El «macabro» secuestro del cadáver de Chaplin: cinco meses en busca y captura
Poco después de morir hace cuarenta años, dos delincuentes comunes robaron el ataúd del director de «El gran dictador»
«Uno de los hechos delictivos más macabros y rocambolescos de los últimos tiempos», comentó ABC en marzo de 1978. La noticia no era para menos: « El cadáver de Chaplin desaparece de su tumba ». Apenas le dejaron descansar un par de meses después de su muerte en la noche de Navidad de 1977, hace ahora cuarenta años. Cinco meses estuvo el finado siendo buscado por media Europa en una historia que bien merecería una película del genial cineasta.
En la madrugada del 1 al 2 de marzo de 1978, dos delincuentes comunes entraban en el pequeño cementerio de la localidad suiza de Corsier-sur-Vevey, donde vivía la familia del director de «El Gran Dictador» y profanaban su tumba. Ni siquiera habían instalado aún la lápida cuando robaron el ataúd. Los policías se encontraron ta sólo un hoyo, huellas de pisadas que se dirigían hacia la puerta del cementerio y marcas de ruedas de un vehículo.
No era la primera vez que ocurría. El cadáver de Mussolini también fue robado y estuvo desaparecido varios años. Lo mismo sucedió con los restos de María Callas, Eva Perón o el general Petain. Y lo intentaron con Elvis Presley poco después de su fallecimiento.
Esas fueron todas las pistas con las que contó la Policía suiza, cuya primera hipótesis, y a la postre la correcta, fue que los secuestradores tenían el objetivo de pedir un rescate a la familia de Chaplin por sus restos. En aquel momento, la fortuna acumulada por los descendientes tras la herencia ascendía a unos 25 millones de dólares, según las informaciones de ABC.
Los ladrones, dos mecánicos de nacionalidad polaca ( Roman Joseph Wardas , de 24 años) y búlgara ( Gandscho Ganev , de 38) respectivamente, no contaron con que la viuda de Chaplin, Oona O'Neill , lo tenía más que claro: nada de pagar el más mínimo rescate por los restos de su marido. «Charlie lo hubiera encontrado ridículo», aseguró.
La Policía difundió una alerta no solo a Suiza , sino a toda Europa, que no dio resultado alguno. Y durante los primeros días no recibieron ningún aviso de los responsables, por lo que la hipótesis principal empezó a perder peso : «En realidad, nadie sabe lo que hay detrás de este robo, pero no parece un intento de pedir un rescate», dijo el portavoz de la familia.
600.000 dólares
Un par de semanas después, O'Neill comenzó a recibir llamadas telefónicas de Wardas y Ganev exigiendo cifras desorbitantes por los restos del cómico. La primera ascendía a 600.000 dólares, después fue rebajada a 600.000 francos suizos y, posteriormente, a 500.000, llegándole a enviar fotos que probaban que el cadáver de Chaplin estaba en su poder. Se notaba que los delincuentes no eran unos profesionales de la extorsión.
Tras recibir varias amenazas de muerte, la familia Chaplin aceptó colaborar con la Policía. Su viuda permitió que pincharan el telefóno de su casa. Geraldine Chaplin residía en Madrid con el director Carlos Saura, su pareja de entonces, y se enteró del robo del cadáver de su padre por la prens a.
El 16 de mayo, O'Neill informó a la Policía de que los secuestradores iban a llamarla de nuevo, por lo que se instaló un equipo de vigilancia sobre 200 teléfonos públicos de la ciudad de Lausanne y sus alrededores. Un movimiento eficaz que dio inmediatamente con Wardas en una de las cabinas y, pocas horas después, se capturó a Ganev. Tras las confesiones, la Policía pudo recuperar el ataúd y el cadáver, que se encontraban enterrados a pocos kilómetros del cementerio de Corsier-sur-Vevey.
Durante el juicio, Wardar confesó que la «original» idea de robar el cadáver de Chaplin se le ocurrió por asociación de ideas, tras leer en la prensa la noticia de que la Policía italiana había recuperado en Bari el ataúd y el cuerpo sin vida de Salvatore Matarrese , padre de un importante senador. Luego convenció a Ganev, huido de Bulgaria, de que participara en el robo. Ambos extrajeron el ataúd del cómico de más de 120 kilos y lo subieron al vehículo. Y, por último, lo trasladaron hasta la cercana población de Neville, donde, en el centro de un enorme campo de maíz, lo volvieron a sepultar.
Esta rocambolesca historia fue como la última escena de una vida de película. Después de aquello, «el único genio de la industria del cine», uno de los «actores más célebres de todos los tiempos», como le definieron alguno de sus colegas, descansó por fin en paz. .
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