El telegrama secreto que pudo evitar la mayor debacle militar de España en Annual

El 21 de julio de 1921, José Villalba Riquelme hizo llegar al rey un mensaje en el que exponía las deficiencias de la expansión del general Manuel Silvestre hacia la kabila de Abd el-Krim. Un día después, la posición fue atac

El general Silvestre, durante un despliegue de tropas ABC
Manuel P. Villatoro

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La matanza de entre 10.000 y 13.000 soldados españoles en el llamado Desastre de Annual (acaecido en el Rif el 22 de julio de 1921) fue la crónica de una muerte anunciada. De las declaraciones que los oficiales africanistas hicieron tras la tragedia se desprende cierta resignación. Muchos sabían que los soldados hispanos eran inexpertos, carecían de armamento adecuado y se habían internado en territorio enemigo demasiado rápido y sin estructurar unas líneas de abastecimiento adecuadas. No obstante, fueron muy pocos los que se atrevieron a alzar la voz en contra del rey Alfonso XIII , entonces uno de los máximos valedores de aquellas operaciones.

Con todo, sí hubo un militar que criticó duramente las decisiones que se tomaban en el Rif. Fue el tristemente olvidado José Villalba Riquelme , un veterano de las guerras de Cuba y Filipinas que la Real Academia de la Historia define como «uno de los mejores tratadistas del arte militar». Nacido en Cádiz y curtido también en los campos de batalla de Melilla , envió un mensaje a Alfonso XIII fechado el 21 de julio de 1921 en el que desglosaba, uno por uno, los diferentes errores que se habían cometido y las causas de los problemas del ejército español para expandirse hacia el interior. El memorándum, premonitorio, fue obviado. Quién sabe si, gracia a él, podría haberse evitado uno de los desastres más dolorosos de la historia de nuestro país.

Hacia Annual

Entender lo acontecido en Annual obliga a retroceder hasta comienzos del verano de 1921. Para entonces, las tropas españolas presentes en la zona de Melilla vivían uno momentos dulces debido a que habían logrado extender sus dominios en territorio rifeño sumamente rápido de la mano del general Manuel Fernández Silvestre . Con todo, la realidad es que la situación era un mero espejismo, pues la expansión se había hecho sin crear líneas de suministros de víveres eficientes ni edificar posiciones defensivas adecuadas para resistir al enemigo. Únicamente se habían construido -de forma salpicada- pequeños fuertes llamados blocaos a las que era casi imposible enviar refuerzos si eran sitiadas por las kabilas (tribus) enemigas.

La dificultad de enviar suministros a estas posiciones, y de defenderlas ante los rifeños, no impidió que el Ejército español continuase con su expansión. Durante el verano se conquistó la posición de Igueriben (la punta de lanza del avance hispano). Eso debió colmar la paciencia del líder rifeño Abd el-Krim quien, el 15 de julio, atacó el convoy encargado de suministrar agua a esta zona y, posteriormente, cercó a los hombres que defendían la posición (al mando de Julio Benítez) con un ejército muy superior (un contingente que acabaría siendo de entre 8.000 y 10.000 marroquíes).

Recogida de cadáveres en Annual ABC

Fue entonces cuando empezó la sangría de soldados españoles. « Los oficiales de Igueriben mueren, pero no se rinden », afirmó Benítez en una carta a sus superiores. Desesperado por ver como fallecían día a día soldados en aquel lugar remoto, Silvestre formó al grueso de su ejército y salió « con todo » (como él mismo dijo) de Melilla para salvarles. Para su desgracia, no se consiguió auxiliar a Benítez, cuya defensa fue resquebrajada entre el 21 y el 22 de julio. Sin embargo, para entonces él tenía sus propios problemas. Y es que, su ejército se encontraba acantonado en unas condiciones precarias en el campamento de Annual (uno de los más cercanos a Igueriben). Posición que, en ese momento, se hallaba ya rodeada de miles de enemigos.

