El sonrojante error histórico del PSOE de Palma al acusar de «franquistas» a tres héroes españoles del XIX
El Ayuntamiento ha confirmado que las calles Almirante Churruca, Almirante Gravina y Almirante Cervera serán cambiadas de nombre por su relación con el franquismo, a pesar de que dos de ellos murieron más de un siglo antes de la sublevación de 1936 y el tercero, cuando Franco apenas era un niño

Dicen que las últimas palabras de Cosme Damián Churruca , marino y científico, fueron para despedirse de su amada: «Pepe, di a tu hermana que muero con honor». El vasco, con una infinidad horas de mar a sus espaldas, se olía que, en la ... batalla contra el inglés, le aguardaba la muerte; y así fue, combatiendo contra hasta seis buques enemigos. Federico Gravina , al frente de los navíos españoles de la armada combinada, tuvo más suerte y logró escabullirse de la Parca, pero falleció de sus heridas poco después. A ambos, de una forma u otra, la batalla de Trafalgar , acaecida el 21 de octubre de 1805 (más de un siglo antes de que Francisco Franco se levantara contra la Segunda República ), les costó la muerte.
Por ello sorprende la decisión que ha tomado el Ayuntamiento de Palma. Y es que, el equipo dirigido por el socialista José Hilá cambiará, a partir de este martes, los nombres de doce calles por considerarlos franquistas. Entre ellas, las de «Almirall Churruca» , «Almirall Gravina» o «Almirall Cervera» (este último, famoso por combatir en 1898 –mucho antes de la llegada de Francisco Franco al poder– contra Estados Unidos). Con todo, los nombres más sorprendentes son los de los dos primeros, representantes de una de las mejores generaciones de marinos de nuestro país y que hubieran necesitado casi un siglo para conocer al futuro dictador.
Según ha informado el alcalde de Palma, acompañado del secretario autonómico de Memoria Democrática ( Jesús Jurado ) y del regidor de Educación y Política Lingüística (Llorenç Carrió ) el resto de vias que cambiarán de nombres en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica y Reconocimiento Democrático del Gobierno serán la avenida Joan March , la calle de Toledo, el pasaje Castillo de Olite , la calle Josep d'Oleza , la calle de Alfambra , la calle de Brunete , la plaza del Bisbe Planas , la calle Gabriel Rabassa y la del Canonge Antoni Sancho .

Churruca, hasta la última gota de sangre
Cosme Damián Churruca y Elorza sentaba sus reales aquel 21 de octubre en el «San Juan Nepomuceno» después de haber dedicado una vida entera, 30 primaveras para ser más concretos, a la ciencia y a la Armada. Nacido en Motrico un 27 de septiembre de 1761, el vasco dejó el camino del sacerdocio tras estudiar en un seminario y se enroló en la Compañía de Guardias Marinas de El Ferrol. A partir de entonces pudo demostrar sus dotes como marino en múltiples acciones, algunas tan destacadas como el intento infructuoso de España de recuperar Gibraltar iniciado en 1781 o la no menos destacable expedición a Sudamérica para estudiar el Estrecho de Magallanes en 1788 .

Churruca se convirtió en uno de los máximos exponentes de los marinos españoles. Hombres duchos tanto en las artes de enviar a los barcos enemigos al fondo de las aguas, como en el estudio de la cartografía. Así lo corrobora María Dolores González-Ripoll Navarro en su obra «A las órdenes de las estrellas. La vida del marino Cosme de Churruca y sus expediciones a América». Texto en el que afirma que el de Motrico se apartó de los militares «adocenados» para acercarse, cuanto más pudiera, a la figura del «oficial científico» inspirada por el ingeniero Jorge Juan en el siglo XVIII.
No en vano, su instrucción sobre punterías, publicada en 1805, se convirtió en un manual básico para la Armada en los años venideros. Sin embargo, fue en la batalla de Trafalgar donde demostró su gallardía. Tal y como se afirma en la obra de 1806 «Elogio histórico del brigadier de la Real Armada Don Cosme Damián de Churruca y Elorza» , su «San Juan Nepomuceno» empezó a escupir balas a eso de las doce y media del 21 de octubre contra los bajeles ingleses que se lanzaban contra él: «Cinco navíos enemigos, uno de ellos de tres puentes, cayeron sobre el San Juan, que rompió el fuego cerca de las doce y media, recibiendo sucesivamente el de todos ellos por la mura de babor».
Sin embargo, al «volver de proa, donde acababa de apuntar un cañón cuyo tiro desarboló a un navío enemigo que le batía por aquel punto casi impunemente», una bala de cañón le arrancó la pierna derecha por debajo de la rodilla . Así lo corrobora también Emilio Aléman de la Escosura, director de la Fundación del Museo Naval. Pero ni siquiera una herida tan grave pudo inmovilizar a Churruca, que se mantuvo en su puesto e, incluso, arengó a sus soldados para seguir combatiendo a pesar de que la derrota era segura. «Además, se dice que al perder la pierna y no poder mantenerse en pie ordenó que trajeran un cubo con harina (o con arena en otras versiones) y allí metió el muñón para mantener la estabilidad», explica José Luis Corral , autor del libro « Trafalgar».
Al final, y para desgracia de sus marineros, Churruca murió desangrado. Su valentía duró hasta el final, Ejemplo de ello es que dio órdenes antes de fallecer de que nadie se rindiera mientras en su cuerpo hubiera un leve aliento de vida. De hecho, ordenó clavar la bandera para evitar que a algún desesperado se le ocurriese arriarla, se cayese o fuese arrebatada por los ingleses.
[Más información sobre su historia, en este enlace]
El otro «facha» de Gravina
Otro de los despropósitos de Hila lo ha cometido contra Federico Gravina , el también marino español que combatió junto a Churruca en la batalla de Trafalgar, pero que falleció un año más tarde en Cádiz. Es decir, 102 años antes del nacimiento del italiano Gabriele d’Annunzio, principal teórico y creador del movimiento fascista que luego elevó a su máximo esplendor el dictador Benito Mussolini, en 1922, con la famosa Marcha sobre Roma de 1922.

