El pueblo de Málaga que turbó a 'The New York Times' al 'proclamar' la II República 20 años antes que España
Lo sucedido en Canillas de Aceituno, con menos de 2.000 habitantes, en abril de 1911 fue tan grave que el Congreso de los Diputados lo llevó a sus sesiones y «The New York Times» analizó las posibles repercusiones que podría tener para el resto del país

Se fueron tanto las cosas de madre en Canillas de Aceituno el Domingo de Ramos de 1911, que al día siguiente el Congreso de los Diputados ya discutía lo ocurrido en este pueblo de Málaga de 2.000 habitantes y «The New York Times» ... analizaba las posibles repercusiones que podía tener para el resto de España. «Motín en Canillas» , tituló ABC durante días, con las nuevas informaciones que iban llegando de aquella localidad gobernada con mano de hierro por un cacique llamado José Marín Pardo , el siniestro protagonista de nuestra historia.
Todo comenzó el Sábado Santo, cuando un recaudador contratado por este alcalde, acompañado de un alguacil y un guarda municipal, peinó las pedanías de Canillas en busca de opositores a su equipo de gobierno. Era su venganza después de que estos hubieran viajado a Málaga, pocos días antes, a denunciar los «incalificables atropellos» de don José ante el gobernador. Al parecer, les obligaba a pagar débitos de hace 25 años, por unas cuantías tan altas e injustas, que muchas familias acababan embargadas, arruinadas y tan hambrientas que tenían que emigrar del pueblo para buscarse la vida.
El bueno de Marín Pardo, que llevaba veinte años al frente del Ayuntamiento, cumplía así su objetivo: expulsar de Canillas a todos aquellos que se oponían a su mandato para seguir manejando las arcas municipales a su anchas. «Este alcalde tirano, digno émulo de aquellos señores de sombrero calañés y trabuco naranjero, se cree un ser omnipotente. Según nos expresa un vecino, suele usar esta frase para referirse a él mismo: “Dios en el cielo y yo en Canillas”», podía leerse en «El Popular de Málaga» , el 11 de abril de 1911.
Círculo Republicano de Canillas de Aceituno
El mismo peródico informaba después de que el pueblo había sido el día anterior «teatro de trágicos sucesos, cuya causa principal no es otra que el odio que los vecinos sienten hacia el alcalde, individuo de hechura de la Casa Larios que viene desempeñando el cargo, desde hace más de veinte años, en contra de la opinión del pueblo entero». La tensión fue creciendo entre ellos fue creciendo hasta que, en 1910, los vecinos decidieron crear una sociedad obrera para luchar contra los abusos de Marín Pardo.
Bautizaron a este como Círculo Instructivo Republicano de Canillas de Aceituno. Era la primera asociación obrera que tenía la localidad en toda su historia, al contrario que la mayoría de los pueblos de Málaga y el resto de España por aquellos años. Y eso el alcalde no lo iba a permitir. Lo primero que hizo fue crear otra por su parte con el objetivo de restarle capacidad de acción a los agricultores locales, pero no fue suficiente.
Varios miembros del Círculo Republicano viajaron a Málaga para denunciar a su alcalde por su despotismo y las desorbitadas cantidades que les exigía por el impuesto de consumos. Este reaccionó de nuevo, esta vez contratando a un recaudador de Vélez Málaga, Enrique Castillo, para que fuera casa por casa exigiendo nuevos pagos a varios de sus opositores. Fue entonces cuando acudió, junto al alguacil y al guarda municipal, a la casa de un agricultor que no se encontraba en el domicilio en ese momento, por estar trabajando en el campo.
«Siete cerdos y un burro»
«Desatendiendo a todas las razones, le embargaron siete cerdos y un burro, propiedad de José Roca, que según los agentes adeudaba al municipio una cantidad por el concepto de Consumos. Cuando Roca regresó a su domicilio, su mujer y sus hijos le contaron lo sucedido y este, acompañado por un gran número de vecinos, se encaminó al Ayuntamiento a protestar por el despojo que le habían hecho y para reclamar la devolución de los semovientes, que eran los únicos bienes que poseía», contaba «El País» , el 12 de abril de 1911.
Las súplicas de la esposa del agricultor al recaudador no valieron de nada, pero sí a su marido, al que convenció para que se calmara un poco y fuera al día siguiente al Ayuntamiento para reclamar sus animales. Durante la tarde, organizó a un grupo de vecinos y el Domingo de Resurrección fueron todos a visitar al alcalde, pero este, respondió a los reclamaciones con la orden de detener a seis vecinos, cabecillas del círculo obrero, como sospechosos de un supuesto motín. Fue ese el momento en el que se desencadenó la violencia.