«Las confidencias de la Policía Indígena señalaban que había entre 8.000 y 10.000 enemigos , demostrando estar espléndidamente armados y municionados. Asimismo, entre los españoles la posición era penosa, y no solo por lo que se refiere a la moral o al número de hombres, que se estimaban en 4.000, sino porque “de la batería ligera solo funcionaban una o dos piezas”», explica Luis Miguel Francisco (divulgador histórico, autor de siete ensayos históricos y experto en la Guerra de Marruecos española) en su obra «Morir en África. La epopeya de los soldados españoles en el Desastre de Annual» (editado por Crítica y elaborado en base a los testimonios escritos de aquellos que combatieron en Annual). El resultado fue la matanza de 13.000 españoles en los siguientes días.

Africanista verdadero

Mientras se pergeñaba aquel desastre, el veterano Villalba Riquelme luchaba por los intereses de su país en Marruecos, pero desde la Península. De hecho, siempre fue uno de los máximos defensores de los soldados españoles destinados en África. Por ello apoyó, entre otras cosas, la creación del Tercio de Extranjeros ; porque consideraba (igual que José Millán-Astray , el arquitecto de este cuerpo) que hacía falta una unidad acostumbrada a combatir bajo las duras condiciones de África para respaldar a los bisoños reclutas que arribaban desde el otro lado del Estrecho de Gibraltar. El oficial sabía lo que se hacía. No en vano había recibido la Cruz Roja al Mérito Militar y la Gran Cruz Roja al Mérito Militar (su hermana mayor) en 1912 y 1914 por combatir en Melilla.

Alfonso XIII

Su labor no se detuvo cuando consiguió un puesto político. Durante su paso por el gobierno de concentración formado por Manuel Allendesalazar en 1919 (donde ejerció de ministro de Guerra ), Villalba Riquelme se centró en la modernización del ejército y en la ayuda a los soldados destinados en África. Ejemplo de ello es que logró cambiar el color de los viejos uniformes de los soldados por el caqui, aunque -por desgracia- la propuesta no se materializó debido a que presentó su dimisión antes, el 5 de mayo de 1920 .

Quizá fue por ello por lo que nuestro gaditano sacó arrestos y dirigió, en julio de 1921, un mensaje a su majestad Alfonso XIII en el que le explicaba, de forma pormenorizada, la mala planificación del general Silvestre en su avance hacia la kabila de Abd el-Krim. Los historiadores Javier Tusell y Genoveva García Queipo de Llano , en su obra «Alfonso XIII. El rey polémico» , fechan este memorándum el 21 de ese mes. Es decir, apenas una jornada antes de que los rifeños asaltasen el campamento de Annual. En sus palabras, «este mensaje revela que las clases dirigentes españolas eran capaces de dar un diagnóstico sereno y objetivo » a la mala previsión de Silvestre a pesar de que « se mostraran poco decididas » a tomar medidas.

Previsión del desastre

El telegrama es desmenuzado por ambos historiadores en su obra. Para empezar, Villalba Riquelme explicaba a Su Majestad que, durante años, la política de España en la zona se había basado en que su objetivo en el norte de África debía ser « la civilización del indígena ». Una máxima que, según el mismo oficial, solían argüir « las clases cultas de la Nación ». No obstante, el gaditano sabía que la realidad era diferente y que, tras más de cuatrocientos años en Melilla, había quedado demostrado que la única forma de hacerse con el territorio era a golpe de fusil debido a que «el moro rifeño es completamente irreductible e incivilizable » y «no nos respeta ni nos teme».

No acababa en este punto. Villalba señalaba, a su vez, que España no disponía de dinero suficiente para colonizar el norte de África como sí habían logrado los franceses. Y todo ello debido, entre otras cosas, a que el soldado español acudía a la contienda « por temor al castigo, pero sin ningún entusiasmo ». En este sentido añadía que los combatientes, la mayoría de reemplazo, no sentían « el odio hacia el enemigo », desconocían «las causas por las cuales se les obliga a hacer la guerra», no podían «penetrar en las razones de orden político internacional» que les obligaban a batallar ni veían « que sus compatriotas obtuvieran ventaja alguna » a cambio de las muertes que se producían a diario en los campos del Rif.

