El insólito secuestro de un trasatlántico por los terroristas del DRIL para derrocar a Franco y Salazar

En enero de 1961, siete meses después de matar Begoña Urroz, la niña de 22 meses que se convirtió en la primera víctima del terrorismo en España, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación puso en marcha la ‘Operación Dulcinea’ para derrocar a las dictaduras de España y Portugal

Montaje de una noticia sobre el DRIL en la prensa española a finales de los 50, el trasatlántico Santa María y Franco y Salazar en uno de sus encuentros

Israel Viana

El 28 de junio de 1960, solo siete meses antes del ataque protagonizado por el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) contra las dictaduras de Francisco Franco y Antonio Salazar , se produjo la primera víctima del terrorismo en España. Se trataba de Begoña Urroz Ibarrola , una niña de 22 meses, que durante décadas permaneció en el ostracismo, sin reconocimiento como tal, sin el apoyo de las autoridades y sin recibir ni un solo homenaje. Su asesinato, además, es la historia de una confusión, porque se penso que había sido el primer atentado mortal de ETA hasta hace tres años.

La madre había llevado a su bebé con su tía a la estación de Amara, donde ésta trabajaba en la consigna. «Dejé a mi niña con ella mientras yo iba a un comercio cercano a comprarle unos zapatitos para ir a Navarra. Cuando volví, había un lío tremendo. ¡Había estallado una bomba! Mi hija estaba abrasada y otras personas, entre ellas mi tía, heridas. Fue horrible», contó Jesus Ibarrola a ‘El País’ en 2009. En su momento, el régimen franquista no tuvo dudas sobre la autoría del atentado: un miembro del DRIL había depositado el artefacto en la estación de Amara. Y el diario ‘El Nacional’ de Caracas publicó un artículo con la reivindicación del ataque de uno de sus miembros.

Era la época del surgimiento de grupos terroristas influenciados por la Revolución cubana, que en 1959 provocó la caída de la dictadura de Fulgencio Batista e hizo que Fidel Castro se hiciera con el poder. De ahí surgieron tanto el DRIL como ETA. Sin embargo, el crimen de Begoña cayó en el olvido y cuando se volvió a recordar a principios de los 90, los independentistas vascos fueron considerados los autores, en vez de este primer movimiento formado por españoles y portugueses con el objetivo de derrocar a Franco y Salazar. Una confusión que se mantuvo durante casi tres décadas.

El DRIL estuvo activo solo cinco años y sus primeros atentados fueron llevados a cabo con bombas como la que acabó con la vida de Begoña Urroz. Las primeras las pusieron el 18 de febrero de 1960 en Madrid y explotaron junto a la Casa de la Villa –antigua sede del ayuntamiento– y en los locales del Movimiento Nacional de la misma ciudad. En una de las explosiones murió uno de los terroristas y otro fue detenido, sentenciado a muerte y ejecutado el 8 de marzo, a pesar de no haber provocado víctimas en esa ocasión.

Galvão y Mosquera

La acción más famosa de DRIL, y la que más consecuencias pudo haber generado para la historia de la Península Ibérica, fue la 'Operación Dulcinea'. Fue casi una aventura utópica, pero exitosa desde el punto de vista de la publicidad que obtuvo en la prensa de la época, ocupando las portadas de los principales periódicos del mundo, pese a ser hoy de las menos conocidas. En ella participaron 13 portugueses y 11 españoles exiliados y dos venezolanos, que secuestraron nada menos que un trasatlántico en el Océano Atlántico y obligaron a una decena de unidades navales de cinco países, con su correspondiente cobertura aérea, a movilizarse para capturarlos.

Retrato de Antonio Salazar en los últimos años de su vida

La conspiración se fraguó en Venezuela, una democracia que en aquellos momentos ayudaba a los exiliados españoles y portugueses que luchaban contra sus respectivas dictaduras. El cerebro de la operación fue el general Humberto Delgado , enemigo acérrimo de Salazar, que contó con el apoyo de figuras tan importantes como el futuro presidente de Brasil, Jânio Quadros , que también conjuraba en la sombra para acabar con los dos regímenes totalitarios. Por debajo se situaban los dos jefes de la trama: el militar luso Henrique Galvão , un antiguo salazarista y anticomunista militante, y el independentista gallego Xosé Velo Mosquera .

El único punto que tenían en común entre ambos era el odio que sentían por Salazar y Franco, respectivamente, pero consiguieron mantener en vilo durante 13 días a las dos dictaduras, a los otros 20 secuestradores del DRIL que se metieron en aquella aventura y los 356 tripulantes y 612 pasajeros, algunos de ellos estadounidenses y holandeses. «Era el primer secuestro con fines políticos de un barco de pasajeros en la historia de la marina moderna», lo califica Marco Ferrari en su libro ‘La increíble historia de Antonio Salazar, el dictador que murió dos veces’ (Debate, 2022).

El Santa María

El transatlántico en cuestión se llamaba Santa María y era propiedad de la Compañía Colonial de Navegación de Portugal. Había zarpado de Lisboa el 9 de enero de 1961 para una travesía regular por Centroamérica. El 20 de enero había llegado al puerto venezolano de La Guaira. Los 24 miembros del DRIL se habían escondido entre los pasajeros, incluido Galvão, un escritor, dramaturgo y exmilitar destinado a Angola que se había pasado a la oposición contra Salazar. Lo llamaban ‘El Gran Mago’. Dos años antes había huido a Venezuela y pedido asilo político. Fue allí donde fundó el DRIL y donde preparó minuciosamente el asalto, que fue bautizado como ‘Operación Dulcinea’.