Faltaba más de un siglo para que hicieran su aparición los fascios en Italia. De hecho, en las elecciones de 1919, Mussolini todavía no había llegado ni a los 5.000 votos en Milán , la ciudad en la que se presentó por primera vez. Tampoco consiguió ser elegido diputado, cuando hacía ya una centuria que nuestros dos héroes de la batalla de Trafalgar habían muerto. Por si fuera poco, el Partido Nacional Fascista (PNF) italiano no sé fundó hasta abril de 1921.
Gravina había entrado en la Real Armada Española en 1775 y salvó la vida milagrosamente al varar su barco en el estuario del Río de la Plata. Un accidente en el que murió la mayor parte de la tripulación, pero él no. A raíz de ello, acabó convertido en uno de los grandes héroes de la historia de España, tan admirado por sus enemigos que el mismo Napoleón Bonaparte lo describió así en 1805: «Gravina es todo genio y decisión en el combate. Si Villeneuve hubiera tenido esas cualidades, el combate de Finisterre hubiese sido una victoria completa».
A medida que navegada, conseguía condecoraciones por doquier, siendo un ejemplo para sus compañeros y mandos. Se dedicó a la caza de piratas argelinos, participó en el bloqueo de Gibraltar, apresó a la corbeta de guerra británica HMS St Fermin y atacó a los ingleses en Menorca, entre otras acciones, hasta conseguir el grado de capitán de navío. Después continuó su fulgurante ascenso mediante los combates en la costa argelina y su impecable escolta hasta Constantinopla del embajador Jussuf Efendi. Era tal su dominio de los mares que llevó la noticia de la muerte de Carlos III a La Habana en menos de tres meses.
Así continuó hasta que comenzaron las hostilidades con Gran Bretaña y se trasladó a Cádiz. Tomó el mando de la flota de guerra española para apoyar a Napoleón en la conquista de las islas. Siguiendo las órdenes del Gobierno de Godoy, el español se puso bajo el mando del almirante francés Villeneuve, quien dirigía la escuadra franco-española en la batalla de Trafalgar. El «facha» de Gravina perdió un brazo, a pesar de haber advertido a los galos de que su estrategia no era la correcta. Aquella misma herida fue la que le terminó matando meses más tarde, el 9 de mayo de 1806, con 49 años. Sus restos se encuentran en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz.
Cervera contra EEUU
En lo que respecta a la figura del almirante Cervera, es la segunda afrenta que sufre en España después de Ada Coplaú le quitara una calle en Barcelona hace tres años para rebautizarla en honor a Pepe Rubianes, el mismo que, en 2006, dijo en TV3: «La unidad de España me suda la polla. Que se metan España por el culo a ver si les explota». La alcaldesa dejó bien claras las razones al cerrar el homenaje al popular cómico con un polémico discurso -en presencia de Joan Manuel Serrat-, en el que se alegraba de «quitarle el nombre de esta vía a un facha para ponérselo al querido Rubianes».

Lo dijo en alusión al famoso almirante español que comandó a nuestra escuadra en la famosa batalla naval de Santiago de Cuba, el 3 de julio de 1898. Lo hizo siguiendo órdenes, aún sabiendo que la victoria era prácticamente imposible, ante la poderosa escuadra estadounidense que bloqueaba el puerto desde hacía más de un mes. Así lo advertía Cervera en una carta previa a su hermano: «Vamos a un sacrificio tan estéril como inútil. Si en él muero, como parece seguro, cuida de mi mujer y de mis hijos». Y lo confirmó en la primera línea del parte de guerra que tuvo que redactar: «Ha sido un desastre horroroso, como yo había previsto».
La escuadra española aguantó cuatro horas antes de ser aniquilada, con 332 muertos y 197 heridos. En el bando estadounidense, solo una víctima mortal. Según declaró a ABC el bisnieto del famoso almirante, Guillermo Cervera Govantes , hace dos años, no hubo ninguna posibilidad de evitar el «agravio» del Ayuntamiento de Barcelona con respecto a su bisabuelo. «Se trata del héroe que, junto a los 2.000 hijos de nuestras tierras que dotaban su Escuadra, supo poner un broche de dignidad a aquel desastre en que se vio envuelto nuestro país».
«Vivimos una temporada muy larga en la que es patente el empeño de muchos, que han tocado poder en instituciones de distintas administraciones, en revertir este cariño y respeto en hartazgo, odio y frustración. El agravio a nuestro almirante es uno más de una larga lista que todos los días tenemos que soportar», añadía.
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