Así es el origen español de la estética de los vaqueros del Viejo Oeste de EE.UU.
La cultura equina que introdujo España en Norteamérica vino acompañada de toda una serie de señas de identidad procedentes de las marismas del Guadalquivir, entre ellas el sombrero de ala ancha, las espuelas, las sillas de montar, los rodeos o el manejo del ganado, como explica la nueva pieza informativa de The Hispanic Council
Nada hay más estadounidense que la figura de los cowboys. Aquellos pistoleros, vaqueros, soldados del 7º de Caballería y demás elementos del Viejo Oeste que el cine y los tebeos han inmortalizado como símbolos fundacionales de EE.UU. Lo que muchos olvidan es que aquel mundo debe casi toda su estética y su forma de ser a los españoles asentados al norte de América.
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En un vídeo elaborado por The Hispanic Council se recuerda que fueron los españoles los que introdujeron los caballos en el mundo indígena y en el llamado oeste americano. Los caballos abandonados por los españoles en las praderas del Camino Real dieron lugar a la denominada raza mesteña, conocida en EE.UU. como la «mustangs», de pequeña alzada y apariencia robusta. A través del robo y del trueque, la cultura equina se extendió con rapidez entre tribus. Para 1630 no quedaban pueblos nativos que no montaran a caballo. Y en 1750, todas las tribus de las llanuras y la mayoría de indios de las Montañas Rocosas empleaban caballos con una destreza innata. La incorporación del caballo recrudeció la lucha contra los invasores blancos, pero también entre las tribus, ya que los guerreros eran ahora capaces de recorrer distancias inimaginables a pie.
Los Dragones de cuero y las alas anchas
Como señala The Hispanic Council , la cultura equina vino acompañada de toda una serie de señas de identidad procedentes de las marismas del Guadalquivir, entre ellas el sombrero de ala ancha, las espuelas, las sillas de montar, los rodeos o el manejo del ganado. Buen ejemplo de esta estampa equina fueron los Dragones de Cuera españoles , una tropa de élite surgida ante la necesidad de vigilar una frontera de cientos de miles de kilómetros cuadrados con un puñado de jinete, cuya nacimiento coincidió con un cambio radical en la estética militar en Europa. Las corazas y los morriones propios de los conquistadores dieron paso al cuero endurecido y a los sombreros de alas abiertas, ideales para protegerse del sol. En tanto, se recuperó la lanza y las armas de astas, que estaban en desuso en Europa, para luchar contra los diestros jinetes indios.
Esta presencia española durante casi tres siglos en lo que hoy es EE.UU. tiene nombres propios y muy destacados. Las huellas de Oñate , los hermanos Zaldívar, Ortiz Parrilla, Villasur y otros tantos, son aún reconocibles en Arizona, Texas, California, Florida, Luisiana, Kansas, Colorado, Utah y, por supuesto, en Nuevo México.
La herencia española persistía cuando el joven de orígenes irlandeses cometió sus letales travesuras
Al igual que el resto de la antigua Nueva España, la zona de Nuevo México se independizó en 1824 y unas décadas después, sin la interferencia de los malvados españoles, fue absorbida por EE.UU. A medio camino entre dos países y varios estados, sus tierras mestizas se convirtieron en el caldo de cultivo ideal para forajidos como Billy «El Niño» .
La herencia española persistía cuando el joven de orígenes irlandeses cometió sus letales travesuras. «The Kid» , al que las canciones mexicanas añadieron la traducción al castellano de su apodo, hablaba un español arcaico, era amigo de muchos descendientes de españoles y mantuvo noviazgos con varias mujeres hispanas. Según Alfonso Domingo (autor del libro «La balada de Billy el Niño» ), el asesino de 21 hombres leyó al menos un libro en castellano, «La conquista de México por Hernán Cortés», que le prestó su amigo el maestro y juez de paz José Córdoba.