El plan era atacar el puerto de Fernando Poo, posesión española en el golfo de Guinea, y luego dirigirse a Luanda contando con el apoyo de los rebeldes locales. Lo primero que hicieron los revolucionarios fue cambiar el nombre del barco, que pasó a llamarse ‘Santa Libertade’. Luego pusieron rumbo a Santa Lucía para desembarcar a tres heridos y el cuerpo de un tercer oficial que había muerto durante el tiroteo que se ocasionó en la toma del puente de mando y de la estación radiotelegráfica de la embarcación.

A partir de ese momento, ABC publicó numerosas noticias sobre cómo iban las negociaciones con los secuestradores. ‘El folletinesco Galvão’, titulaba un editorial del 28 de enero de 1961, que decía: «Desde hacía veinte años su verdadera profesión era la de conspirador; hombre imaginación calenturienta, la mantenía en actividad erúptica fraguando complots, golpes de mano y atrevidas operaciones como el secuestro de Salazar, que nunca pudo realizarlas. Salía de la prisión para reingresar poco después. De tanto devanar sus sesos en inventos truculentos y fantasías, le sobrevino una aguda crisis nerviosa, con reflejos de paranoia».

La reacción de Salázar

Aunque se desplegó una intensa búsqueda por mar y aire, el trasatlántico no fue localizado hasta el 23 de enero frente a Castries, la capital de Santa Lucía. Un día después, Salazar ordenó la movilización de la Marina portuguesa y pidió la intervención de Gran Bretaña y Estados Unidos, a los que se sumó después Holanda. El DRIL se empeñó entonces en que el secuestro fuese considerado político y en no tocar los 40.000 dólares que había en la caja fuerte del barco para no ser acusados de piratería.

El Santa María, en la década de los 60

El 26 volvió a desaparecer y, un día después, fue localizado de nuevo a 700 millas de la desembocadura del Amazonas, en dirección a África. Una flota estadounidense solicitó negociar por radio con los líderes de la ‘Operación Dulcinea’. Galvão aceptó y el barco puso rumbo al noreste de Brasil. Delgado, por su parte, pidió a las embajadas de Gran Bretaña y Estados Unidos. en Brasil, así como al Departamento de Estado en Washington, que sus respectivos países no interfirieran en esta rebelión, pues no tenía nada que ver con un simple acto de piratería, como se estaba intentado hacer creer al mundo.

El 31 de enero, a 35 millas de Recife, el almirante Allen Smith, portando salvavidas, se entrevistó durante tres horas a bordo del trasatlántico con Galvão. Delgado, como líder de la oposición portuguesa, no se encontraba a bordo. Ese mismo día, ABC publicaba la siguiente información : ‘Si se llega a un acuerdo entre Galvão y Smith, los pasajeros del Santa María abandonarán hoy el buque’. «El secuestro del navío ha tomado un intenso cariz político, ignorándose qué sucederá después de la evacuación del pasaje», apuntaba la noticia.

Asilo político

El 2 de febrero el barco fondeó en Recife, donde Galvão dio una conferencia de prensa junto a Delgado, que había subido a bordo en las últimas horas. Los pasajeros y tripulantes desembarcaron finalmente en medio de una gran multitud y el comando aceptó quedarse en Brasil, donde obtuvieron asilo político. «¡Ya era hora1 ¡Qué pesadilla!», comentó a ABC una de las víctimas . «Pensé que no lo iba a poder contar. Fueron unos días de terror que no olvidaré jamás. Un hijo mío de 19 años que me acompaña perdió seis kilos de peso a bordo. Y por negarse a abandonar la cubierta estuvo a punto de ser acribillado. Otro pobre hombre daba señales de haber perdido la razón, y no era para menos», añadía otra .

El trasatlántico fue entregado a la Compañía Colonial de Navegación. Días más tarde, la prensa informó de la supuesta conexión de la URSS con el secuestro, señalando incluso al embajador soviético en Marruecos y a algunos políticos africanos. «Es sintomático que los marxistas de este continente presenten la odiosa aventura de Galvão como un símbolo de protesta y liberación. El Kremlin, el bloque soviético y las fuerzas comunistas del mundo vuelcan su propaganda calificando a los agitadores como amigos de las naciones africanas hostiles al colonialismo. Para saturar la envenenada atmósfera de confusión alrededor de esta loca y criminal agresión, Moscú ha afirmado que ‘Galvão está sostenido por los africanos’», podía leerse en el diario ‘El Día’, 3 de febrero de 1961.

La 'Operación Dulcinea' no consiquió su objetivo. Franco siguió en el poder has su muerte en 1975 y Salazar hasta 1968, dos años antes de fallecer. Lo que consiguieron los miembros del DRIL con crisis del Santa María fue llamar la atención sobre la dictadura española y, sobre todo, la portuguesa. Esta última «gracias a una carta abierta escrita por Galvão a Salazar en la que denunciaba la corrupción estatal», apunta Ferrari.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación