos «cuatro millones», en palabras de «La Unión Católica». El lugar exacto que habían seleccionado, según desveló poco después el gobernador de Ciudad Real al ministro de Gobernación en un telegrama, era «entre Madridejos y Villacañas , y antes de llegar al punto llamado Cálamo ».

Lo que los criminales desconocían era que, a través de un chivato, la Guardia Civil sabía sus intenciones y había enviado a su encuentro una gran fuerza de infantería y caballería procedente de los puestos de Alcázar, Criptana, Herencia o Tomelloso . Así lo explicó «El Comercio» en su edición de octubre de 1880. Por su parte, «El Liberal» confirmó que este contingente tenía su propio plan:

«A la una de la madrugada del día 13 se presentó en Urda el teniente de la Guardia Civil Don Tomás Sampere, el cual sabía por confidencia que los criminales, en número de siete, intentarían robar el tren correo dicho día. Llegaron también los tenientes D. Manuel Sánchez, D. Francisco Barrios y D. Saturnino Rueda, con 31 caballos. […] Se acordó con el jefe que la infantería de Madridejos y la de Consuegra guardaran la retirada en el cerro del Conde la primera, y en la venta del Pancho la segunda, con objeto de que los criminales no pudieran internarse en los montes. El resto se dirigió al lugar».

Juanillones

Esta es la versión oficial que describieron la mayor parte de los diarios. Sin embargo, Leblic añade que, según quedó escrito en los informes posteriores, esta emboscada fue planeada con mucha más antelación. «Fue la misma Guardia Civil la que hizo correr la voz de que ese ferrocarril llevaba un gran tesoro destinado a pagar al ejército español acantonado en el sur», afirma a ABC. En sus palabras, el plan surtió el efecto deseado, pues muchas de las partidas más destacadas de la época se unieron para perpetrar el robo. «No había tanto dinero, lo que había dentro eran muchos agentes esperándoles», completa.

Lo que a Leblic le parece extraño es que estas partidas de bandoleros, acostumbradas a valerse de su conocimiento de los Montes de Toledo para escapar de las autoridades en caso de peligro, decidieran atacar en un terreno «llano, alejado de los árboles y que carecía de lugar alguno para cubrirse». Quizá fuera por un exceso de confianza o quizá por mera desidia, pero lo cierto es que ayudaron a empujar el último clavo de la tapa de su féretro. «Habitualmente su defensa era tener el monte cerca para huir. Lo conocían como si fuera su casa y, en su interior, podían escabullirse de las autoridades, pero aquel lugar estaba muy alejado», desvela el experto.

Asalto al tren del oro

El encuentro entre ambas fuerzas comenzó bien entrada la noche, y poco se sabe de él. Los medios obvian señalar si se combatió en las cercanías del tren, en la estación o a campo abierto. Tan solo «El Comercio» se desmarca de sus colegas y sentencia, en base a las afirmaciones realizadas por su corresponsal en Villacañas, que la contienda se libró en una propiedad de «Don Jesús Segoviano» ubicada a unos dos kilómetros del punto en el que se iba a perpetrar el golpe. «La Unión Católica», por su parte, señala que el encuentro se sucedió en una hacienda que la Benemérita rodeó en tres grupos.

Lo que aconteció en la refriega es otro de los grandes enigmas. «El Constitucional» explica en sus páginas que ambas partes se repartieron balas a «larga distancia». Así, hasta que el plomo de la Guardia Civil obligó a los bandoleros a retirarse. Dos de ellos, los hermanos « Purgaciones », se marcharon a galope tendido en dirección a Villacañas . Allí, decididos como estaban a no entregarse, pidieron ayuda al alcalde. «Los hermanos venían huyendo en dos magníficos caballos, preguntando por toda la calle del Cristo que dónde vivía el señor alcalde, y a caballo y todo penetraron en su casa y se abrazaron a él, pidiendo les amparase, pero no lo consiguieron», se afirma en «El Comercio».

