El olvidado «despilfarro» del Gobierno del PSOE por el misterioso Goya que Franco quiso regalar a Hitler
«La marquesa de Santa Cruz» fue pintada en 1805 y, después de haber sido comprada por el caudillo con la intención de complacer al «Führer» durante su entrevista en Hendaya, se le perdió el rastro durante décadas hasta que el Gobierno socialista de 1986 descubrió que había salido ilegalmente de España y fue en busca de su nuevo propietario: un lord inglés. «La cantidad pagada por él es un abuso en plena crisis», aseguraban los expertos
Hasta la publicación en 2018 de «Arte, revancha y propaganda» (Cátedra), de Arturo Colorado Castellary, la historia de «La marquesa de Santa Cruz» , el cuadro de Goya con el que Franco quiso engatusar y complacer a Hitler durante la famosa entrevista en Hendaya, no pasaba de mera leyenda urbana. Ninguna de las hipótesis sobre su veracidad pasaban del «dicen» o «cuentan», hasta que este catedrático de la Universidad Complutense siguió el rastro documental de la obra, cuyo último capítulo vivió con la ya olvidada polémica desatada por el Gobierno de Felipe González, que compró decidió comprarla por 900 millones de pesetas a pesar de que había salido fraudulentamente de España.
«Los españoles ya están acostumbrados a la política de despilfarro del Gobierno y de los Ayuntamientos. Ahora, los contribuyentes pagarán una buena parte de esos 900 millones por el retrato de la marquesa, de don Francisco de Goya, obra considerada “de encargo” por los expertos. Parece lógico pensar que cuando se comete un delito (la exportación ilegal de una obra de arte), el autor del mismo sea castigado y no “indemnizado” con una fabulosa cifra», podía leerse en ABC, el 11 de abril de 1986 .
¿Cuál es la historia detrás de este cuadro del autor de «La maja desnuda»? ¿Cómo desapareció después de haber sido comprado por Franco para obsequiar a Hitler ? ¿Quién le convenció para que al final no lo hiciera? ¿Cómo fue sacado de España durante el Franquismo? ¿Por qué tuvo que comprarlo el Gobierno socialista por un precio desorbitado y en plena crisis, cuando se había exportado ilegalmente? Como aseguraba Colorado hace dos años a ABC, en una entrevista de Natividad Pulido : «Ha habido un claro intento de borrar los rastros y parte de la documentación ha sido escamoteada».
Un millón de pesetas
Goya pintó este retrato en 1805. Hay una obra similar del pintor que fue vendida por el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, en 1978, al dictador filipino Ferdinand Marcos. En ella aparece también la marquesa con una lira, pero con una composición diferente. En el catálogo elaborado por José Gudiol en 1970, las dos pinturas tienen números correlativos, pero para algunos expertos se trata de una versión y no una copia, como apuntaron algunos críticos.
Por su parte, «La marquesa de Santa Cruz» que nos atañe se expuso en 1928 en una antología que el Museo del Prado dedicó a Goya. A comienzos de la Guerra Civil , sin embargo, parece ser que se encontraba en el Banco de España. Meses más tarde, con el avance de los franquistas, fue evacuada por la Junta republicana a Valencia, Barcelona, Figueras y Ginebra. Y una vez finalizado el conflicto regresó al museo del Prado. Fue entonces cuando sus propietarios originales, la familia Silva, reclamó la obra al nuevo régimen.
Dentro de ese vacío documental, Colorado defiende que el Gobierno de Franco ordenó su compra, en 1940, por un millón de pesetas a dicha familia a modo de compensación. El objetivo era poder regalársela al «Führer» en Hendaya, en 1940, justo antes de negarle su ayuda y declararse neutral en la Segunda Guerra Mundial. Pensó que sería un detalle perfecto, puesto que la obra retrataba a la marquesa tumbada sobre un canapé, portando una lira que llevaba grabado un lauburu vasco. Un símbolo que, por su parecido, el caudillo identificó con una esvástica.
Según explican José Lesta y José Lesta Mosquera en «Claves esotéricas del III Reich» , «por suerte, Ramón Serrano Suñer, que entonces era ministro de Exteriores y cuñado del dictador, no consintió que tal operación se llevara a cabo». Se rumoreó entonces que Franco tuvo el cuadro en el Pardo durante años. Algunas teorías, como la defendida por la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica (CRMH) de La Coruña, sostienen que podría ser una de las decenas de obras con las que el dictador decoró sus residencias y que la familia sacó escondida de España tras el incendio de 1978 del Pazo de Meirás. Otras dicen que fue adquirida por el coleccionista bilbaíno Félix Fernández Valdés, aunque no existe constancia de quién se lo vendió. Algunos testimonios afirman que lo compró a través de una galería londinense y otros que fue el mismo Museo del Prado, dirigido entonces por el pintor ferrolano Fernando Álvarez de Sotomayor, quien simuló la venta.