«El alcalde, lejos de acceder a la justa pretensión de José Roca y los vecinos que le acompañaban, se presentó con el comandante de la Guardia Civil y la fuerza de cinco agentes. Los vecinos consiguieron apoderarse entonces de los semovientes embargados y, poco después, los guardias dispararon contra el pueblo en virtud de las órdenes recibidas del odiado alcalde», informaba «El Popular de Málaga». La versión de ABC era diferente: «En la visita de los vecinos, el alcalde les manifestó que si querían llevarse consigo a los cerdos, se los llevasen. Los reclamantes se dirigieron a la posada para recoger el ganado, pero cuando se disponían a salir, recibieron la orden de que los devolvieran. Tal prohibición suscitó una discusión acalorada y por tal motivo se reunieron unas doscientas personas delante de la puerta de la posada, que se encuentra enfrente del cuartel de la Guardia Civil».
«The New York Times»
Según cuenta el historiador Miguel Alba en su libro « Dios en el cielo yo en Canillas » (Ediciones del Genal, 2015), murieron cuatro canilleros y se produjeron cinco heridos, entre ellos, un guardia civil. Y en «El País» se detallaba: «Uno de los muertos es Juan Peláez González, de 41 años, casado. Deja siete hijos en el mayor desamparo. El otro muerto tiene el cráneo destrozado y no ha podido ser identificado. Ambos murieron en la casa contigua, al lado derecho del cuartel de la Guardia civil, tras ser tiroteados desde el balcón del mismo».
En una carta enviada al gobernador de Málaga, Marín Pardo convirtió intencionadamente la matanza en casi un golpe de Estado, como si la simple reclamación de los cerdos y el burro no hubieran existido: «A la una de la tarde se han revolucionado los republicanos de esta villa, levantándose en armas, pretendiendo asaltar el cuartel de la Guardia Civil». A su vez, el gobernador envió el siguiente telegrama al presidente del Gobierno, José Canalejas : «En Canillas de Aceituno ha ocurrido un levantamiento para proclamar la República». Y a continuación, periódicos como «The New York Times» o «Le Matin» de París, según recoge el libro de Alba, se hicieron eco de la falsa asonada, veinte años antes de que Alfonso XIII saliera de España y se proclamara la Segunda República en el resto de España.
ABC contó que «la Guardia Civil, por orden del alcalde, hizo fuego sobre el grupo de vecinos y mató a dos de ellos. El hecho produjo una gran excitación y las autoridades tuvieron que encerrarse en casa para librarse de la ira popular». Y recogía a continuación la reacción del presidente del Gobierno y otras autoridades políticas: «Canalejas calificó de pueril el acto de los vecinos de Canillejas de intentar cambiar el régimen. Y el subsecretario de Gobernación, Niceto Alcalá-Zamora [el mismo que años después sería presidente del Gobierno durante la Segunda República], manifestó a los periodistas que la revuelta se había provocado exclusivamente porque los vecinos se negaron a pagar el impuesto de consumos. Al intentar la autoridad efectuar los embargos, la mayor parte del pueblo se amotinó, dando gritos por las calles, en su mayor parte subversivos».
Giner de los Ríos
La alarma provocó días después que un contingente de guardias civiles fuera enviado a Canillas para detener a diez vecinos, que fueron juzgados en un consejo de guerra en el cuartel del barrio malagueño de Capuchinos. Todos ellos fueron condenados a duras penas de prisión, lo que indignó al mismo Hermenegildo Giner de los Ríos , hermano del fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos . El jurista y diputado, cuyo abuelo había nacido allí, comenzó a hacer gestiones en Madrid para ayudarles y «destruir la estúpida patraña de la sedición política para proclamar la República», dijo. Y lo logró: primero, que se repitiera el juicio, y después, en agosto de 1913, que se indultara a los presos.
El Gobierno investigó la corrupción del alcalde en el mismo momento en que se produjo la matanza e, incluso, ordenó su inmediata destitución, pero el cacique se salió con la suya. Consiguió retrasar su despido y mantenerse en el cargo unos meses más, hasta julio de 1911. Entonces lo abandonó por su propia voluntad, alegando su avanzada edad: 60 años. El hombre que, según «El País», «una vez aupado a la alcaldía, él y su familia, que carecían de bienes, acaparan hoy las mayores riquezas del pueblo», murió tranquilamente en 1924. «La Guerra Civil lo absorbió todo, por eso cuando preguntas por estos sucesos los recuerdos en el pueblo son casi nulos», explicaba Miguel Alba hace cinco años en «La Opinión de Málaga» .
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