El misterioso suicidio de la sobrina y amante de Hitler
«Es verdad, amo a Geli y quizá podría casarme con ella; pero como bien sabe usted, estoy dispuesto a permanecer soltero. Por tanto, me reservo el derecho a vigilar sus relaciones masculinas hasta que descubra al hombre que le convenga». Con estas palabras admitió Adolf Hitler a su fotógrafo personal, Heinrich Hoffmann, la obsesión secreta que sentía por su medio sobrina, Angela Maria Geli Raubal (hija de su hermanastra). Una joven que las crónicas definen como una belleza de la época y a la que superaba en diecinueve años.
Pero, según explican algunos historiadores como Joachim Fest o Robert Payne, lo que empezó como un capricho en apariencia pasajero acabó por destruir a Geli, el nombre por el que la conocían sus más allegados. Tras irse a vivir con su tío a un piso de Múnich allá por 1929, en pleno auge del Partido Nazi (tan solo tres veranos después la esvástica ascendió hasta el poder), la relación de Hitler se tornó en una peligrosa obsesión que acabó por llevar a la joven de 23 años a dispararse en el corazón con la pistola del futuro «Führer».
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