José Villalba Riquelme

Después de esta advertencia sobre los soldados españoles, Villalba Riquelme hacía referencia a la mala dirección de Silvestre. Para ser más concretos, criticaba que se hubiese recurrido a construir un sistema de pequeños blocaos demasiado alejados unos de otros ya que eso dificultaba, como se demostró a la postre, el envío de agua y favorecía que fuesen sitiados por los enemigos. El gaditano cargaba también contra el pésimo equipamiento de los soldados , su escasa experiencia en combate y la falta de un apoyo aéreo de envergadura que pudiera ayudar a contener a los rifeños.

Por último, el veterano oficial atacaba de forma frontal la división que existían en el mando. Algo que narran a los autores en su obra: «Latía también, en su explicación, la falta de acuerdo entre el mando militar y el político . En términos generales se quejaba, incluso durante la época en que a él le había tocado desempeñar el Ministerio de la Guerra , de que la iniciativa de cualquier operación en Marruecos le había correspondido al ministro de Estado ». El militar criticó, en este sentido, el que las responsabilidades de la guerra recayeran en civiles alejados del campo de batalla.

Por último, afirmaba que era necesario hacer una demostración de poder en Alhucemas para evitar que el líder Abd el-Krim creyera que tenía bajo sus pies el poder de la región.

Teorías corroboradas

Las conclusiones de Villalba fueron premonitorias y quedaron ratificadas en el Expediente Picasso , el informe en el que el general Juan Picasso investigó los tristes sucesos acaecidos en Annual . El primer punto en el que ambos estuvieron de acuerdo fue en la mala distribución de los blocaos construidos en la retaguardia por Silvestre. Algo que quedó patente una vez que Abd el-Krim superó el campamento principal y avanzó en dirección a Melilla tomando, sin oposición, uno de estos pequeños fuertes tras otro. Así lo dejó claro en el informe el mencionado oficial encargado de depurar responsabilidades en nombre de Su Majestad y del Ejército :

Juan Picasso

«Las posiciones [se] juzgaban lo suficientemente defendidas contra el enemigo que hasta entonces pudiera atacarlas, [pero] su debilidad mayor [era] el alejamiento y dificultad de la aguada de casi todas ellas. […] Las posiciones [carecían] de aljibes, porque no existiendo en ellas edificaciones con cubierta que pudiesen recoger las aguas en condiciones de limpieza, no era conveniente recibir las procedentes del suelo. […] Así es que las posiciones, aparte su escaso valor intrínseco, obligadas indefectiblemente a ser abastecidas de agua o a surtirse de ella en las aguadas habilitadas para ello, sin preocupación de distancias ni situación, facilidad ni posibilidad contingente de efectuarla, tenían que caer ineludiblemente y en cuanto el enemigo se lo propusiera. Aisladas algunas en alturas incomprensibles, sin repuestos suficientes, sin esperanza de auxilio. exterior, constituidas prisioneras, por así decirlo, de los naturales, hubieron de caer cuando les faltaron los ordinarios recursos y el enemigo, hecho cargo de su debilidad, las asediara, atacándolas en el punto más vulnerable, de la privación de agua, con la interpretación de toda comunicación exterior».

Picasso también entrevistó a multitud de oficiales que servían en Marruecos y que le confirmaron, tal y como apuntó Villalba, que el « armamento y las ametralladoras » se hallaban en el « peor estado por su prolongado uso » y que carecían de «carros reglamentarios y cocina de campaña».

A su vez, las declaraciones que recogió el general dejaron patente que las tropas se hallaban desmoralizadas y desconfiaban de los soldados coloniales. Valga como ejemplo el testimonio (incluido en el mismo Expediente Picasso) del teniente de artillería Ernesto Nougués: «Hemos atravesado por unos días tristísimos, de enorme depresión moral: se desconfiaba de las fuerzas indígenas, se hablaba de una insurrección del territorio; nos encontrábamos impotentes, faltos de elementos; sucedió lo que tenía que suceder: que […] cuando han venido los palos, se ha visto que estábamos en equilibrio».

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