Josephine Cochrane, la viuda que inventó el lavavajillas para enfrentar a un triste destino en el siglo XIX

En 1893 presentó la máquina lavaplatos en la Exposición de Chicago para ganar el premio al mejor invento

Josephine Cochrane ABC
Eugenia Miras

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Si la desgracia no hubiera sido el escenario principal en la vida de Josephine Cochrane (1839-1913) muy probablemente nunca hubiera pasado a los anales de la Historia. Pero la necesidad obligaría a la bisnieta del inventor del barco de vapor, John Fitch, a sobreponerse a la muerte y a la deuda millonaria de su marido para crear el primer lavavajillas moderno .

El hogar del matrimonio Cochran era el epicentro de los encuentros sociales en Illinois, y como buena anfitriona Josephine quería dar de comer a sus invitados en la más fina de las porcelanas. Su problema existencial comenzaba una vez finalizadas las reuniones. El disgusto era inevitable, pues a los criados siempre se les rompía accidentalmente alguna pieza de la valiosa vajilla china. De esta manera, pensó que sería mejor que ella misma lavara los platos. El entusiasmo le duró poco, y harta de fregar recriminó que todavía no se hubiera inventado una máquina que hiciera la fastidiosa tarea.

Lo cierto es que dos hombres ya habían patentado un artilugio para ese fin, claro está que servía para estorbar, pues los platos salían igual de sucios aunque con burbujas de jabón.

Josephine no llevaría a cabo el diseño del primer lavavajillas moderno hasta fallecer su esposo, cuando no le quedó otra alternativa que sobrevivir ante la faena económica que le había dejado como herencia. No obstante, muchas veces las calamidades vienen acompañadas de oportunidades , pues cuando su marido pasó a mejor vida y sin pagar las deudas le permitió entender la desgracia como un nuevo frente, ese donde pudo forjar su voluntad y ser ella misma: la mujer que crea .

«De este modo, de ser la esposa de un respetable comerciante y líder político, quien según algunos de sus contemporáneos habría podido llegar a ser gobernador del Estado de Illinois, a pesar de que parece que tenía problemas con el alcohol que le provocaban episodios de violencia, pasó a tener que buscarse la vida como empresaria, en una sociedad donde este tipo de actitudes por parte de una mujer no eran ni habituales ni tampoco bien vistas», escribió el matemático Llorenç Valverde Garcia en su libro «Siete fracasos que han cambiado el mundo: Del lavavajillas a la telefonía móvil» (UOC, 2014).

De esta manera, la vulnerabilidad social y económica no serían un impedimento para la emancipación de la viuda, porque triunfaría con su invento en un mundo reservado para los hombres. Y aunque no encabezó ningún movimiento por los derechos de la mujer , su persona debería ser una fuente de inspiración para cualquier ser humano sobre cómo enfrentarse con dignidad a la crueldad de la vida.

Los platos rotos

Paente de Cochrane Museo virtual UAM

Cuando William Cochran vivía se desenvolvía como comerciante y dentro de la vida política, en el Partido Demócrata . Por esta razón el matrimonio llevaba una vida social muy agitada en Illinois.

Los Cochran eran muy estimados por todas las familias del Estado, su apellido implicaba respeto y orgullo. Las más importantes celebraciones de la ciudad, desde bailes a pequeños comités-. Josephine se encargaba de que su marido encontrara todo perfecto, y todas aquellas tareas que le competían a las amas de casa.

Es cierto, que una mente tan brillante como la de Josephine era un desperdicio para limitarse a ser nada más un elemento decorativo en aquella «vida rosa» .

Cuando Josephine perdió a su hija de dos años , la vida parecía dejar de tener mucho sentido y por ello se enfocó quizás en un mundo más mundano -que posteriormente la salvaría-, ese que parecía desequilibrarse al ver los platos rotos.

No se había imaginado que muy pronto dejaría de desempeñar aquel rol decorativo para convertirse en una pionera de los electrodomésticos

En aquellos eventos sacaba su mejor vajilla de porcelana china que había pertenecido a un antepasado suyo, y que por lo tanto no podía conseguir piezas de repuesto. Así que cuando Josephine acudía a la cocina y veía los platos rotos, no podía enfadarse con sus criados, pues sabía que aquella labor con unas manos torpes y enjabonadas era una misión de riesgo .