El arte como arma de propaganda
«El franquismo usó el arte como arma propagandística, como moneda de cambio», subrayaba Colorado, en referencia a este y otras piezas de arte cuya ofrenda sí se consumó. Por ejemplo, los tres Zuloagas que Franco le regaló a Hitler (el acto de entrega tuvo lugar en la Nueva Cancillería de Berlín, el 4 de julio de 1939) y dos fíbulas de oro visigodas. Y este le correspondió con un Mercedes y, más adelante, con 62 toneladas de objetos religiosos saqueados en Polonia para nuestras iglesias.
El cuadro se perdió después hasta principios de los 80, cuando se sospechó que había salido de España de manera ilegal y otros dos museos –el Museo de Boston y el Paul Getty de Los Ángeles–, advirtieron al Gobierno de González que se lo habían ofrecido. Tras meses de investigación, las autoridades españolas dieron con el propietario: un aristócrata y coleccionista británico, lord Winborne, que aseguraba haberlo adquirido por 25 millones de pesetas en Suiza al comerciante español Pedro Antonio Saorín Bosch.
Es entonces cuando se desata la polémica, puesto que al Gobierno socialista se planteó rápidamente la posibilidad de comprarlo, en vez de recuperarlo por medios legales al haber salido de España de manera ilegal. Y así lo hizo, por 900 millones de pesetas antes de que su dudoso dueño pusiera a subasta en Christie's. «Es impensable que el Estado participe en una subasta que considera ilegal – advertía el crítico de ABC, Santiago Arbós, dos semanas antes –. Ello equivaldría a reconocer la licitud del acto. Es impensable, asimismo, que pudiera pujar por un cuadro al que se augura, incomprensiblemente, un remate próximo a 1.700 millones de pesetas. Sería un contrasentido. El Gobierno no puede hacer otra cosa que proseguir el camino de la Justicia. A mí me parece un disparate pensar que el retrato vendido al mejor postor en España en 1983 por 25 millones de pesetas, pueda obtener de súbito el equivalente a 78 veces su precio original tres años después».
«Un cuadro de escasa calidad»
El Gobierno lo terminó comprando por 36 veces más del valor por el que lo adquirió lord Winborne, a pesar de que la mayoría de expertos de España y el extranjero aseguraban que no era una de las obras fundamentales de Goya, ni mucho menos. «Es de escasa calidad. Podríamos decir que Goya, cuando lo realizó por encargo, no estaba en su mejor día. La cantidad que el Estado va a pagar a lord Winbome me parece una desmesura total, más teniendo en cuenta que existe un precedente con otro cuadro mucho mejor de Goya, “ Vuelo de brujas ”, que salió a subasta por 78 millones y no ejerció su derecho de opción a compra», explicaba el prestigioso crítico de arte, Santiago Amón, el 11 de abril de 1986.
El vicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra, aseguró un día después que el regreso a España de «La marquesa de Santa Cruz» era, por esa cantidad, un regalo que les había «salido gratis». Otros expertos consultados por este diario eran de una opinión completamente opuesta: «Es un abuso en plena crisis», «un cuadro menor que no ayuda a completar, en calidad, el conjunto del patrimonio del pintor que tenemos en España», «una historia lamentable, ya que con esa cantidad tan importante se podrían hacer grandes cosas por nuestro Patrimonio», «tanto dinero me deja perplejo» y es «una cifra desmesurada», dijeron.
Lo más curioso del cuadro de Goya es que, según informó Christie's, no se iba a presentar ningún postor para pujar por él. Ninguna institución había mostrado tampoco el más mínimo interés. Lord Winborne no quiso contestar a ninguna pregunta de los abogados tras la venta. Simplemente declaró que había conseguido «un pequeño beneficio en la operación» y que su principal deseo era que volviese a España para acabar con la polémica. Y así, tras la exportación ilegal, el cuadro que apunto estuvo de acabar en manos de Hitler por gracia de Franco regresó al Museo del Prado, donde continúa hoy.
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