Grabado que representa un asalto a bandoleros

Las informaciones no coinciden siquiera en el número de fallecidos o huidos durante este asalto. Varios periodistas confirmaron haber visto un carro con cuatro cadáveres, aunque «El Constitucional» recalcó que, casi con total probabilidad, el número ascendía a cinco. En todo caso, el segundo sí confirmó uno de los nombres de los criminales fallecidos y la captura de los famosos «Purgaciones» a través de un telegrama enviado por el gobernador de Toledo: «Han muerto en la refriega el conocido criminal Antonio Cuéllar , conocido por el de los Yébenes, y otros dos cuyos nombres ignoro, cayendo en poder de la fuerza los célebres Ambrosio y Casimiro Navarro ».

«La Unión Católica» consiguió poner nombres y apellidos a todos los caídos y capturados aquella jornada en su edición del día 19: «Los bandidos muertos, según la Guardia Civil, son Antonio Cuéllar , natural de Yébenes; Zoilo Peinado (a) Logato, vecino de Fuente el Fresno; Salustiano (a) El hijo del Guardilla, natural del mismo pueblo, y Laureano Polo (a) Juanillón de Urda. Los prisioneros son Casimiro y Ambrosio Navarro (a) Pulliciones». Leblic añade lo que muchos diarios se olvidaron de señalar: que el segundo de los «Juanillones», Juan, logró escapar a Portugal junto con Bernardo Moraleda.

Golpe de gracia

El historiador español es partidario de que este movimiento por parte de la Guardia Civil supuso un golpe letal para el bandolerismo de los Montes de Toledo. El mandoble que recibieron las partidas marcó el principio de un declive que no tardó en arribar. «Con las grandes bandas decapitadas, la Benemérita fue cerrando poco a poco el triángulo entre los pueblos de Consuegra, Malagón y Navahermosa, donde era habitual que se escondiesen. Así hasta que les capturaron. A los que huyeron se les persiguió hasta Badajoz, Jaén o Portugal». Su participación fue, en definitiva, «clave para meter en prisión a los últimos bandoleros».

Para entender la importancia de esta operación basta con saber que, en una Orden General fechada en diciembre de 1880, el director de la Guardia Civil Fernando Cotoner y Chacón felicitó a sus hombres y solicitó, a través de una misiva, que fueran recompensados:

«El brillante comportamiento de la fuerza de las comandancias de Ciudad Real y Toledo, que a las órdenes del bizarro Capitán teniente don Tomás Sampere y Juan batió denodadamente a la cuadrilla de salteadores que en la noche del 13 de octubre último intentaba descarrilar el tren correo de Andalucía, entre Villacañas y Tembleque, para luego apoderarse de una crecida cantidad en metálico que el mismo conducía, es acreedor a una especial recompensa, no sólo por el peligro arrostrado en la lucha, de la cual resultaron cuatro de los criminales muertos y dos aprehendidos, sino también por las penosas operaciones previamente realizadas y que dieron lugar a un hecho tan distinguido».

Guardias civiles, de Augusto Ferrer-Dalmau

Poco después, el monarca aprobó una serie de recompensas que se dieron a conocer por el ministro de la Guerra José Ignacio de Echavarría y del Castillo:

«Su Majestad, deseando premiar el referido hecho y que sirva de estímulo en el Cuerpo, ha tenido a bien conceder al teniente el empleo de Capitán del Ejército, al cabo, el de cabo primero, y a los tres guardias, la Cruz del Mérito Militar, y que asimismo le sean dadas las gracias en su Real nombre al jefe de la comandancia y demás oficiales e individuos de tropa comprendidos en la que V.E. acompañaba en su citado escrito, previniendo que quede consignado en la Orden General del Cuerpo el mencionado servicio para conocimiento de todo el personal que lo constituye»,

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