Lavavajillas Cochrane durante la Exposición de Chicago de 1893 Museo Virtual UAM

Como cada vez los invitados iban en ascenso y la vajilla en descenso, Josephine decidió excluir a los sirvientes de su tarea para limpiarlos ella misma pero con mucho más cuidado. La iniciativa duró poco, y muy fastidiada exclamó: «¡Alguien debería inventar una máquina para lavar los platos!» Pero lo que menos se imaginaba es que muy pronto dejaría de desempeñar aquel rol decorativo de la señora de Cochrane para convertirse en una pionera de los electrodomésticos .

¡Manos a la obra!

Antes de entregarnos a la historia mecánica de tan revolucionario artilugio es importante destacar cómo la educación ha jugado un papel fundamental en la mentalidad de Josephine. Los conocimientos sobre ingeniería, la imaginación y la constancia le brindaron la posibilidad de emanciparse de un destino desgraciado, como podía esperarse de cualquier otra viuda en la prángana económica .

«Los conocimientos sobre mecánica de Josephine eran fruto de la educación informal que recibió de su padre y de lo que pudo aprender de su bisabuelo John Fitch, inventor del primer barco de vapor en Estados Unidos », relata Llorenç Valverde Garcia.

Su padre era ingeniero hidráulico y la introdujo en su mundo matemático, de cálculos, lógica en infraestructura, otorgándole una sólida formación

El primer drama en la familia de Josephine comienza con la muerte de su madre , Irene Fitch. De esta manera, la e ducación para señoritas sufrió severas modificaciones. John Garis era ingeniero hidráulico, y como no podía enseñarle punto de cruz y otras manualidades, la introdujo en su mundo matemático, de cálculos, lógica en infraestructura . Y sin pretenderlo le había dado a su hija la más sólida formación que podía aspirar durante la época.

De manera extraoficial Josephine podía presumir de ser ingeniera, y aunque su posición como mujer durante la época no le permitía desarrollarse profesionalmente -además de que la sociedad se negaba a sí misma un camino hacia la evolución con el impedimento del ingreso femenino en las universidades -, posteriormente encontraría su oportunidad para honrar a su padre y facilitarle la vida a muchas personas en sus hogares.

Mientras William vivía, Josephine seguía tratando de imaginar de qué manera podían salvarse sus platos de las torpes manos jabonosas. Se puso a investigar y descubrió que su idea ya había sido materializada y patentada por otros dos hombres antes que ella.

Lavaplatos patente de Joel Houghton ABC

La primera patente databa de 1850 y pertenecía a Joel Houghton. Su artilugio consistía en un barreño de madera con unos alambres en los cuales se colocaba la vajilla para quedar sumergida en agua con jabón. Se cerraba la tapa y se hacía girar una manivela que agitaba el líquido.

La segunda patente era de era de L.A Alexander con fecha de 1865. Se diferenciaba de la otra porque el estante de alambre giraba con los platos en el interior.

La primera patente databa de 1850 y pertenecía a Joel Houghton y la segunda era de L.A Alexander con fecha de 1865

Lo cierto es que aquellos dos instrumentos habían sido un completo desastre, pues la vajilla salía sucia . Pero la mejora no vendría hasta llegarle la hora a su esposo, cuando por fin la viuda se pondría manos a la obra para reinventar el arte mecánico de lavar los trastes.

Partiendo de los errores ajenos, Josephine comenzó a diseñar las piezas básicas que siguen siendo parte de los más modernos lavaplatos. Dentro de una caldera de cobre dispuso una rueda con una serie de compartimentos con cables en los que entraran tanto como vasos, cubiertos y platos. La rueda se movía gracias a un motor, que permitía la entrada y salida de agua con jabón. Su invento se llamó «Lavavajillas Cochrane».

Sin embargo la visión de empresaria no nació hasta fallecer William. De quien aprendió el espíritu comercial, fundando su propia compañía: «Garis-Cochran Dish Washing Machine»

Publicidad de «Garis-Cochran Dish Washing Machine» Museo Virtual UAM

Josephine organizaba visitas en su casa para dar a conocer y comercializar el artilugio. Uno de sus clientes le recomendó vendérselo tanto a los hoteles como a los restaurantes.

«Pronto la invención de su artilugio llegó a oídos de distintos hoteles y restaurantes de la zona que obligaron a Josephine a patentar y fabricar de manera más o menos masiva su nuevo aparato, presentado oficialmente en la Exposición de Chicago de 1893 , donde ganó el premio al mejor invento» relata la periodista Sandra Ferrer en su obra «Mujeres en la Historia: Retratos de mujeres valientes» .

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